Finalizó el martes la primera visita oficial al extranjero del presidente electo de Bulgaria, Rumen Radev. No ha sido una visita a Washington ni tampoco a Moscú. El jefe de Estado búlgaro optó por la capital belga, Bruselas, corazón de la UE y de la OTAN, para disipar los recelos surgidos durante su campaña electoral de que Radev mantendría una marcada orientación prorrusa.
Al intervenir ante reuniones y concentraciones en la campaña electoral de cara a los comicios presidenciales en noviembre pasado, Radev iba manifestando, con diferentes motivos y con grado distinto de contundencia, que las sanciones contra Moscú eran perniciosas para la política y la economía de los países miembros de la UE y que había que revocarlas lo antes posible. Ahora, empero, el presidente de Bulgaria ha matizado su posición expresando que el tema no forma parte del orden del día y que las sanciones deben mantenerse como hasta ahora. De momento. En última instancia, Rumen Radev ha ocupado una postura de expectación, siguiendo el ejemplo de la CE, aguardando la última palabra sobre el tema del presidente electo de EE.UU., Donald Trump.
Rumen Radev ha mantenido en Bruselas cuatro reuniones políticas importantes: con Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea; con Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo; con Antonio Tajani, presidente de la Eurocámara y con Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN. Durante las conversaciones el presidente de Bulgaria suavizó, con todo, la manifiesta retórica rusófoba de su predecesor, Rosen Plevneliev, quien durante su quinquenal mandato no dejaba de calificar a Rusia poco menos que de un “imperio del mal”, un término de la época de la Guerra Fría.
Por otro lado, el jefe de Estado búlgaro reiteró ante sus interlocutores la posición de Sofía de una pertenencia incondicional del país a la UE y a la OTAN, al tiempo que resaltaba la solidaridad de Bulgaria con la lucha contra el terrorismo internacional. No obstante, dijo, asimismo, que el aumento de la capacidad defensiva y disuasiva de la OTAN debería ir de la mano con el ahondamiento del diálogo con Rusia, con el fin de evitar confrontaciones y discrepancias.
Otro aspecto relevante de las conversaciones en Bruselas del presidente de Bulgaria ha sido la posición búlgara en lo tocante a la oleada migratoria rumbo a Europa. El jefe de Estado búlgaro ha manifestado una vez más que ya es hora de reconsiderar el Acuerdo de Dublín, ya que existe el riesgo de que países de la UE, que son frontera exterior de la misma se conviertan en una zona colchón y un gueto para los migrantes. Bulgaria es uno de esos países.
Hace una semana, el presidente Rumen Radev desmintió y disipó los recelos de que, habiendo sido electo con el respaldo del opositor Partido Socialista Búlgaro, PSB, él nombraría un Gobierno provisional “rojo”, o sea, socialista. Radev se dotó de un confort político interno tras designar a un Gabinete, integrado básicamente de cuadros, desempolvados de la naftalina, de la Unión de Fuerzas Democráticas y el Movimiento Nacional Simeón II y al frente con el primer ministro, Ognian Guerdzhíkov. De momento, la sede del PSB sigue tragando saliva, encerrada en el mutismo. En virtud de su visita a Bruselas el jefe de Estado se ha asegurado, asimismo, un confort político exterior, al manifestar la lealtad de Bulgaria al euroatlantismo. Los observadores coinciden en valorar estas dos jugadas del presidente de Bulgaria como sabias y sagaces.
No hay que olvidar, con todo, que Bulgaria es una república parlamentaria antes que presidencial. La palabra del presidente es importante pero no decisiva y la política del país será forjada por el Parlamento futuro y el Gobierno de la mayoría tras las elecciones anticipadas del próximo 26 de marzo. De modo que la primera visita oficial a Bruselas del presidente de Bulgaria ha sido significativa, pero no determinante para la política exterior de Bulgaria.
Versión en español por Mijail Mijailov
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