Una de las primeras cosas que los extranjeros suelen aprender sobre Bulgaria es que este es el país de las rosas. Hay incluso un valle entero en el sur de este país famoso por el nombre de Valle de las Rosas.
De hecho, sin embargo, las rosas, además de figurar en la promoción turística y generar una imagen mediática atractiva de Bulgaria, tienen por destino asegurarles el sustento a granjeros e industriales especializados en destilar aceite de rosas. En Bulgaria, a los efectos de la producción industrial de aceite de rosas, se está cultivando la rosa oleaginosa de Kazanlak, heredera y descendiente de la rosa damascena. Los primeros testimonios documentados sobre su cultivo en los actuales territorios de Bulgaria se remontan a comienzos del siglo XVIII, y el aceite de rosas ha cobrado fama mundial y no hay ni una sola empresa mundial productora de cosméticos que se precie y respete la calidad de sus productos que no emplee como materia prima aceite de rosa búlgaro.
Sin embargo, la situación de los cosechadores de los pétalos de rosas y de quienes se encargan de su transformación no es en absoluto de color de rosa. En realidad, los más afectados son los cultivadores de rosales, los cuales ahora están en plena temporada e inician desde las cinco de la madrugada la recolección manual de los pétalos de la flor. Por un lado estos agricultores se encuentran agraciados este año con una cosecha excelente pero, por el otro, se ven abocados a la quiebra y la insolvencia por los bajos precios de acopio de su producción. En los primeros días de la campaña de recogida manual de la cosecha, el precio de los pétalos de rosa se ha mantenido de 1, 5 euros por kilo. Los cultivadores de rosales han sentido ira por este precio que ni siquiera es capaz de cubrir sus gastos y casi todos los días protagonizan protestas cortando el tráfico automotor por importantes carreteras de su región. En el marco de la crisis, a cuya solución ha intentado aportar el propio ministro de Agricultura, Rumen Porozhanov, los precios no sólo que no han subido, sino que se han situado a unos niveles humillantes, de 0,60 euros por kilogramo. Cabe señalar a estas alturas que un 1 kilo de aceite esencial de rosa se comercializa a precios que van de 5 a 6 mil euros.
¿Quién es capaz de ayudarles a los granjeros a que obtengan precios más justos por sus flores? De momento esto no está bien claro. El Ejecutivo no dispone de herramientas para influir en los precios de mercado. Los productores con licencias de pétalos de rosas se verán compensados, por los bajos precios de acopio este año, con un subsidio “De minimis”, ha prometido, con todo, el ministro de Agricultura en la ciudad de Karlovo. Los propios cultivadores de rosales, por su parte, no tienen la capacidad de negociar con los comerciantes mayoristas desde una posición de fuerza, ya que deben vender urgentemente los pétalos de rosas que, de mantenerse sin vender demasiado tiempo, perderán sus propiedades útiles y no podrán servir para la destilación de aceite de rosas. Los comerciantes al por mayor desean, muy lógicamente, comprar a los precios más bajos posibles y no les conviene pagar más dinero por una mercancía que tiene limitada vida útil. Justamente en eso, empero, creen algunos que reside la causa verdadera por los precios increíblemente bajísimos de la rosa oleaginosa, ofertados por los comerciantes mayoristas y las destilerías.
Maya Manolova, Defensora del Pueblo, y buna serie de expertos opinan que existe un acuerdo de cártel, o sea, una coordinación de los precios en base a los cuales las empresas transformadoras adquirirán la fragante materia prima. Y es que esto se encuentra en contradicción con el principio de la libre competencia. Sin embargo, aun siendo así, ello resulta muy difícil de demostrar y comprobarlo llevará mucho tiempo, y es que los productores de rosales no pueden aguardar porque las rosas se les van marchitando. Es evidente que esta temporada será “cero”, según han explicado algunos de los recogedores de pétalos de rosas, o sea, que la cosecha no redundará en unos ingresos suficientes, capaces de cubrir los gastos y asegurar algunos beneficios.
Sin embargo, resulta igualmente obvio que, incluso exclusivamente por consideraciones de conservar intacta la imagen del país, habrá que hacer algo con el fin de evitar la ruina de un ramo que es un símbolo de Bulgaria. Esto, con toda probabilidad, se producirá por vía legislativa, al preverse precios mínimos para la compra de los pétalos de rosa. Los cultivadores de rosales opinan que una tal evolución de las cosas será buena, si bien alertan que, de demorarse demasiado las cosas, la producción de pétalos de rosa podrá quedar borrada por completo del mapa económico de Bulgaria, quedando únicamente unos recuerdos del insustituible aceite de rosa búlgaro.
Versión en español por Mijail Mijailov
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