El presidente de Turquía no es todavía un sultán pero sus emisarios comenzaron a impartir ultimátums en países extranjeros, como si intentaran resucitar al Imperio Otomano. En la semana que termina fue noticia de primera el comportamiento escandaloso - eufemísticamente dicho- del embajador turco en Bulgaria, Süleyman Gökçe. El martes entrevistado por la televisora Nova abandonó el buen tono y dijo tajante que Sofía debería cambiar su forma de diálogo con Turquía. “Quiero que la dirección política frene esta locura porque esto no es constructivo y no facilita las relaciones bilaterales”, amenazó. A su juicio la retórica contra Ankara semejaba los tiempos del socialismo, o sea que, Turquía sería una amenaza para la seguridad nacional de Bulgaria. La guinda del pastel ha sido la tesis de Gokce de que Turquía es, de hecho, un garante para la seguridad nacional de Bulgaria y que “genera prosperidad y paz para todos sus vecinos”. El embajador se argumentó diciendo: “Actualmente hemos dado acogida a 3,6 millones de refugiados .¿Cuántos son ellos en Bulgaria? Varios miles .Y es que Turquía gasta más de 2 mil millones de dólares para retenerlos en su territorio”. Entiéndase que, por ahora retenemos a los refugiados pero también podemos hacer otra cosa. Es una amenaza que el presidente turco Erdogan viene lanzando periódicamente contra Europa. Horas después de la escandalosa comparecencia televisiva del embajador turco, el presidente de Bulgaria, Rumen Radev, le impartió, en rueda de prensa, una lección de diplomacia. ”El Gobierno de Bulgaria se basa en principios de buena vecindad y en la no injerencia en los asuntos internos de los países vecinos, pero no permitiremos una influencia sobre nuestros asuntos internos y esto debe quedar meridianamente claro. El jefe de Estado búlgaro no se tomaría la libertad de comentar la situación política interna de otros países tal y como lo ha hecho el presidente turco refiriéndose al estado de la democracia búlgara”. Cabe recordar que unos días antes de celebrarse las elecciones parlamentarias del pasado 26 de marzo ,Recep Taiyyp Erdogan acusaba a Bulgaria de ejercer presión, antes de los comicios, sobre los turcos que viven en Bulgaria. Valeri Simeonov, copresidente de los “Patriotas Unidos”, quien muy probablemente tendrá cartera de ministro en el nuevo Ejecutivo, también tuvo una reacción violenta ante la cadena de televisión Nova exigiendo que Giokce fuera declarado Persona Non Grata. “El descaro no tiene límites, su conducta ha roto todas las normas políticas”, dijo Simeonov.
La forma suprema de “diplomacia” de Gokce, mostrada por la televisión, también saltó a la prensa, dos días después, el jueves. En entrevista para el diario 24 Chasa, el embajador reiteró sus puntos de apoyo a los que sumó una nueva “guarnición”. La valla de alambradas que Bulgaria construye a lo largo de su frontera con Turquía para frenar el flujo migratorio, no le gustaría a Turquía y sería “un juguete costoso”. Y agregó con tono socarrón que “los gobernantes búlgaros tienen derecho a decidir cómo gastar el dinero recaudado de los contribuyentes búlgaros”. Precisamente en la misma forma en que las autoridades turcas decidieron gastarse 600 millones de euros del dinero de los contribuyentes para construir el palacio blanco de Erdogan.
Si a las manifestaciones en los medios informativos sumamos el hecho de que el embajador recorría junto con Liutvi Mestán las localidades de población musulmana en Bulgaria para crear allá estructuras del partido étnico DOST, que hacía propaganda a favor de éste en la campaña electoral en marzo y que hasta fue convocado al Ministerio de Exteriores de Bulgaria, deberíamos preguntarnos, ¿qué tipo de diplomático es este embajador y en base a qué trata a Bulgaria como si fuera una provincia turca?
Por sus manifestaciones, el embajador turco ha logrado un récord peculiar, puesto que ni siquiera embajadores de las Grandes Potencias se habían tomado jamás la libertad de injerir tan brutalmente en los asuntos internos de Bulgaria.
Versión en español por Mijail Mijailov
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