En 2018, Bulgaria conmemora el 140º aniversario del nacimiento de Peyo Yávorov, uno de los poetas nacionales más preciados, que sigue fascinando a las almas que buscan respuestas. Su dramático destino a menudo despierta el interés del público, y para los amantes de la literatura, y sobre todo de la poesía, su vida es objeto constante de interpretación e investigación.
El interés por la personalidad del poeta, así como por los detalles de su vida, nunca ha decaído, y el amor por él sigue vivo, dice Ivo Míltenov, curador de la casa museo Peyo Yávorov en Sofía.
Además de dedicarse a la labor poética, Yávorov desarrolló actividad revolucionaria. A los 17 años el joven Peyo, como toda una generación de búlgaros nacidos alrededor de la época de la Liberación de Bulgaria de la dominación otomana en 1878, estaba consumido por la idea de la liberación de las tierras búlgaras en Macedonia, que en virtud del Tratado de Berlín del 13 de julio de 1878 permanecían dentro de los límites del Imperio Otomano.
Fue entonces cuando nació el ideal nacional búlgaro de la unificación de la patria fragmentada –explica Ivo Míltenov– . Ya en su primera incursión en Macedonia con el destacamento del revolucionario búlgaro Mijaíl Chakov, en 1902, Yávorov empezó a publicar el periódico “Libertad o muerte”, en el que manifestaba un espíritu apasionado y un gran fervor patriótico. El ardor revolucionario de Yávorov es auténtico, marca el auge del espíritu de liberación nacional búlgaro que alcanzó su punto culminante en 1912 con el inicio de la Primera Guerra Balcánica.
Para los investigadores de la obra del poeta, Yávorov seguirá siendo recordado por su lírica amorosa, que marca el punto más alto de la poesía búlgara en ese género. La mayor parte de esos poemas, que son verdaderas obras maestras, fueron escritas en Nancy (Francia) entre 1906 y 1907, en forma de epístolas a Mina Tódorova, el primer gran amor y musa del vate. Si hacemos una comparación con los poetas franceses de la época del presimbolismo y el simbolismo, como Charles Baudelaire, Gérard de Nerval, Paul Verlaine o Stephane Mallarmé, ¿dónde quedaría Yávorov?
Baudelauire a menudo es comparado con Yávorov debido al dramatismo que el poeta francés ponía en sus versos. Por la finura de la forma Yávorov más bien se acerca a Verlaine aunque eso es muy relativo. A Yávorov le gustaba el simbolista Maurice Maeterlinck, a quien tradujo y publicó en la revista Mísal (Pensamiento). El simbolismo y el presimbolismo ejercen su influencia pero Yávorov no es un epígono del simbolismo. Es una individualidad creativa genuina, su naturaleza poética no se nutre de elementos externos. Yávorov es excepcionalmente original.
Hasta finales del siglo XIX y principios del XX, la poesía búlgara estaba influenciada por las luchas por la liberación nacional. Con el surgimiento de nuevas generaciones que se inclinan más por el lado espiritual de la existencia, la materia poética cambió su forma orientándose hacia lo invisible y lo místico.
La materia se volvió más profunda y más difícil de estudiar, por eso los instrumentos se refinan; el simbolismo es uno de esos instrumentos, comenta Ivo Miltenov. Tal vez por ello Yávorov es tan cercano al alma de todos aquellos para quienes lo importante es la esencia, y no la apariencia.
Podemos estar contentos de tener en nuestra historia a semejante poeta y pensador que ha avanzado siglos en el pensamiento poético y filosófico búlgaro –dice Ivo Míltenov– . Estoy convencido de que si no fuera por su destino trágico, Yávorov habría avanzado en la esfera del teatro dramático para llevar el pensamiento filosófico de Bulgaria a otro nivel, en otra dirección, adecuado a la época. Eso habría enriquecido nuestra literatura con otra tradición más: la del drama filosófico.
Versión en español por Marta Ros
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