El 1 de noviembre es una fiesta de todos los búlgaros para conmemorar a los visionarios que se convirtieron en líderes espirituales de nuestra nación. En esta fecha honramos la labor de los hombres letrados, los próceres de la ilustración y los luchadores por la liberación nacional que han preservado los valores, la moral y la fe del pueblo búlgaro a lo largo de los siglos. La festividad se llama el Día de los Próceres de la Ilustración Nacional.
La celebración de este día tiene casi 110 años de historia. La iniciativa fue promovida un 1 de noviembre de 1909 por los maestros escolares de la ciudad de Plovdiv, la segunda mayor ciudad de Bulgaria, quienes se reunieron y decidieron que el Día de San Juan de Rila Taumaturgo, protector celestial de Bulgaria, también celebrarían el Día de los Próceres de la Ilustración Nacional. Fue un acto de protesta contra el olvido de las grandes figuras del período antes de la Liberación de Bulgaria del dominio otomano en 1878. En 1922 el ministro de Educación a la sazón, Stoyán Omarchevski, propuso que esta fecha fuera declarada Día de Homenaje a todos los “insignes búlgaros con méritos especiales”.
Cabe señalar que la festividad surge en un tiempo severo de ruina espiritual y desolación nacional después de la Primera Guerra Mundial. El sueño de unificación de todos los búlgaros en un Estado libre y próspero acababa de colapsar y esto causaba la desintegración y decadencia de la nación. En un momento como aquél, los líderes populares buscaron inspiración en el ejemplo de las personalidades más distinguidas del pasado quienes, con el poder de la sabiduría y el verbo, rescataron al pueblo de la oscuridad de los tiempos de ignorancia y opresión extranjera.
Hoy en día, cuando vivimos en un mundo de alta tecnología y podemos perdernos fácilmente en el vasto mar de la información, una vez más necesitamos el ejemplo de aquellos que pueden ser considerados próceres ilustrados de la época actual. Son personas que saben cuáles son las cosas realmente valiosas en la vida, que no son tentadas por el dinero y la gloria, sino que muestran afecto por las raíces búlgaras y la Patria. A los próceres ilustrados de hoy en día no se les encontrará entre la multitud ruidosa de calles y plazas. Hablan claro y con sensatez, y a menudo en sus ojos se asoma una lágrima cuando recitan versos patrióticos. Su fuente de experiencia son principalmente los libros, y desean transmitir el interés por el saber a los demás.
Un sincero prócer ilustrado de los tiempos nuevos es Ana Válkova, de la pequeña aldea de Karnare, en la provincia de Kárlovo, en Bulgaria central. Más de 30 años Ana Válkova pasa su tiempo en la biblioteca de la local casa de cultura. La mayoría de los niños de la aldea literalmente crecieron con los cuentos e historias que les lee todos los días.
Por desgracia, en la actualidad son cada vez menos las personas que se dedican a la lectura –dice Ana Válkova– , es un fenómeno masivo. La gente prefiere entretenerse con los teléfonos inteligentes y las tabletas. Todos los días, y especialmente durante las vacaciones, reúno a los niños en la sala de lectura de la biblioteca. Siempre encuentro tiempo para leerles un libro. También les hago leer a ellos en voz alta, hacemos dictados y luego reviso los errores. Además resolvemos problemas matemáticos y les enseño la tabla de multiplicar. A menudo suelo organizar caminatas a sitios locales de interés natural e histórico. Les hablo sobre la historia y las grandes personalidades de nuestra región. Todos los niños me esperan frente de la biblioteca para comenzar con nuestras actividades, y de verdad no puedo imaginarme que los niños vengan a la casa de cultura y que la encuentren cerrada. Es por eso que no me voy de vacaciones durante el verano. Quienes trabajamos en las casas de cultura lo damos todo para preservar la vida en la comunidad y levantar el espíritu de la gente.
Un año más, el Día de los Próceres de la Ilustración Nacional hace reflexionar a Ana Válkova sobre los jóvenes de hoy y su educación.
No estoy contenta de que en Bulgaria se va imponiendo una fiesta no búlgara y no ortodoxa como Halloween. Me indigna que en algunas escuelas se organicen mascaradas en lugar de celebrar el Día de los Próceres de la Ilustración Nacional. Los búlgaros tenemos en el mes de febrero una fiesta maravillosa, el Domingo del Perdón, cuando podemos disfrazarnos para ahuyentar el mal. Aquí, en Karnare, esta tradición sigue viva. Encendemos una hoguera grande y alrededor de ella bailan los kuker con sus máscaras y disfraces. Es una fiesta búlgara, parte de nuestra identidad. Me pregunto, ¿a dónde vamos si reemplazamos nuestras costumbres y tradiciones con las importadas de fuera?, dice en conclusión Ana Válkova.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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