Hace una decena de años la habían puesto en el “obituario”. Es Ivet Lálova, la mujer blanca más veloz en el mundo. No era todavía una mujer, era una chica de unos 19 años. En junio de 2004 en la competición por la Copa Europa celebrada en Plóvdiv la corredora provocó un auténtico furor registrando nueva plusmarca nacional y logrando el mejor resultado a nivel mundial para la temporada. ”Me convertí de golpe en la chica que recorre los cien metros en 10 segundos con 77 centésimas y vi cómo toda la atención se centraba en mí. En corto tiempo tuve que crecer y poner más cuidado en lo que hacía y decía”, recuerda Ivet las emociones que la embargaban en aquel momento. Es comprensible su emoción puesto que hasta el momento sólo 5 atletas han sido más celerípedas que ella. Aquel resultado tenía que ser revalidado y seguramente eso iba o ocurrir. El destino, empero, decide otra cosa y en los JJ.OO. en 2004 en Atenas Ivet Lálova se situó cuarta en los cien metros y quinta en los doscientos, con cronometrajes de 11 segundos y 22 segundos con 56 centésimas, respectivamente. En aquellos juegos ocurrió otra cosa a la que no hay que restarle ni ápice de importancia. En Atenas Lálova fue proclamada la atleta más bella de los Juegos Olímpicos, según la clasificación del semanario germano “Stern”. En el invierno de 2005 en Madrid Ivet Lálova accedió a campeona europea en sala en los 200 metros que recorrió en 22segundos con 91 centésimas registrando así un nuevo récord nacional. A comienzos del verano resultó ganadora del torneo “Zapatilla de Oro” en Ostrava, con 11 segundos con 3 centésimas y subió al segundo puesto en el ranking anual. Todo le iba viento en popa hasta aquel 14 de junio de 2005 cuando 15 minutos antes de colocarse en la línea de salida del torneo “Ciclitiria” en Atenas, Ivet, tratando de esquivar la colisión con otro atleta en el estadio de entrenamientos y corriendo a gran velocidad, perdió el equilibrio, se cayó y sufrió una fractura atroz del fémur. Fue sometida a cinco graves intervenciones quirúrgicas y se le implantó un clavo de 38 centímetros en el hueso. Para muchos tales trances hubieran significado el fin de la carrera deportiva. Sin embargo, no fue así para Ivet Lálova. Aquel clavo tras haber sido sacado de su hueso llegó a ocupar un puesto central en su palmarés de decenas de medallas y trofeos porque era símbolo de otra victoria, quizás la más dura, la del espíritu y la voluntad sobre el perecedero físico. Al cabo de dos años de convalecencia y recuperación Lálova volvió a la pista y en Belgrado fue ganadora de la prueba de cien metros, tras recorrer la distancia en 11 segundos con 26 centésimas. Fue un buen resultado como comienzo pero era insuficiente para una buena actuación en el Campeonato mundial en Osaka, en 2007 y en los JJ.OO. de Pekín, en 2008. Tuvieron que pasar otros cinco años para el triunfo de Lálova, con medalla de oro en los 100 metros en el Campeonato Europeo en Helsinki, en 2012.
Este año Ivet se hizo a su misma un estupendo regalo por su 30 cumpleaños, el pasado 18 de mayo, al triunfar en la carrera de 100 metros en la ciudad italiana de Gavardo, logrando el mejor cronometraje en Europa para la temporada: 11 segundos con 10 centésimas. Una semana después triunfó por partida doble, en 100 y 200 metros compitiendo por su club turco “Enka”. También aportó al título en la carrera de relevos en el Campeonato Europeo por equipos en las instalaciones del polidopertivo Vila Real de Santo António.
“He comenzado la temporada en forma extraordinariamente pujante como nunca antes. Necesitaba de un tal arranque. La temporada de verano será extensa y deseo conservar mi óptima forma para agosto. En el Campeonato Europeo en Zúrich correré en las pruebas de 100 y 200 metros. Ansío llevarme de allá medallas y muy agradables recuerdos”. Así lo expresa Ivet Lálova, la velocista para la cual las intenciones coinciden con los resultados, con la benevolencia de la buena suerte, esta suerte que aún está en deuda con ella.
Versión en español: Mijaíl Mijáilov
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