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Yávorov, uno de los más grandes poetas búlgaros

Foto: Archivo

Hace 136 años, en la ciudad de Chirpan nació Peyo Krachólov Yávorov, uno de los más grandes poetas búlgaros. El 29 de octubre próximo celebraremos 100 años de su trágica muerte. En la poesía búlgara no existen poemas de amor más bellos que los de Yávorov. Hay pocas personas de destino tan trágico como el suyo. Tódor Ivanov, director de la Casa Museo de Yávorov en Chripan y presidente de la fundación Yávorov cuenta sobre la vida del poeta.

A la edad de 7 años Peyo empezó a escribir poesías. En la escuela secundaria masculina de la región, sus obras causaron la admiración del profesor de literatura quien le dijo: “Chaval, tú no eres como los demás, tienes un don de Dios”. Ante la insistencia de su padre que creía que los hombres debían ganar dinero y las mujeres debían cuidar del hogar, Peyo abandonó los estudios. Empezó a trabajar como telegrafista en Pomorie. No obstante, su pasión era la poesía. Así, en 1901, en Varna, se publicó un libro de poesía que incluía sus obras Kaliopa, Granizada, Armenios, etc., emblemáticas de la literatura búlgara. En 1902, Yávorov marchó con el grupo de Mijail Chákov a luchar por la liberación de Macedonia que había quedado bajo el dominio otomano. “Le teníamos como un dios”, escribió más tarde Chakov en sus memorias. Tódor Ivanov añade: “En 1903, estuvo luchando en Macedonia con el destacamento del revolucionario independentista Gotze Délchev. Después de la derrota de la sublevación de 1903, después de miles de víctimas y de la muerte de Gotse Délchev, Yávorov cayó en una profunda crisis. Escribió la biografía de Gotse, publicada en 1904. Compuso otro libro de poesía en cuyo prefacio el gran poeta búlgaro Pencho Slaveikov escribió: “La poesía de Yávorov no es para los bobos”.

El gran amor de Yávorov fue Mina Todorova, hermana del escritor Petko Todorov. Yávorov le dedicó su singular poesía “Dos ojos lindos”. Ella murió en París a los 20 años de edad, de tuberculosis. Entonces Yávorov dejó de escribir poesía. Se fue a París y cada día de la segunda mitad de 1910 pasaba por el Bosque de Boulogne con un ramo de rosas rojas para estar a solas con su amada, aunque muerta.

Foto: ArchivoConoció a la hija del político Petko Karavelov, Lora, durante una excursión en las afueras de Sofía.

“Lora Karavelova acababa de regresar de un internado católico francés, dominaba 4 lenguas, tocaba el piano y el violín, y dibujaba muy bien. Estaba comprometida con un hombre de poca personalidad, el doctor Iván Dryankov. El encuentro con Lora le impactó tanto que cuando regresó a su piso, Yávorov escribió la poesía Gemido y 8 años más tarde, antes de quitarse la vida tomando veneno y con un balazo, le dedicó esa poesía a Lora. Es un gemido que aún suena con fuerza tremenda”.

Desde 1908 Yávorov fue dramaturgo del Teatro Nacional y era amado por todos. Lora le perseguía con tarjetas, flores, telegramas, le acosaba, pero él siempre la evadía. Sentía que esa mujer le traería desgracia. No obstante, se convirtieron en la pareja estelar de Sofía. El 19 de agosto de 1912 Yávorov se casó con ella.

“En aquel entonces, Yávorov era representante de la Organización Revolucionaria Interna de Macedonia y Edirne, dice Todor Ivanov. -  En su piso guardaba las armas, los sellos y el dinero de la organización. Lora era una mujer muy celosa. Sentía celos incluso de la difunta Mina. Después de uno de los habituales escándalos en la familia, el 30 de noviembre 1913, a las 2 y media de la madrugada, Lora tomó la pistola de Yávorov y con un gesto brusco se disparó en el corazón. Media hora después Yávorov le siguió, pero no murió, solo quedó ciego”.

Los familiares de Lora creían que él le había disparado. El año 1914, el último de su vida, fue un año de agonía. La gente le llamaba asesino, le despidieron del teatro, se quedó sin dinero. Yávorov confesó a los pocos amigos que le quedaban: “Les juro por los huesos de mi madre, no he matado a mi querida Lora, la realidad acabó con ella”. El 29 de octubre de 1914 Yávorov se suicidó con veneno y un balazo. Miles de personas acudieron a su entierro aunque hasta no hacía mucho habían creído que él había asesinado a Lora. Le enterraron al lado de su amada. El crítico literario Boyan Penev dijo ante su tumba: “Ahora no nos damos cuenta qué hemos perdido. Pasará una decena de años, o todo un siglo antes de que los búlgaros comprendan que hemos perdido a un genio”.

Versión en español por Ekaterina Bóbeva



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