En los últimos años ha aumentado el número de búlgaros que regresan a Bulgaria. A pesar de que la mayoría de casos son simplemente estadísticas, parte de esas personas tienen destinos e historias interesantes que merece la pena contar.
Martín Petrov se licenció en Derecho por la Universidad de Sofía, tras lo cual decidió especializarse en el extranjero. Eligió dedicarse al Derecho Penal, y se matriculó en un programa de posgrado en Canadá. En la Universidad de Montreal participó en un proyecto de investigación en su especialidad, que le aseguró una pasantía en el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia en La Haya, y más tarde, un trabajo permanente ahí. Excepcionalmente entregado a su trabajo, no tardó en subir en la jerarquía, creó confianza y se hizo un nombre entre sus compañeros.
Tras una década en que estuvo dedicado al Derecho Internacional, Martín decidió que había llegado al límite de su desarrollo profesional y que era hora de encontrar una nueva vocación. Mientras tanto, pasaba más tiempo en casa con su hija, que solía ir a un club infantil en La Haya. Se percató del gran deseo con que la niña acudía a las actividades, y pronto comprendió que el club no tenía nada que ver con estas salas de fiestas y diversión donde los padres dejan a sus hijos a pasar un momento agradable, sino algo más. El club trabajaba según un programa de una tradición de más de 40 años que se aplicaba en más de 350 sucursales en todo el mundo.
Las actividades son para niños de 10 meses a 12 años, y las clases se dividen por grupos de edad. El objetivo del programa es ayudar al desarrollo temprano de los niños en tres áreas: física, mental y social –explica Martín– . Los niños hacen ejercicios físicos, juegan y se divierten al sonido de la música compuesta especialmente para el centro. Todas las actividades siguen un estricto plan de estudios, y cada semana el tema y las habilidades que aprenden los niños varían. Así aprenden mucho más sin darse cuenta de que estudian, porque para ellos eso es un juego.
Martín descubrió que la empresa estadounidense que creó estos centros buscaba nuevos mercados y oportunidades para crecer, y decidió presentarse como candidato. La suerte le sonrió de nuevo y consiguió convencer a los dueños de que él era la persona adecuada para desarrollar su proyecto en Bulgaria. Así, a través de una franquicia trajo la empresa a Bulgaria y descubrió su nueva misión en la vida: ayudar a los niños a ser una parte integral de la sociedad porque ellos son su futuro.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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