Estos días se celebró en Moscú una sesión muy importante, la del grupo de trabajo “Energética” de la comisión intergubernamental búlgaro-rusa de cooperación económica y científico-técnica. Ha sido de importancia no sólo porque el sector de Energía, junto con las autopistas sea uno de los temas predilectos del Ejecutivo, sino también porque Bulgaria tiene ambiciones muy serias en este ámbito, las cuales incluso trascienden sus fronteras y van cobrando dimensiones europeas. Es un ejemplo en este sentido el hub gasista “Balcan”, en la costa búlgara del mar Negro, concebido como peculiar centro repartidor de gas para todo el Sudeste Europea e incluso para la porción central del Viejo Continente. Junto con estas ambiciones de gran envergadura, Bulgaria afronta determinados problemas en el sector de Energía. Se trata de la amenaza que se cierne, por disposición de Bruselas, sobre las centrales termoeléctricas en el país, las que, según las más recientes ideas y planes de la UE, deberán quedar cerradas dentro de unos años por la excesiva contaminación atmosférica que provoca el carbón que utilizan El problema es que estas centrales están generando el 40 % de la energía eléctrica que consume el país. También se trata de la única por ahora planta nuclear búlgara que va acercándose al final de su explotación y cuya vida el Gobierno pretende alargar en una veintena de años. Entre la multitud de problemas energéticos de Bulgaria figura también el que se relaciona con la suerte que correrán los dos nuevos reactores nucleares, pedidos y pagados ya a los fabricantes rusos, destinados a la congelada nueva planta nuclear que debía haberse construido, por idea, también a orillas del río Danubio, y cuyo proyecto quedó suspendido por el Parlamento. Actualmente, estos reactores esperan una decisión sobre la ulterior suerte que correrán, y el país no deja de barajar ideas sobre qué hacer con ellos y cómo recobrar al menos una parte de los centenares de millones de euros pagados por ellos.
Éstos, entre otros muchos problemas fueron abordados en la citada sesión del grupo de trabajo a la cual asistió no sólo la ministra búlgara de Energía, Temenuzhka Petkova, sino también el propio ministro ruso de Energía, Alexander Novak. Al mismo tiempo, el propio hecho de que la ministra búlgara haya conversado con el todopoderoso jefe de la Gazprom, Alexei Miller es una prueba de que Moscú también insiste en mantener su cooperación energética con Bulgaria y que se está dando cuenta del puesto y papel de ésta en el mercado energético europeo. Los expertos y las personalidades políticas tampoco omitieron abordar las diferentes modalidades para la cooperación tanto en el terreno de las centrales termoeléctricas amenazadas con el cierre como en lo tocante a la red de transportación y de suministro de gas, y en la esfera de la energética nuclear, entre otras. Además, no hay que olvidar que justo en lo tocante a las materias primas energéticas, Bulgaria se encuentra casi íntegramente dependiente de Rusia, y así es ruso el gas y también lo es la central nuclear. Este hecho provoca la irritación de algunos políticos y expertos y desagrada, especialmente, a Bruselas pero, así son los hechos: en Europa simplemente no hay proveedor de energía más importante que Rusia. No por casualidad, el gigante estatal ruso Gazprom ha desplazado por su importancia al Exxon Mobil, hasta no hace mucho líder energético mundial. Tal es la realidad y, las ambiciones y los planes de diversificar las fuentes y los suministros energéticos, se enfrentan, de momento, a la cruda realidad mercantil, geográfica y económica. Algunos están contentos, otros no. Algunos consideran que Rusia es el Enemigo Número 1 pero los que tienen los pies bien puestos sobre la tierra bien saben que Rusia no puede prescindir de Europa justo en la misma medida en que Europa no es capaz de prescindir de Rusia. Nunca se ha dicho que las dos partes deban profesarse cariño mutuo pero está bien claro que ambas deberían sacar provechos de la colaboración. Es precisamente tal la política de las autoridades búlgaras que, al continuar siendo aliados fieles de la OTAN y miembro cabal y convencido de la UE, mantienen la política de los cálculos exactos y de defensa de los intereses nacionales.Es por esto que, pese a las acusaciones mutuas, las sanciones, las tensiones y las fricciones entre Moscú y Europa Occidental, Sofía hace todo en la medida de sus capacidades para conservar la cooperación económica con Rusia al nivel indispensable. En este empeño el éxito no le acompaña siempre y resulta muy significativo en este sentido el gigantesco proyecto sobre el gasoducto Corriente del Sur, frustrado por Bruselas. Sofía, al parecer, se ha sacado las conclusiones necesarias de aquella colleja y ahora se afana por respetar estrictamente las regulaciones de Bruselas, defendiendo sus intereses nacionales. Todo el mundo puede salir ganando de esto.
Versión en español por Mijail Mijailov
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