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La apicultura como hobby y como negocio

Veselin Iliev mostrando un frasco con miel.
Foto: Archivo personal
Muchos jubilados búlgaros no dejan de trabajar también después de retirarse. Algunos lo hacen por motivos económicos porque su baja pensión no da para llegar tranquilamente a final del mes. Otros consiguen convertir su afición en un negocio. Tal es el caso de la pareja de jubilados Mariana y Veselin Iliev. En su ciudad natal, Pleven, en el norte del país, se les conoce más por “Los apicultores” y la miel y demás productos avícolas que ellos ofrecen son muy apetecidos por todas las edades. Según Mariana, todos los miembros de su familia son apasionados admiradores de los productos apícolas y por eso han convertido la producción de los mismos en un hobby familiar. Éste les ha valido múltiples premios en diferentes exposiciones especializadas en apicultura por toda Bulgaria. Los productos apícolas de los Iliev son preferidos por ser muy ecológicos. La zona en que se encuentran sus colmenares dista 23 kilómetros de la ciudad de Pleven, la cruza un río de aguas limpias y asegura una extensa franja de hierbas y plantas medicinales a las laboriosas melíferas para que puedan recoger tranquilamente su exquisita miel. El comienzo de la hoy exitosa actividad económica de los dos jubilados fue nada fácil.

“Decidimos dedicarnos a la apicultura hace 22 años y practicarla como un hobby, que luego devino un negocio rentable”, recuerda Veselin Iliev, que hoy tiene 68 años. “De profesión mi esposa y yo somos ingenieros químicos. Debido a las reformas estructurales durante el período de transición de Bulgaria a la economía de mercado quedamos prácticamente sin ingresos, y nuestros dos hijos se encontraban estudiando en la universidad. En estas circunstancias nos vimos forzados a buscar fuentes de ingresos alternativas, y optamos por la apicultura. Para poder cuidar de las abejas y para poder comercializar sus productos hacen falta una magnífica organización, disciplina y repartición de las funciones en la familia. Con mi hijo mayor asumimos el cuidado de las colmenas y los enjambres, y somos los responsables de la producción de la miel y los productos apícolas: el polen, la jalea real, el propóleo. Mi esposa y la nieta, por su parte, desarrollan una gama de cosméticos con productos apícolas”.

La señora Mariana Ilieva vivió en carne propia la crisis que sufrió su centro laboral, la Fábrica de Vidrio de Pleven. Recuerda el fracaso de ésta y evoca cómo dieron sus primeros pasos en la apicultura ella y su esposo. Ninguno de ellos había tenido familiares o ancestros apicultores. Carecían de cualquier conocimiento de cómo se crían las abejas. Simplemente les gustaba la miel, de la que consumían en su hogar más de lo habitual en una familia búlgara. Se informaron un poco sobre la apicultura y consideraron que ésta es una ocupación para personas inteligentes, que requiere mucha creatividad y no menos conocimientos. Así decidieron volverse apicultores. Compraron primero dos enjambres con sus respectivas colmenas. Comenzaron a vender miel al por menor. Poco a poco fueron aumentando el número de los enjambres y cuentan hoy con un centenar de colmenas. Dicen que no hay motivo para que dejen de ampliar su producción, pero que una condición para ello sería que sus hijos decidan si les apetece dedicarse a este negocio. De momento la nieta es la única firmemente decidida a seguir en él. Las abejas le encantan y nunca se pierde la oportunidad de ayudar a sus abuelos en los cuidados de las abejas. Le gusta vender la miel en el mercado de Pleven, pero también ayudar a su abuela en la preparación de diferentes productos cosméticos con miel y productos apícolas.

“Somos unos entusiastas”, dice Mariana ilieva. “Si concibiéramos lo que hacemos como un negocio, lo hubiéramos abandonado hace tiempo. Más bien lo que nos ha entusiasmado siempre ha sido difundir la apiterapia y la importancia de la presencia de la miel y los productos apícolas en la dieta de las personas. Ya que estamos profundamente convencidos de la necesidad de esta presencia, seguimos en este empeño. Ni callaré que hemos afrontado muchas dificultades. Inicialmente, la gente desconocía las propiedades de la miel y, sobre todo, de los productos apícolas. Ahora sí las conocen pero va mal de dinero y no se puede permitir la compra de productos apícolas naturales y ecológicamente puros. La verdad es que la buena miel y los demás productos apícolas tienen un elevado precio. Un kilo de miel de calidad cuesta 8 ó 9 euros, un precio bastante alto para el nivel económico del consumidor búlgaro. Al mismo tiempo, la gente desea consumir productos ecológicos de calidad y procura hacerlo. Esto último nos ayuda pero a 20 años de haber comprado las primeras dos colmenas con enjambres y fundada nuestra empresa familiar, no nos concebimos como empresarios. La apicultura se ha convertido para nosotros en una especie de destino, algo que lleva nuestros nombres y apellidos y que encarna nuestra convicción de que estamos haciendo algo positivo y útil para las demás personas”.

Versión en español por Raina Petkova
По публикацията работи: Diana Hristákieva


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