Según el Instituto de la Lengua Búlgara, adscrito a la Academia de Ciencias de Bulgaria, aproximadamente 15 millones de personas en todo el mundo hablan búlgaro. De ellos, un grupo específico son los extranjeros que estudian el búlgaro como segundo idioma.
En este país no son pocas las escuelas que ofrecen este tipo de enseñanza. Una de ellas es la escuela de idiomas en la ciudad de Veliko Tárnovo, en el norte de Bulgaria, donde imparte clases la Dra. Iliana Dimitrova. La Dra. Dimitrova sostiene que existe y que seguirá existiendo un fuerte interés en el aprendizaje de la lengua búlgara, y nos dice más acerca de sus alumnos.
La mayoría son británicos. Las investigaciones de los etnólogos que se dedican a estudiar los procesos de la migración indican que los británicos son una de las nuevas oleadas migratorias en Bulgaria. Una parte considerable se integra en el entorno búlgaro estudiando el idioma a efectos de la comunicación. De las personas que quieren estudiar el búlgaro como segundo idioma, los principiantes son el grupo más nutrido. Lo que me hace sentir muy feliz últimamente es que, una vez cubiertos los primeros niveles de competencia en lengua búlgara, A1 y A2 del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas, los estudiantes quieren enriquecer sus conocimientos con niveles más altos.
El amor por lo búlgaro –el suyo propio, pero también el mostrado por los extranjeros– ha hecho que la Dra. Iliana Dimitrova se dedicara a la docencia.
En 2003 la Universidad de Veliko Tárnovo me invitó a colaborar con el Seminario Internacional de Lengua y Cultura Búlgaras que se celebra cada verano en la ciudad. Yo era estudiante de último año en la especialidad de Filología Eslava y acepté la invitación. Fue entonces que nació este amor. Cada día veía cómo a estudiantes de todo el mundo se les saltaban las lágrimas al escuchar el sonido de la gaita búlgara, o el apetito con que degustaban la emblemática para la cocina tradicional búlgara ensalada “shopska”. Les preguntaba por qué estudian el búlgaro que, a pesar de ser una lengua europea, es un idioma “pequeño” en la Comunidad. Respondían que no sabían, que simplemente les gustaba Bulgaria sin razón aparente. Decían que había algo en nosotros, los búlgaros, y en Bulgaria que no conseguían explicar pero que los emocionaba y hacía que desearan regresar aquí de nuevo. Fue entonces cuando decidí que debía dar a esas personas lo mejor de mis conocimientos y habilidades. Hasta hoy en día enseñar el búlgaro a extranjeros es un tema que me tomo muy a pecho.
Dos alumnos de la Dra. Iliana Dimitrova hablan sobre Bulgaria, los búlgaros y las diferencias culturales entre los pueblos.
Luca Pensato es de Génova, Italia. Es cocinero profesional. Estudia búlgaro porque tiene varios amigos búlgaros y le gustaría vivir en Bulgaria un día y abrir un restaurante italiano aquí.
Realmente me encantan las frutas y las hortalizas búlgaras, y también la cocina local –dice– . Espero que un día pueda trasladarme a vivir en Bulgaria. No creo que tendría problemas porque entre los búlgaros y los italianos no hay mucha diferencia. Ambos pueblos amamos las mismas cosas: disfrutar de la vida, comer y beber bien, y cuidar de la familia y los amigos. Cuando estoy en Bulgaria me siento como en casa.
Linda Sprigg nació en Melbourne, Australia. Ha trabajado como geóloga en diferentes países por 12 años. Hoy vive con su familia en Bulgaria, donde cría a sus dos hijos.
Me gusta la variedad de las estaciones –comenta Linda– . Este pasado invierno me ha impresionado particularmente, nunca había vivido otro semejante. Bulgaria tiene casi de todo: montañas, playas, ríos, pueblos, ciudades, y todos tienen su propio encanto. Una agradable sorpresa ha sido también la comida tradicional búlgara. Creo que los búlgaros son, por regla, hospitalarios y simpáticos. Me encanta cómo personas que no se conocen de nada hablan entre sí en la calle y en las tiendas como si fueran amigos. Incluso mi madre, que estuvo hace un mes en Bulgaria, dijo lo mismo. La diferencia más típica entre los búlgaros y los australianos es que si un australiano termina en una isla solitaria con unos cuantos contenedores y una manguera, se pondrá a hacer cerveza. Un búlgaro en la misma isla solitaria va a destilar aguardiente rakia.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo personal
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