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¿Se han producido “por encargo del sultán” las recientes manifestaciones del primer ministro búlgaro?

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En Estambul, Boiko Borisov también fue recibido por el presidente turco, Recep Erdogan. El primer ministro búlgaro piensa haberse convertido “involuntariamente en mediador entre Turquía y la UE”.
Foto: BGNES

El viernes de la semana pasada, el primer ministro búlgaro, Boyko Borisov, debatió en Estambul con su homólogo turco, Binali Yuldirim, las relaciones problemáticas entre Turquía y la UE, generadas por la crisis de refugiados. Desde Estambul ambos líderes exhortaron a todos los países a respetar los compromisos asumidos y a manifestar una solidaridad verdadera a la hora de ir superando las dificultades. Un día después. el primer ministro búlgaro discutió estos temas en Berlín con la canciller germana, Angela Merkel. El viaje entre los dos países acaparó fuertemente la atención de la sociedad búlgara por la convicción de que Borisov se habría encargado de una misión mediadora entre Turquía y la UE, y también por provocar el periplo de algunos comentarios violentos y hasta sarcásticos. El propio primer ministro asegura haberse transformado involuntariamente en mediador entre Turquía y la UE.

Radan Kanev, líder de la formación de derecha Demócratas por una Bulgaria Fuerte comentó con sorna que Borisov no había cumplido “la tarea que el sultán le había encomendado” ,ni había conseguido defender la posición nacional ante Merkel y que sus dos viajes habían sido un intento torpe por “combinar el populismo electoral y el llamado al voto étnico turco con  la ignorancia y miedo en la política exterior”. El analista político, Ilian Vasilev, considera que la mediación que el primer ministro ensaya en los contactos entre Turquía y la UE es una tarea digna pero ardua, porque reclama pericia diplomática extraordinaria y que “es fácil que el mediador se quede con  las consecuencias de las relaciones deterioradas  y se funda como un fusible”.

Sin embargo, las intenciones de Borisov no han sido exclusivamente hacer de mediador. En Estambul el primer ministro turco Yuldirin le aseguró que Turquía haría todo al alcance de sus posibilidades para reducir el peso de la presión migratoria sobre Bulgaria. En Berlín, la canciller alemana Merkel volvió a prometer que Alemania colaboraría con Bulgaria con vistas a que ésta recibiera  asistencia  complementaria para la custodia de sus fronteras. En Berlín, el primer ministro búlgaro insistió nuevamente en una solidaridad verdadera en el seno de la UE. De este modo puso de manifiesto que, a pesar de los mentís de Bruselas, seguía fiel a su convicción de que actualmente cada Estado “busca pánicamente” la forma  de  afrontar solo la crisis.

En realidad, la reunión de Borisov con Merkel no fue un intento de mediación, sino parte de toda una sucesión de esfuerzos de la canciller por lograr decisiones coordinadas en lo tocante a la  crisis de los refugiados y, en este contexto, la canciller germana también se reunió con los jefes de  Gobierno de Austria, Croacia y Eslovenia. No obstante, no se puede negar que por detrás de las más recientes declaraciones de Borisov asoman también intenciones electorales. En vísperas de las elecciones presidenciales, el primer ministro se empeña en hacer gala de un comportamiento autónomo en medio de la situación sumamente complicada en el Viejo Continente. Su solidaridad con Turquía ha provocado, por un lado, aprobación en el seno del electorado étnico turco. Por otro lado, este comportamiento también agrada a la mayoría de los búlgaros que últimamente mantienen ánimos de escepticismo frente a la política europea de Sofía acogiéndola, con frecuencia cada vez mayor, como de servilismo con respecto a Bruselas y en detrimento de los intereses nacionales relacionados con otros países y regiones del mundo.

Movido por las mismas consideraciones, el primer ministro búlgaro viene comportándose, últimamente y de manera  reiterada, como partidario de una política más suave de Occidente respecto a Rusia. Este afán se viene manifestando con claridad muy mayor en las filas de la oposición y, probablemente, el nuevo rumbo del premier búlgaro apunta a neutralizarlo. Eso, desde luego, a menos que  Boyko Borisov  tenga la intención de conseguir un cambio u orientación políticos auténticos. Para tales, empero no se necesitan unas elecciones presidenciales, sino otras, parlamentarias.

Versión en español por Mijail Mijailov



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