Todo el Sudeste de Europa se ha convertido en zona de tránsito para la creciente oleada de refugiados que desde el Oriente Medio se dirigen a Europa occidental. Últimamente esta oleada abarcó y, además, en forma dramática, uno de los países vecinos a Bulgaria, Macedonia. Mientras en la frontera con Grecia la policía se esforzaba por frenar el aluvión de centenares de refugiados haciendo uso de gas lacrimógeno, miles de otros no cesaban de afluir. El problema fue uno de los dos temas centrales abordados en la reciente visita de dos días a Skopje del ministro búlgaro de Exteriores Daniel Mitov. Esto es comprensible ya que por la presión migratoria sin precedente desde el territorio griego fue decretado el estado de emergencia, la crisis de los refugiados ya está a punto de convertirse en humanitaria y las autoridades macedonias buscan por todos los medios una asistencia para zanjar este problema. Incluso han pedido la cooperación de Bulgaria. ”Macedonia y Bulgaria son países con fronteras comunes, tienen un destino común y tenemos que ayudarnos mutuamente. Sin una coordinación y esfuerzos mancomunados no podremos resolver este problema”, decía en forma muy directa el ministro macedonio de Exteriores Nikola Poposki.
El jefe de la diplomacia búlgaro se hizo inmediatamente eco de esta petición y aseguró que Sofía respaldaría los esfuerzos de Macedonia por obtener ayuda logística y financiera por las instituciones europeas. Bulgaria ya había ofrecido a Macedonia apoyo logístico y financiero cuando ese país afrontaba una presión de refugiados durante la crisis de Kosovo en la que miles de albaneses étnicos buscaban asilo huyendo de las hostilidades. Ahora, sin embargo, la situación es distinta. Las hostilidades se están librando en otro continente pero la presión de refugiados ha cobrado mayor envergadura. Ahora Bulgaria está custodiando sus fronteras no sólo como fronteras nacionales sino también como frontera exterior de la UE.
Mientras el ministro búlgaro de Exteriores prometía respaldo en su visita a Skopje, en Bulgaria el ministro de Defensa manifestaba que para reforzar el control sobre las fronteras occidentales se recurriría también al ejército búlgaro aunque se emplearía un número reducido de efectivos y de material bélico. La participación de efectivos del ejército en el control fronterizo se suele considerar como inaceptable en tiempos de paz y por haber recurrido Bulgaria a tal participación este país ya había sido blanco de críticas. Ahora, empero, un portavoz de la Comisión Europea ha comentado que a los países miembros de la UE incumbe la responsabilidad de proteger sus propias fronteras y que las medidas a tal efecto se mantienen en el marco de los poderes de las autoridades nacionales. Obviamente la CE acoge con mucha seriedad la advertencia lanzada por la canciller Angela Merkel de que el problema de los refugiados en los próximos años será para la UE un mayor quebradero de cabeza que la situación en Grecia y la estabilidad del euro.
En un momento en que el largamente esperado Tratado de Buena Vecindad con Macedonia está a punto de recibir su redacción definitiva y transformarse en realidad, las circunstancias de fuerza mayor generadas por la presión migratoria pueden provocar decisiones desfavorables para los lazos bilaterales. Es desfavorable incluso el propio hecho de que Bulgaria ya haya recurrido al ejército en el control de su frontera con la amistosa y pacífica Macedonia. Sin embargo, se hará o no se hará uso de efectivos del ejército, según las circunstancias, también en las fronteras de Bulgaria con Grecia y Serbia. Efectivos militares ya se han empleado en las obras de construcción de la valla a lo largo de la frontera con Turquía .
El aluvión de refugiados a la UE es ya un reto de tanta envergadura que obliga a reconsiderar algunas políticas vigentes sobre la libre circulación de personas, y esto es capaz de reflejarse en el libre movimiento de personas entre Bulgaria y Macedonia. Tales cambios surtirían efecto similar también en el intercambio con otros países vecinos. Sofía podría no compartir las acusaciones de Skopje contra Grecia de encauzar ésta los migrantes concretamente a Macedonia. Bulgaria se abstuvo de lanzar tales acusaciones incluso cuando comenzaron a presionar la frontera con Turquía refugiados que antes de llegar a ésta habían estado en Grecia. El problema es tan global que no cabe en el ámbito de los contactos bilaterales. Ahora uno de los retos importantes ante los lazos entre Bulgaria y Macedonia es lograr que esos contactos conserven, a pesar del problema de los refugiados, su evolución positiva.
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