Hay una aldea en la porción occidental de la montaña Ródope, justo al lado de la frontera de Bulgaria con Grecia, donde dan ganas de extraviarse y olvidar el camino de regreso a casa. La aldea como si tratara de refugiarse del mundo y de las miradas curiosas de quienes buscan jolgorio. El camino hacia esta localidad es difícil, hasta peligroso en algunos trechos. Serpentea siguiendo el curso natural del río Búynovo, que, a lo largo de miles de años, ha esculpido el desfiladero homónimo, el más extenso y hermoso del país, de unos ocho kilómetros. Al final de un camino angosto, tras un sinfin de curvas y puertos en las laderas serranas, aparece, como una recompensa por los obstáculos vencidos, la aldea de Yágodina. El pueblo cautiva por su estilo de vida autóctono y la comida deliciosa, compuesta de platos típicos rodopeanos a base de productos locales.
A unos tres kilómetros de Yágodina se encuentra la homónima gruta, una de las maravillas del macizo Ródope. Tiene tres niveles, abunda en laberintos, y su longitud alcanza los diez kilómetros.
Los estudios espeleológicos indican que existe desde hace cientos de miles de años. Cerca de la entrada fueron encontrados una vivienda de la Edad del Cobre, conservada en su estado natural, así como restos de vasijas de cerámica, molinos de mano, trigo carbonizado y un horno de cerámica, datados en la misma época, es decir en el IV milenio antes de Cristo.
En la gruta se pueden ver un total de 22 de las 28 formaciones rocosas que se conocen, así como impresionantes salas y el llamado Muro del Pecado; la leyenda dice que quien logre pegar una moneda en el muro es un justo.
En la Sala de Año Nuevo hay un árbol navideño, alrededor del cual los espeleólogos dan, por tradición, la bienvenida al año entrante. En esa misma sala se han dado el “sí quiero” dos centenares de corazones románticos, aproximadamente. En la cueva han sido registradas varias especies animales, incluidas unas once de murciélagos, seis de las cuales, de protección prioritaria en Europa.
Al anochecer, después de las experiencias fabulosas en la gruta de Yágodina, los turistas pueden deleitarse observando la puesta del sol desde la plataforma El Ojo del Águila, ubicada justo debajo del pico San Elías, a 1,563 metros sobre el nivel del mar. El relieve mágico del desfiladero de Búynovo, el impresionante espacio y la vista panorámica cortan el aliento. Al mar de impresiones acumuladas en los alrededores de la aldea de Yágodina, se suceden deliciosas especialidades de la zona, queso blanco en salmuera artesanal y confituras aromáticas de frutas del bosque.
Al día siguiente, después de desayunar copiosamente con el típico pastel de hojaldre bánitsa y yogur denso para reponer fuerzas, los turistas pueden visitar el desfiladero de Trigrad, así como la gruta con el nombre aterrador de La Garganta del Diablo, donde se encuentra el salto de agua subterráneo más alto de los Balkanes. Según un mito de la época de los tracios, que poblaban las tierras búlgaras en épocas remotas, La Garganta del Diablo conduce al Inframundo, gobernado por el dios Hades, al que Orfeo descendió en busca de su amada Eurídice.
La cueva abismal se formó debido a un colapso de las capas de tierra y la erosión provocada por un río subterráneo. En su enorme sala, en la que cabría una catedral, encuentran refugio cuatro especies de murciélagos, incluidos el murciélago de cueva (Miniopterus schreibersii) y el murciélago ratonero patudo (Myotis capaccinii), incorporados a la Lista Roja Mundial. Después de las emocionantes experiencias vividas en las pétreas galerías, los turistas pueden relajarse en las cálidas aguas de la piscina termal en las inmediaciones de la ciudad de Devin, en el sur del país.
Cada año, a principios de septiembre, la aldea de Yágodina celebra su fiesta patronal con actuaciones de gaiteros, danzas típicas joró y competiciones de canto bajo las estrellas.
Versión en española de Daniela Radíchkova
Fotos: Darina Grigórova
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