“Creo que incluso el talentoso Stanislav Stratíev, que escribió especialmente para Velko Kánev el papel protagonizado por él en la película icónica Orquesta sin nombre, difícilmente encontraría palabras de consuelo si estuviera entre nosotros. Velko era de los actores que hacen que un día en el teatro sea una fiesta; de las personas que dejan trocitos de sí en cada uno de sus roles". Estas son las palabras con las que el ministro de Cultura, Vezhdí Rashídov, despidió al actor en su último viaje a la morada definitiva.
Las palabras eran la vida de Velko Kánev tanto en el escenario como en la pantalla. Eran palabras ajenas, pero él las recreaba de manera tal que se convertían en suyas propias – cautivadoras, conmovedoras, inspiradoras. “Lo que se quiere expresar con palabras ajenas, un texto que el actor ha leído y que tiene que decir en la forma de expresarse de otra persona es algo que de ninguna manera debe permanecer como una frase ajena sino que tiene que pasar a través de su fuero interno”, decía Kánev.
El actor debe su enorme popularidad entre el público nacional en mayor medida al cine. Sus papeles en las películas Orquesta sin nombre, Matriarcado, Tiempos viriles, Amor terco, ¡Bonne chance, inspector!, le hicieron inolvidable para varias generaciones de búlgaros.
“Empecé a rodar por primera vez en 1973. Hasta entonces, mientras estudiaba en el Instituto Teatral, no lo hacía. Fue el realizador Gueorgui Diulguérov quien me invitó por primera vez. Pero mi profesor en el Instituto, Apóstol Karamítev, me llamó y me dijo que no iba a dejarme a rodar por una simple razón: mientras no me adentraba en el teatro, mientras no aprendía bien los principios de la profesión, todo lo demás no se haría correctamente. Y creo que estaba en lo cierto. Desde 1973 hasta ahora suman una treintena las películas que he hecho”.
Éstas son palabras de una entrevista concedida por Velko Kánev en 1986. En aquel mismo año el actor rodaba la película Amor terco de la que decía: "Esta película y este papel son tal vez mi encuentro más auténtico con el cine”. Para el público, sin embargo, todos sus papeles son sendas auténticas aproximaciones al talento y la maestría interpretativa de Kánev.
En 1978 el actor ya formaba parte de la compañía del Teatro Nacional donde se metía en la piel de los personajes de grandes escritores y dramaturgos nacionales y extranjeros como Yordán Radíchkov, Iván Vázov, Chéjov, Molière, Shakespeare, Griboyedov, Beckett, Dostoievski, Pinter y muchos otros.
En 1991 Kánev cosechó el prestigioso premio teatral nacional Askeer a Mejor Actor de reparto por su actuación en la obra 12 hombres sin piedad. En 1994 consiguió otro Askeer, por el rol del pope Krastyu de la pieza Vino de Pascuas, de Konstantín Ilíev, destacado dramaturgo y traductor búlgaro, con puesta en escena a cargo de Iván Dóbchev. Su encarnación en el papel del traidor del Apóstol de la libertad búlgara, Vasil Levski, llenaba hasta el tope la sala del Teatro Nacional durante 10 años y conmovía al público, que salía de las función con lágrimas en los ojos. En 2007 ganó el segundo premio en el Festival Internacional de Monodrama Monocle de San Petersburgo. El 2 de octubre de 2008 le fue adjudicada la medalla Santos Cirilo y Metodio de primer grado por méritos en el ámbito de la cultura y el arte. Este mismo día el actor celebró su 60 cumpleaños con el estreno del monodrama 12 monólogos sin piedad.
Respondiendo a la pregunta sobre cuál es la mayor ilusión en su vida, Velko Kánev decía: “Sigo viviendo con la sensación de que me he prometido a algo muy hermoso y muy necesario como el teatro. Sigo creyendo que todo el mundo tiene una necesidad interna de aproximarse a un pedacito de él para variar su día, emparentarse con la fantasía y la invención en el arte”.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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