Mientras nos preguntamos cada vez más a menudo en qué tiempos vivimos, uno de los escultores búlgaros más conocidos a nivel mundial, Pavel Koychev, ha decidido invitar a su público a sus “días felices”. Hace apenas unos días inauguró en la galería capitalina Rayko Alexiev su último proyecto, la exposición “Oh, días felices, oooh”.
Saben, se llama así por una obra de Samuel Beckett que me impresionó mucho “Oh, días felices”. Hace unos años Tatiana Lolova la representó en el Instituto Cultural de Hungría, fue un espectáculo maravilloso, y mi mujer y yo nos dijimos que cuando ocurriera o recordaramos algo bueno, diríamos “Oh, días felices”. Y así hasta el día de hoy. Y las tres “o” del título son un añadido mío. Son como un gemido, un grito, porque cuando eres más feliz te viene el pensamiento de que esa felicidad terminará. Esas tres “o” son como un eco de la felicidad que hubo y que no hay que olvidar, cuenta Koychev.
Su eco de la felicidad en este proyecto está recreado de una forma interesante a través del regreso al pasado y recuerdos con ayuda de dibujos infantiles de sus hijos y nietos que cuelgan del techo de la galería. Ellos son, pues, coautores de la exposición, y Pavel Kolchev sonríe al pensar que no les ha pedido su autorización para utilizarlos, pero espera que no le juzguen, ya que son familia.
Expongo ocho esculturas y dibujos infantiles. Seis de las figuras son de niños pequeños, de mis dos hijas y mis cuatro nietos, que “vuelan” por el espacio con fotos en blanco y negro, y entre ellos, como una nevada, se encuentran suspendidos sus dibujos. Dos grandes figuras tumbadas, hombre y mujer, en las que se puede reconocer cualquier padre o madre, abuelo o abuela, porque de ellos no he puesto fotos. Los dibujos infantiles eran muy importantes para mí, porque esto es la pureza absoluta en el arte. Los dibujos de los niños en edad preescolar, es decir, antes de ser absorbido por el sistema educativo, son geniales. Aquí podría exponer dibujos de otros niños de entre tres y cuatro años, no sólo de los míos, y serían igual de fantásticos.
“Oh, días felices” se podrá ver hasta finales de noviembre. Pavel Koychev tiene una respuesta muy clara a la pregunta “¿quién puede querer ver su exposición?”:
En esta exposición me dirijo absolutamente a todo el mundo, para recordarles sus días y sus momentos felices, porque todos los tenemos. Dedico la exposición a todos los padres, hijos y nietos.
Pavel Koychev afirma que no lleva la cuenta de todas sus exposiciones. Más o menos deben ser unas 24 o 25 desde 1989. Pero hay que decir que son muy diversas, sobre temas distintos y enfocadas de forma diferente, declara el artista.
En 2002, él y sus colegas Gredi Assa y Houben Cherkelov representaron a Bulgaria en la Exposición Internacional de Arte de Venecia. En 2008 Pavel creó la eco-casa-escultura “Gradezhat” en el pueblo de Osikovitsa, y este verano junto con el mecenas Miroslav Mihaylov realizó en el mismo lugar la galería al aire libre “Originales”. En el parque, entre los árboles, Koychev expuso uno de sus últimas obras, titulada “Fenómenos y Tentaciones”. Hoy, seis meses después, lleva a cabo otro desafío artístico: recordemos los días felices. ¿Y cómo seguirá el escultor creando sus cuentos de hadas?
No me gusta anticipar nada sobre mi trabajo. Tengo algunas ideas, pero todavía no he empezado a trabajar en ellas, porque no me gusta llevar a cabo varios proyectos a la vez. Si me dedico a una cosa debo dedicarme solamente a ella para no distraerme, porque si no mis fuerzas disminuyen, y no quiero malgastarlas.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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