Bulgaria se encuentra en el Sudeste de Europa y como la mayoría de los países en esta porción del Viejo Continente no dispone de recursos hídricos ilimitados. No fluyen en este país ríos tan importantes ni tan caudalosos como el Támesis, el Sena, el Rin o el Volga Además, las precipitaciones medias anuales no son copiosas. Al mismo tiempo es fenómeno característico para el país el que un 75 % de las precipitaciones se evaporan. Pese a que la valoración de los recursos hídricos frescos en Bulgaria, de 106,7 mil millones de metros cúbicos anuales, le asigna al país un puesto al lado de los países europeos de cantidades relativamente considerables, un déficit de agua sí puede surgir, sobre todo en las regiones de escasas lluvias, mayor densidad de la población y producción industrial con gran consumo de agua.
Sobre este telón de fondo cabría esperar que el agua en Bulgaria –como recurso natural raro y limitado– fuera utilizada de forma ahorrativa y atenta. Sin embargo, los datos facilitados por la estadística oficial indican algo completamente distinto. Los expertos han calculado que en el trayecto desde la fuente hasta el consumidor un 56 % del agua se pierde en fugas y desperfectos en las tuberías de las compañías de suministro. O sea, más de la mitad del agua que consumen los hogares y las empresas simplemente desaparece, infiltrándose en el suelo o evaporándose.
Es cierto que las pérdidas y las fugas son inevitables y se registran en cualquier parte del mundo pero en Bulgaria las escalas de estas pérdidas resultan inaceptablemente extensas y hablan mal de todo el sector hidráulico de la economía nacional porque son pérdidas dos veces más importantes que las pérdidas medias en la UE. Y es que nadie puede prescindir del agua: ni los empresarios ni los hogares. El agua es un preciado recursos natural, y el bien número 1 junto con el aire, la luz y la tierra. Por esto la gente se siente especialmente sensible con respecto al tema del precio del agua. Las facturas del agua son diferentes en las diferentes regiones del país y su monto está en función del lugar en que se capta el agua y la distancia que ésta recorre para llegar al grifo del usuario. El agua potable proviene de diversas fuentes, entre represas, pozos, ríos que fluyen en libertad, manantiales en la superficie del suelo.
Los datos oficiales arrojan que en 2016 la cantidad total del agua fresca y no fresca consumida en el país había sido de 4721 millones de metros cúbicos manteniéndose así al nivel que había tenido en el año 2015. Un habitante de Bulgaria consume una media de 100 litros diarios de agua que llegan hasta el usuario en tuberías de acero o eternita, el 86 % de las cuales se habían instalado ya en la época del comunismo. El grueso de la cantidad del agua, un 65,4 % se suministra a los hogares, un 11,1 % se emplea en el sector de los servicios y un 13,8 % se va para las diferentes industrias.
Las autoridades tienen bien claro el hecho de que se están despilfarrando cantidades enormes de agua y suelen tomar medidas conformes a sus fuerzas y capacidades. No son estas medidas especialmente grandes y así en una serie de regiones del país hay restricciones en el suministro de agua y ésta llega a los grifos de los consumidores únicamente a unas horas determinadas e, incluso, días. Se han hecho bastantes mejoras en la red de suministro de agua también con el empleo de subsidios otorgados por la UE que han permitido sustituir en numerosos núcleos poblacionales las tuberías obsoletas por otras nuevas para el agua potable y las aguas residuales y de esta forma reducir las pérdidas causadas por las fugas.
Estas medidas, sin embargo, cuestan dinero y, además de los recursos otorgados por la UE, la factura del agua la deben pagar asimismo los propios búlgaros. Justo por esta razón desde el pasado 1 de enero los precios del agua han subido en un 2,5 % y hasta un 20 % en 14 de la totalidad de 28 regiones en Bulgaria. Forman parte de estas 14 provincias 15 ciudades búlgaras medianas de industria, comercio, agro, turismo y servicios desarrollados. La medida, por cierto, no ha sido del agrado de gran número de los consumidores finales, sobre todo, de los usuarios que son los empresarios nacionales porque el alza representa, en realidad, otro golpe más que están sufriendo tras el incremento del 30 al 65 % en la factura de la corriente eléctrica para uso industrial, entrado en vigor siempre desde el 1 de enero de 2018.
En la práctica el resultado un golpe por partida doble, uno por el agua y, el otro, por la electricidad, sin contar el alza de la factura del gas, que es mínima.
En última instancia la factura la deberán pagar los consumidores finales y esto repercutirá acentuadamente sobre la inflación y el poder adquisitivo. Algunos expertos ya señalan que estas alzas tendrán por resultado una tasa inflacionaria del 5 %, y esto en un momento en que los búlgaros ya habían comprobado la existencia de un poco más de dinero en sus bolsillos, gracias al auge de la economía nacional. Será como un baldazo de agua fría sobre su entusiasmo consumista.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo
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