La mayoría de los búlgaros no aprueban el discurso del odio, aunque está muy divulgado por toda Bulgaria. Es la conclusión de un estudio sobre la actitud de la opinión pública ante este fenómeno en 2014, realizado por la fundación Sociedad Abierta - Bulgaria. Cerca del 50% de los encuestados han oído palabras de desaprobación, odio o agresión hacia grupos minoritarios. Uno de cada cuatro piensa que estas palabras podrían devenir en violencia contra representantes de dichos grupos. Los más afectados en este sentido son los gitanos, los turcos y los geys, lo mismo que en 2013. En 2014 hay que añadir a estos grupos a los musulmanes y a los extranjeros, debido al flujo de refugiados e inmigrantes a consecuencia del conflicto en Siria y el Oriente Medio. En la mayoría de los casos el discurso del odio es propagado por políticos y periodistas a través de la televisión.
“Según la Carta Internacional de Derechos Humanos, el ejercicio de la libertad de expresión debe respetar los derechos y la reputación de los demás, sin impedir su libertad de expresión, hace recordar en una entrevista a Radio Bulgaria, Ivanka Ivanova, directora del Programa Jurídico de Sociedad Abierta y autora del sondeo. A su juicio, un discurso que fomenta la discriminación puede ser prohibido y restringirlo no es atentar contra la libertad de expresión”.
¿Cual es la tendencia, cuáles son los factores criminógenos que motivan el discurso del odio y qué medidas se deben adoptar contra este fenómeno en Bulgaria?
“Todavía es pronto hablar de tendencias, hace falta realizar varios estudios más. Con los resultados del segundo sondeo podemos decir cuáles son las actitudes variables e invariables. Una de las conclusiones más importantes, que se confirmó también en 2014, es que existe un gran descontento en la sociedad por el uso público del discurso del odio en Bulgaria. Hemos llegado al momento cuando este desagrado debe ser transformado en políticas públicas para que cada institución de los sistemas de educación, sanidad y justicia asuma su responsabilidad y aplique un plan general para limitar el discurso del odio. Éste crea un entorno de desigualdad y agresión a representantes de los grupos minoritarios y se asume como un comportamiento normal y debido. Vemos claramente que la mayoría de los ciudadanos no apoyan tal actitud”.
El estudio dice poco sobre por qué se usa el discurso del odio y hace falta profundizar en este sentido, dice Ivanova.
“Uno de los problemas principales es el estado de la educación. Se habla muy poco de los derechos humanos, del límite entre el lenguaje públicamente admitido y el lenguaje que genera discriminación y agresión. Es una de las medidas para restringir el uso del discurso del odio a incluir en la futura estrategia estatal. La situación en la esfera de educación deriva de factores criminógenos que generan discurso de odio. Un factor adicional es que quedan impunes drásticos casos en este sentido. La reacción no debe ser siempre un castigo, pero hay casos de delitos de odio, conforme al Código Penal, por los que la Fiscalía no incoa un procedimiento penal tratándolos como gamberrismo, es decir, no investiga aparte el elemento del delito de odio. Si el delito queda impune, no se puede realizar la función de prevención general y las personas no saben cómo adaptar su conducta para no incurrir en actos punibles.”
La discriminación acumulada durante 20 años a las minorías en la esfera de los servicios sociales es algo que los políticos deben tener presente en su discurso. Los medios de comunicación también deben reflejar este punto de vista hacia el problema, opina Ivanka Ivanova.
“Si vivimos en una sociedad con gran número de minorías que no tienen representantes en el gremio médico, la policía, la Fiscalía, esto crea una barrera consistente en la desconfianza de las minorías hacia los servicios que les son prestados por estos organismos, y es una premisa para que haya discriminación y racismo. Para superar dicha barrera hace falta una estrategia eficaz sobre la base de 2 pilares principales. Por un lado, hay políticos y líderes que deben reconocer el problema y, al oír palabras de odio, condenarlas en su momento. Hace falta autocontrol en la clase política. La Asamblea Nacional de Bulgaria tiene una Comisión de Ética que debería considerar los casos de discurso del odio y prescribir medidas para su restricción. Sin embargo hace falta una respuesta también del Ministerio del Interior y la Fiscalía como organizaciones responsables de la persecución penal de este fenómeno. El segundo pilar son las unidades educativas que, a través de un enfoque más graduado y moderado, deben inculcar en la gente la comprensión de que existe un lenguaje público inaceptable que crea premisas para dar un trato desigual a las personas”.
Versión en español por Vesela Petrova
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