Durante la semana hemos sido testigos de contiendas verbales y turbulencias políticas preelectorales vinculadas a la reforzada presencia de la OTAN en la región del mar Negro. El ex primer ministro de Bulgaria y líder del partido GERB, Boyko Borisov, fue el primero en “abrir fuego” después de que el ministro interino de Defensa, Stefan Yanev, confirmara en la reunión de la OTAN en Bruselas el apoyo de Sofía para el curso de la Alianza en el mar Negro. “Me tacharon a mí de obediente y son ellos los que mostraron obediencia en Bruselas”, declaró Borisov y recordó su postura del verano del año pasado en contra de la iniciativa de crear una flota en el mar Negro que se opusiera a una eventual agresión rusa. En aquel entonces, el todavía Primer Ministro búlgaro manifestó que no quería ver en el mar Negro buques de guerra y submarinos sino “barcas, veleros y turismo”.
Las turbulencias se intensificaron al unirse al “tiroteo” la líder del Partido Socialista Búlgaro (BSP), Kornelia Nínova, que dirigió el “fuego” contra su oponente político, Boyko Borisov. “El halcón Borisov trata de transformarse en gorrión pero el intento resulta fallido”, señaló Nínova y recordó que fue el Gobierno de GERB el que, en la cumbre de la OTAN en Varsovia en julio de 2016, apoyó los planes de reforzar la presencia de la Alianza en la región del mar Negro a causa de la situación en torno a Crimea y Ucrania. Kornelia Ninova precisó que su partido está “en contra de que Bulgaria y el mar Negro sean usados como campo de maniobras” y “a favor de que el mar Negro sea declarado zona desmilitarizada”.
A la discusión se incorporó asimismo el presidente de Bulgaria, Rumen Radev, respaldando “el fortalecimiento de la capacidad defensiva de la OTAN en el mar Negro”. El Jefe de Estado destacó que los ejercicios militares en esta región “no representan ninguna amenaza para las barcas, los veleros y el turismo” y que “los entrenamientos militares planificados de la OTAN en el mar Negro, que fueron negociados en la cumbre de Varsovia, no tienen nada que ver con la idea de la llamada Flota del mar Negro” –esta última propuesta por Turquía y rechazada por Bulgaria. El presidente Radev instó a las fuerzas políticas a estar conscientes de que durante la campaña electoral “el tema de la seguridad no tolera la incompetencia y debe ser discutido con extrema responsabilidad”.
Dejando a un lado el discurso preelectoral de los políticos búlgaros, la dislocación de efectivos y equipos militares estadounidenses en el polígono de Novo Selo para ejercicios de rotación, así como la intensificación de las maniobras navales de la OTAN incluso en las aguas búlgaras del mar Negro podrían suscitar una respuesta de Moscú. Según algunos observadores internacionales, la nueva dinámica de la Alianza sin duda desestabilizaría la región del mar Negro; Rusia hasta ya había orientado sus misiles contra Bulgaria. Otros, a su vez, creen que en las palabras de Borisov sobre “las barcas, los veleros y el turismo” hay razón. El año pasado, a raíz de la situación de inestabilidad en la vecina Turquía, aumentó el flujo de turistas extranjeros hacia la costa búlgara del mar Negro, y también los ingresos del sector turístico nacional. Cabe preguntarse, empero, ¿sucederá lo mismo en el verano de 2017?
Versión en español por Daniela Radíchkova
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