Refugiado entre las colinas, sobreviviendo gracias a los cuidados de unos cuantos monjes o monjas de edad avanzada, sumergido en silencio y recuerdos del pasado… Esta suele ser, comúnmente, la idea que tienen los búlgaros sobre los monasterios nacionales. Por eso la algarabía, los dibujos y las pelotas infantiles y los pies corriendo que se escuchan y se ven en el patio del monasterio de San Jorge el Triunfador, en el barrio capitalino de Kremíkovtsi, son una agradable sorpresa.
En realidad, ¿quién ha dicho que los juegos no compaginan con las virtudes cristianas? Según el padre Serafín Yanev, higúmeno del monasterio: Lo que el Señor nos enseña es no impedir a los niños que lleguen al templo. Junto con un equipo de correligionarios el sacerdote un año más demuestra que los campamentos ortodoxos para niños además de posibles de organizar, son de gran utilidad para los menores de la zona, que los esperan con impaciencia. La idea de los campamentos ortodoxos nació cuando el padre Serafín había ido a visitar a los escolares de la aldea de Gorna Málina (oeste de Bulgaria).
Hemos visto que los niños estudian muchas cosas útiles para la vida. No obstante, la educación es organizada de tal manera que ellos se convierten en dispositivos que cargamos de memoria –cuenta el clérigo– . Al final aprenden cosas que luego les sirven para conseguir con facilidad éxito en la vida terrenal. Sin embargo, en este mundo material el ser humano no es simplemente materia. Lo fundamental es que sean humanos, que sean personas con moral; y esto es algo que no se aprende en la escuela. Por eso se gestó esa idea. En el cenobio, apartados de lo mundano, en un ambiente distinto donde no hay computadoras, los niños podrán ver la vida de una manera diferente, buscarán respuesta a las preguntas de por qué vivimos, qué significa ser humanos, y también que hemos de tener respeto por el otro; no hay lugar para la agresión, la envidia, la condena, cada uno debe poner todo su afán en el trabajo. Procuramos enseñarles a los niños que sean amigos, y conseguimos estos objetivos.
Los campamentos ortodoxos para niños se organizan en el monasterio de Kremíkovtsi por cuarta vez consecutiva. Dos décadas atrás el primero en dedicarse a esta tarea fue el monasterio de la villa de Jadzhidimovo (extremo sur del país), cerca de la ciudad de Gotse Delchev, y los gastos los asume íntegramente la homónima eparquía (circunscripción territorial bajo la autoridad de un obispo que en Occidente se denomina diócesis). En 2015, en el monasterio de la localidad de Kuklen (provincia de Plovdiv) también siguieron el buen ejemplo pero allí el plazo que duran los campamentos es más corto. En el de Kremíkovtsi los niños pasan siete días durante los cuales aprenden a fondo los valores cristianos. Además, mediante conferencias y juegos interesantes reciben conocimientos básicos sobre la fe ortodoxa.
¿Es difícil acometer en otros muchos lugares una empresa similar?
Hoy en día se considera que la Iglesia es el edificio y los obispos y sacerdotes que ofician en el mismo –dice el padre Serafín– . Eso es erróneo. La Iglesia, en realidad, somos todos y cada uno de nosotros, las personas, independientemente de quiénes somos: sacerdotes, obispos o creyentes; y cuando nos unamos como una Iglesia verdadera y viva, como una comunidad de individuos, entonces muchas cosas podrán ser posibles. Me alegra que aquí donde sirvo a Dios y a la gente hay semejante comunidad porque no es fácil organizar un campamento de esa índole. No se trata sólo de la oportunidad para que los niños duerman en el monasterio; me refiero a los recursos que hay que conseguir, para materiales para el campamento y para alimentar a los niños. Además, disponemos de maestros y, a Dios gracias, profesionales excepcionales que no son unos meros teólogos sino pedagogos, psicólogos, logopedas. Ellos ayudan a los niños a hacer frente a los problemas espirituales que tienen.
Se acerca el final de las vacaciones y del año eclesiástico. El próximo verano el padre Serafín Yanev volverá a buscar ayuda para reunir a los niños en torno al templo, en uno de los monasterios más antiguos que conforman el llamado Pequeño Monte Athos de Sofia. Y con toda seguridad la conseguirá, porque la causa vale la pena. Según el religioso, lo que la Iglesia puede hacer por los niños es enseñarles a no ser agresivos y mostrarles el lado espiritual del mundo. Lo material no debe convertirse en nuestro principal objetivo porque toda la vida se nos irá en perseguir nuestra propia idea de la prosperidad. Podemos enseñar a los niños todo tipo de lecciones pero no les servirá de nada convertirlos en máquinas.
Versión en español por Daniela Radíchkova
fotos: Archivo personal
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