No hace mucho altos funcionaros de la CE dieron a conocer que no se interesaban e incluso no respaldaban la construcción del gasoducto South Stream, diseñado para suministrar gas ruso a Europa Central y Occidental a través del Mar Negro, pasando por el territorio búlgaro. Después del choque a nivel mundial provocado por la decisión del presidente ruso, Vladimir Putin, de cancelar el proyecto, culpando directamente a Bulgaria por la cancelación, parece que en Bruselas se han dado cuenta de que el mayor perdedor de la confrontación geopolítica con Moscú a causa de Ucrania es el miembro comunitario más pobre, es decir, Bulgaria.
Con o sin razón, este país percibía el proyecto como una gallina de oro, capaz de poner los huevos financieros de oro de las tasas que cobraría por el tránsito del gas a través de su territorio. Esto se desprendió claramente de la primera visita de Boiko Borisov a Bruselas, el miércoles y el jueves, realizada después de que él asumiera por segunda vez la presidencia del Gobierno.
El jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, procuró consolar al preocupado primer ministro búlgaro, asegurando que Bulgaria no está sola, que la UE respalda firmemente el país, y que la Unión emprenderá pasos concretos para apoyar el desarrollo e impulsar el bienestar de los ciudadanos búlgaros. Estas generosas promesas son absolutamente merecidas, ya que en el caso del proyecto cancelado, Sofía no hizo nada más que obedecer a Bruselas y poner como condición para que el gasoducto pasase por el territorio búlgaro, el cumplimiento por parte de Moscú del Tercer Paquete Energético de la UE.
Decepcionada tras la cancelación de South Stream, Sofía debía ser compensada de alguna manera por Bruselas por su lealtad. En la capital belga se empezó a hablar que el proyecto no está perdido, que el gasoducto puede ser construido, que puede pasar por el territorio de Bulgaria y que todo depende únicamente de Moscú y del cumplimiento por su parte de la legislación europea, válida en territorio búlgaro, sin chantajear a Sofía. El apoyo moral de Bruselas y las promesas de mayor generosidad con respecto a los subsidios financieros para Bulgaria después del fracaso de South Stream, tal vez hayan acariciado como música los oídos de los preocupados políticos búlgaros. Más aún que inmediatamente después de las garantías de solidaridad por parte de la UE fue anunciada la descongelación de los subsidios europeos, destinados a Bulgaria, de los Programas Operativos de Medio Ambiente y Desarrollo Regional, que habían sido suspendidos por irregularidades cometidas por este país. Al añadir a todo esto el apoyo al Gobierno búlgaro expresado por el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y la convicción del jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, de que Bulgaria está preparada para entrar en el espacio Schengen y que el seguimiento del país en el ámbito de Justicia e Interior será eliminado dentro de unos años, tenemos fundamento para concluir que la delegación búlgara tiene por qué estar satisfecha de las conversaciones mantenidas en Bruselas.
Versión en español por Vesela Petrova
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