La Sanidad de Bulgaria está atravesando por una grave crisis. Kiril Ananiev, ministro de Sanidad, anunció en forma personal recientemente que a partir del comienzo del próximo año comenzará a funcionar un modelo completamente nuevo del sistema sanitario que sustituirá al modelo actual que había demostrado y está demostrando su ineficiencia. ¿Cómo podría ser acertado un sistema si los 345 hospitales en Bulgaria tienen acumuladas deudas del orden de más de 250 millones de euros y, además, la Caja de Seguro Sanitario, estatal y obligatoria, pese a haber recibido del Presupuesto para el año 2018 más de 200 millones de euros complementarios, adeude a hospitales extranjeros 140 millones de euros?
El sistema está a punto de desintegrarse y, amenaza la vida y la salud de todos los siete millones de búlgaros en este país. Es harina de otro costal el que de estos 7 millones de ciudadanos más de 1 millón carecen de la respectiva cotización sanitaria obligatoria pero, a pesar de no cotizar, disfrutan de asistencia médica, ya que los centros sanitarios no tienen derecho a denegarles asistencia médica urgente aunque ésta no esté pagada por la Caja Nacional de Seguro Sanitario.
En realidad, se llega así el asunto relacionado con la gestión del sistema sanitario. El presupuesto asignado al sistema sanitario nacional este año rebasa la cuantía de 2500 millones de euros y supera en más de 200 millones de euros la suma asignada el año pasado. Si a esta cuantía se suman los pagos directos que hacen los pacientes en comprarse medicinas o en pedir servicios médicos complementarios, el resultado es una suma superior a los 4000 millones de euros, cifra impresionante para Bulgaria. No ha sido casual la mención que se hace de los pagos directos porque, con o sin seguro sanitario, cada búlgaro necesitado de asistencia médica o de algún fármaco, debe, en todos los casos, hacer pagos complementarios, sacando el dinero de su propio bolsillo. Es que la Caja de Seguro Sanitario no abona jamás más de la mitad del precio de los medicamentos. Teóricamente, el tratamiento hospitalario lo cubre la Caja pero, en la práctica, nadie está contento. Los pacientes protestan porque se les pide dinero hasta por las cosas complementarias más nimias. Los hospitales se quejan de que la Caja no les reembolsa los gastos efectivos que hayan hecho, ya que maneja precios, algunos de los cuales, sin actualizar desde hace una decena de años. Es por esto que, en la práctica, no hay hospital público o municipal que no se haya endeudado. Existe, eso sí, una pequeña pero elocuente excepción, la del llamado hospital gubernamental subvencionado por los gobernantes con generosidad inédita. Resulta, en última instancia que tanto los hospitales como la Caja Sanitaria se encuentran endeudados hasta las cejas y no son capaces de enjugar estas deudas. Todo el mundo está trabajando endeudado y los más perjudicados son los proveedores a los hospitales quienes si lleguen a cobrar un día el dinero por los medicamentos, equipos y consumibles suministrados, lo percibirán con un retraso de más de un año.
¿Qué dónde está la clave del problema? Lo muestra el ejemplo de los hospitales privados que no dejan de multiplicarse en el país. La mayoría de estos centros sanitarios también trabajan con la Caja Nacional de Seguro Sanitario que también a ellos les paga sumas inferiores a las que cuesta el tratamiento de los pacientes. Sin embargo, no hay información alguna sobre centros sanitarios privados que estén en apuros financieros. Todos estos hospitales privados disponen, además, de instalaciones mucho más modernas que las de los públicos, sus equipos son último grito de la técnica electrónica, se desempeñan en ellos los médicos mejores del país a los que han ofrecido sueldos más atractivos.
El dinero que la Caja Sanitaria transfiere a hospitales públicos y municipales sólo alcanza para pagar sueldos que distan mucho del monto de los salarios cobrados en el sector privado, y este hecho provoca un éxodo de personal médico de esos dos tipos de hospitales. Ello obliga a los hospitales públicos y municipales a reducir el volumen de los servicios médicos que ofrecen. En última instancia, estos centros sanitarios se ven metidos en un círculo vicioso: no hay dinero porque no hay servicios, y no hay servicios porque no hay plata.
Kiril Ananiev, actual ministro de Sanidad y ex viceministro de Finanzas quiere que todo el sistema de la Salud Pública cambie pero no desciende a detalles. A juzgar por su desarrollo profesional hasta ahora, se puede esperar con gran dosis de seguridad de que, en primer lugar, se apostará por cambios en la política financiera y la administración empresarial de los hospitales.
Mientras, los centros sanitarios que aún encuentran fuerzas para funcionar, a pesar del déficit de dinero y de cuadros, esperan con impaciencia las reformas de este ministro de Sanidad, ya el décimo sexto en los dieciocho años ya transcurridos de este siglo XXI.
Versión en español por Mijail Mijailov
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