“¡Qué maravillosa naturaleza la de aquí! ¡Cuánta belleza en este pequeño paraíso desconocido!” Así describe el patriarca de la literatura búlgara, Ivan Vazov, sus primeras impresiones de la antigua ciudad montañesa de Berkóvitsa, en el noroeste de Bulgaria. Esta es una de las zonas que aún no han sido marcadas por el "hormigón" y por el turismo de masas, y Berkóvitsa es su emblema por haber conservado su atmósfera auténtica y su naturaleza.
Allí se encuentra el punto de salida hacia el pico Kom (2016 m.), el más alto de los montes Balcanes de Berkóvitsa. Es precisamente en el nuevo refugio "Kom", situado a unos 16 km. del centro de Berkóvitsa, donde comienza el tramo búlgaro de la vía transeuropea de senderismo E-3. Pero las rutas de montaña no son, ni mucho menos, el único motivo para visitar este "paraíso desconocido". Basta con caminar entre el verdor las pequeñas callecitas, o asomarse en alguno de los museos de la ciudad, para transportarse en seguida atrás en el tiempo.
En el centro de Berkóvitsa destaca la llamada Casa Ipekliíska, restaurada y convertida en el atractivo museo de Ivan Vazov. Vazov vivió allí siendo aún un jóven poeta, entre 1879 y 1880, siendo este uno de los períodos más fructíferos de su vida.
Muy cerca encontramos también la Casa serbia, de finales del siglo XIX, que alberga el Museo etnográfico. La colección no es muy grande pero exhibe objetos interesantes que "cobran vida" gracias a la entretenida narrativa de la curadora Dilyana Guénkova. Nada más entrar en la primera sala de exposiciones, nos detenemos ante unos maniquíes vestidos con trajes de Karakachan. ¿Por qué Karakachan? Porque tiempo atrás hubo una gran comunidad Karakachan en la ciudad de Berkóvitsa, que se dedicaba a la cría de ovejas migratorias. En verano, cuando allá “abajo”, en el mar Blanco, la hierba empezaba a abrasarse y no quedaba pasto fresco para los animales, los karakachanos se trasladaban a las exuberantes praderas de los montes Balcanes de Berkóvitsa, nos cuenta Dilyana Guénkova.
Nos quedamos un rato observando el traje de boda femenino, del impresionante peso de 16 kg, y pasamos después a la siguiente sala. Este espacio de la antigua casa contaba en su momento con un lujo sin precedentes en aquellos tiempos: un baño interior.
"Uno de los detalles más interesantes, que era además parte de la estructura de la propia casa, es el antiguo baño. Los visitantes muestran su admiración y su sorpresa ante el hecho de que en aquel entonces existiera tal cosa como un baño interior donde asearse. Lo curioso es que está equipado con un sistema de calentamiento del agua a través de dos garrafas empotradas en la pared. El agua se calentaba mediante un chorro de aire caliente que llegaba desde la chimenea de la habitación contigua, donde se encontraba la cocina. No olvidemos que a finales del siglo XIX todavía no existía un sistema de abastecimiento de agua en la ciudad, y el agua era transportado en cubos desde el pozo más cercano", dice Dilyana Guénkova.
A finales del siglo XIX y principios del XX, Berkóvitsa era un centro artesanal, y el oficio artesano más común allí era la alfarería. En el museo etnográfico podemos ver magníficos ejemplos de cerámica local.
“En Berkovitsa había en su día entre 50 y 60 talleres de cerámica funcionando, y unos 100 a 120 maestros alfareros trabajando, con sus ayudantes y sus aprendices”, cuenta Dilyana Guénkova. “Lo característico de la cerámica de esta región es que es muy parecida a la del pueblo de Busintsi. Los artesanos de Berkóvitsa iban al pueblo de Busintsi para aprender el oficio de alfarero y trajeron consigo muchas de las formas, las maneras de pintar y de procesar de la arcilla, típicas de allí. Por eso precisamente sus vasijas se caractarizan por el color amarillo y verde, de manera muy parecida a las de Busintsi. Pero la obra maestra de los alfareros de Berkóvitsa es, sin duda, la famosa “jarra de vino diabólica”. Beber de esa jarra es todo un arte, ya que para ello hay que tapar primero una abertura especial, que uno debe saber localizar. Eran pocos los artesanos capaces de fabricar este tipo de vasijas."
A todo esto le siguen la torre del reloj de 1764, las dos iglesias antiguas, la galería de arte, los restos de la antigua fortaleza de Kaleto, las agradables casas de huéspedes y la cocina norteña típica de esta zona - que forman en conjunto una parte importante del mosaico turístico de este maravilloso rincón de Bulgaria, bendecido por la naturaleza.
Autor: Veneta Nikolova
Versión en español: Alena Markova
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