“Wind of Change”, del grupo alemán “Scorpions”, ¿lo recuerdan Vds.? “Vientos de cambio” se convirtió en símbolo de la caída del Muro de Berlín. Hace 26 años este tema musical resonaba como una promesa de nuestro porvenir color de rosa. Nuestro sueño era simple: que también en Bulgaria comenzara a soplar aquel “viento del cambio” y que los búlgaros llegáramos a ser unos europeos dignos. Hace 26 años, un día después de venirse abajo el Muro de Berlín, el entonces jefe de Estado búlgaro, Todor Yivkov, se retiró del poder al cabo de un gobierno que había durado más de tres decenios. Creíamos en aquel momento que se ponía fin, para siempre, del expolio de las personas que tenían que haber construido el comunismo que nunca llegó. Confiábamos que, por fin, la labor de las personas inteligentes y capaces ya sería notada y que sería apreciada en su justa medida. Creíamos que esas personas transformarían a Bulgaria en “La Suiza de los Balcanes”. No pudo ser.
Cada año, en vísperas del 10 de noviembre, los búlgaros solemos hacer una recapitulación de la elección que hicimos. Esta fecha, antaño sacrosanta, ha perdido al pasar los años su brillo, se ha desgastado y se ha vuelto grisácea. Por las características de la transición búlgara se puede cuestionar no sólo su término, sino también discutir en torno a su comienzo. Es discutible si el comienzo se produjo el 10 de noviembre o bien el 7 de diciembre, cuando se creó la Unión de Fuerzas Democráticas, o bien, el 15 de enero de 1990, cuando se celebró la Mesa Redonda en que se acordó suprimir el Artículo 1º de la Constitución, relativo al papel rector del Partido Comunista, la despolitización del ejército, la policía, los tribunales y la fiscalía, o bien, el día 4 de febrero de 1997, cuando tras enfrentamientos en las afueras del Parlamento Nacional, la Unión de Fuerzas Democráticas asumió el poder.
Y ese comienzo, ¿no se habría producido aún antes del 10 de noviembre de 1989? El comienzo y el fin de la transición pueden aparecer como discutibles, pero sus sujetos aparecen hoy en día cada vez más nítidos. Se trata de básicamente, tecnócratas partidistas, ex funcionarios de los Servicios de la Seguridad del Estado y deportistas. Los agentes del cambio resultaron ser no sólo agentes de éste.
¿Por qué no se hicieron realidad los sueños nacidos en las plazas?
“Lo de los sueños es cuestión de unos malentendidos bastante grandes entre las personas - señala Tomá Bikov, del Instituto de Política de Derechas -. Cada uno iba cargando con sueños diferentes. La transición búlgara, en su fase inicial, la efectuaban unos filósofos, en vez de economistas, a diferencia de lo que ocurría en Polonia y la República Checa. Por esta razón, tuvieron que pasar siete años para que viéramos bien claro que nos encaminábamos al capitalismo. La propia Unión de Fuerzas Democrática soslayaba, al comienzo, hacer uso de esta palabra. En el marco del Partido Socialista Búlgaro, discurría el debate de si habría que radicalizar la “perestroika” del régimen socialista, o bien, quedarnos donde estábamos. Hasta hoy en día, esta polémica no ha cesado en este partido y aún no se ha encontrado una decisión. La sociedad búlgara estaba extraordinariamente falta de preparación con respecto a este proceso. En el marco de tal falta de preparación, realmente, hemos logrado bastante, ya que Bulgaria es país miembro de la OTAN y de la UE, a pesar de los problemas que agobian el país. De aquí en adelante depende de nosotros mismos hasta qué punto somos capaces de formular sueños. Es que, para mí, uno de los problemones de los años 90 consistió en nuestra incapacidad de formular nuestro sueño al margen de los parámetros técnicos que surgirían posteriormente, o sea, la adhesión a la UE y a la OTAN”.
“Al decir que unos filósofos echaron los cimientos de los cambios al comienzo de la transición búlgara, no debemos olvidarnos de los literatos - dice el doctor Boris Popivanov, profesor en la Universidad “San Clemente de Ojrid” de Sofía. Se trata de un testamento no menos temible que fue descubierto 150 años antes por Alexis de Tocqueville en su obra “El antiguo régimen y la revolución”, quien señalaba el papel pernicioso de los literatos en la política, los cuales aplicaban sus sueños, faltos de realismo, en una realidad, que reclamaba enfoques totalmente distintos. Descubrimos con sorpresa una máxima: Bulgaria es un país muy particular en el que en 10 años cambia todo, y, en 100, nada. Desde el punto de vista de esta máxima, ya podemos ver la ironía que el destino nos ha deparado. Conmemoramos el 26 aniversario de la caída del Muro de Berlín, el desplome del muro como la caída de las barreras entre nosotros. Ahora se convierten en símbolos de nuestra vida cotidiana unos muros y vallas que aparecen por doquier: la famosa valla entre Serbia y Hungría, y cualquier otro tipo de muros en toda Europa en el contexto de la crisis migratoria. Volvemos a este tipo de símbolos para ponderar la realidad en que nos ha tocado vivir. En “Vientos de cambio” del grupo Scorpions se menciona: y que tu balalaica nos cante lo que mi guitarra quiere decir”. Por ironía del destino, hoy la balalaica y la guitarra se encuentran fuertemente confrontadas. Tenemos que sacar la enseñanza de que la historia no tiene término y que no ha concluido en 1989. Muchas cosas pueden retornar y, encima, con apariencia más monstruosa, así que la sociedad debe hacer acopio de sus fuerzas de resistencia para escaparse de unas tendencias que sólo nos hacen retroceder al pasado sin indicarnos perspectiva alguna sobre el porvenir”.
Versión en español por Mijail Mijailov
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