En Navidad y Año Nuevo los árboles que más se buscan en Bulgaria son los abetos y los pinos. Con ellos en el hogar se introduce comodidad mientras que su decoración le da un magnífico ambiente festivo. En los últimos años se buscan cada vez más árboles de Navidad con raíz para plantarlos, acabadas las fiestas, en el vecino parque o en el jardín. En esos días goza de especial estima también el cornejo. “Aunque lo quiera, uno no puede tener todos los árboles en su patio pero nuestros antepasados lo compensaban, guardando siempre en casa objetos con destinación especial: útil, protectora y mágica”, escribe en un estudio el periodista Stefan Yanákiev.
En la cultura popular búlgara el cornejo se considera un árbol mágico; trae esperanza de buena salud y buena suerte, y, debido a su madera resistente y robusta, es símbolo de longevidad. De cornejo se hacían los más sólidos y hermosos mangos de armas, las flautas pastoriles de más dulce cantar y las piezas de palo de las gaitas. La madera dura permite ser pulida hasta el brillo, más tarde le incrustaban plata.
De cornejo es el palo con el que el 20 de diciembre, el Día de San Ignacio de Antioquía, o Ignazhden en búlgaro, el primer huésped que entra en la casa atiza la lumbre, de cornejo son también los cayados de los koledar, los cantores búlgaros de villancicos, y las survachka adornadas con frutos secos, roscas, palomitas de maíz, copos de algodón o lana cruda y algunas monedas de los pequeños survakar que recorren las casas llegado el Año Nuevo recitando votos de bonanza. En Nochebuena, en la mesa hay cogollos de cornejo que se incensan junto con los alimentos, luego se tiran en el hogar para reventar para que haya salud y suerte. En Bulgaria prácticamente no hay mercado donde, antes de Navidad, no se vendan ramitas de cornejo.
Otro árbol favorito de los búlgaros es el fresno. De este árbol dicen que trae felicidad. En algunos villancicos es elogiado como árbol del paraíso o del mundo; se cree que posee la capacidad de ahuyentar a los malos espíritus.
Entre los árboles más venerados por los búlgaros se sitúa, asimismo, el arce. Debajo de él uno puede sentarse o dormir sin temor a los espíritus malignos o los hechizos. El pastor, si toca flauta de arce, no tiene miedo de internarse en los sitios más peligrosos, aquelarres de hadas. Se creía que si los objetos más importantes de la casa: la cantimplora y el balde, son de madera de arce, protegen contra todos los males. Nuestros antecesores creían que la pértiga con que se llevan al hombro los cubos de agua debe ser de fresno o de arce, y en la plaza de la aldea solían plantar otro árbol favorito, el sicomoro, bajo cuya sombra se sentaban a charlar.
Hoy en día en muchas aldeas y ciudades de Bulgaria hay árboles centenarios de esta especie. La aldea semiserrana de Dzhigúrovo, en el suroeste de Bulgaria, cerca de la ciudad de Sandanski, está encaramada en una colina en el monte Pirin. Su principal atractivo es un sicomoro de ocho siglos. De este árbol viejo, envuelto en leyendas, Snezhana Dimitrova, secretaria de la casa de cultura local, cuenta lo siguiente:
“En nuestra biblioteca hay un libro de anales en el que está descrita una leyenda sobre este árbol secular. En la aldea había dos templos, el de Santa Nedelya y el de Santa María. En un día festivo un sacerdote vino a rezar. Llevaba una ramita de sicomoro que clavó en el suelo para atar su caballo. Terminada la misa, desató al jaco y se marchó. De la vara creció este sicomoro que hoy es un árbol secular. Se supone que tiene más de 800 años. A lo largo de los años el pueblo ha ido construyéndose alrededor del sicomoro y ahora allí está nuestra plaza. Al lado del árbol hay una fuente donde viene gente de todo el municipio de Sandanski por agua. Nuestra agua es limpia y muy sabrosa. El tronco del sicomoro es ramificado y en él se ha formado un gran agujero. Las personas mayores recuerdan que en éste había un horno de pan. Se reunían para comprar pan caliente y a platicar un rato. Para nosotros este es uno de los lugares favoritos de la aldea. Allí está la parada del autobús; además, el árbol sirve como punto de orientación. Decimos: Cuando llegues donde el sicomoro, toma a izquierda o a derecha”.
En 2014 el sicomoro de la aldea de Dzhigúrovo fue incluido en la prestigiosa clasificación de los árboles seculares de Bulgaria. Fue colocado entre los diez finalistas en la quinta edición del concurso de árbol búlgaro más querido, Árbol con Raíz 2014. De la región de Blagoevgrad a la ronda final llegó un árbol más del municipio de Sandanski; en la categoría “Los árboles seculares hablan”, el jurado clasificó también el plátano oriental que desde hace 13 siglos arroja su sombra en el patio del monasterio de San Jorge Vencedor, en el pueblo de Zlatolist, próximo a Dzhigúrovo.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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