Todo comienza a finales de junio, cuando en tres granjas de ovejas en la aldea de Voden, en el municipio de Bolárovo (sudeste de Bulgaria) se detectan tres casos de peste en los pequeños rumiantes. Para detener la infección, las autoridades veterinarias ordenan sacrificar a 700 ovejas y cabras y sus crías. Pese a las medidas restrictivas, la situación sale de control y las estadísticas negras con la eutanasia de los animales se extienden a la aldea de Kosti, en la región de Tsárevo (sureste de Bulgaria), donde 7 años antes, después de una epidemia de fiebre aftosa, de 150 granjas sólo seis continúan con la cría de ganado pequeño.
Ahora la situación se repite debido a una prueba positiva en una de las granjas, lo que impone el sacrificio de todas las cabras y ovejas de la aldea. En respuesta a las medidas extremas, veterinarios con largos años de experiencia han opinado que las muestras positivas sin exámenes adicionales completos, un cuadro clínico y un desarrollo de la enfermedad no pueden ser una causa para la destrucción masiva de los rebaños. Sin embargo, para reasegurarse, la Agencia Búlgara para la Seguridad de los Alimentos ha ordenado eutanasiar también a animales sanos. Por otra parte, a los ganaderos no se les instrucciona cómo proteger a los rebaños contra la propagación de la enfermedad, y la tragedia alcanza a las aldeas de Kráynovo, Strandzha y Shárkovo, siempre en el sureste del país, donde 46 de las muestras tomadas dieron positivo. En esa ocasión tampoco hubo animales con un cuadro clínico de la enfermedad pero las autoridades procedieron a la destrucción masiva de 2.000 ovejas y cabras, pese a los intentos desesperados de los ganaderos de oponerse a las medidas rigurosas. Inquietados por la destrucción indiscriminada de animales en la región de Strandzha ciudadanos de la ciudad de Burgás, en la costa sur del mar Negro, bloquearon las carreteras hacia los pueblos de la provincia de Yámbol, en el sureste de Bulgaria. En la acción para salvar a los animales de Shárkovo tomaron parte también jóvenes de la capital, Sofía, y de la ciudad marítima de Varna, en la costa norte del mar Negro, consiguiendo atraer a la opinión pública.
Según los ganaderos, las compensaciones no pueden restaurar los rebaños destruidos creados durante años.
Lo que el Gobierno puede hacer es compensar a esa gente –dice Alexánder Sidi de la coalición nacionalista Frente Patriótico– . Sin embargo, hay un período de cuarentena durante el cual no podrán criar animales. Los expertos opinan que se trataría de un período de mínimo de 6 meses o un año. Al principio, se pagará una compensación, luego, se sugiere que los ganaderos de otras regiones del país donen animales a los granjeros afectados.
La indignación pública estalló cuando en la Red Global fueron publicados videos e imágenes de una anciana que se negaba a separarse de sus cabras, pidiendo a la gente que la ayudara a salvar a su rebaño. Ni la final del Mundial de fútbol fue un estorbo para muchos para ir a Strandzha y hacer una cadena humana alrededor de la pequeña granja de la abuela y de esta manera impedir la eutanasia de sus animales.
El 18 de julio, el descontento generado por el tratamiento duro de los animales y sus dueños se transformó en protesta ante la sede del Gobierno en la que tomaron parte pecuarios de todo el país que reivindicaban la dimisión de los responsables de la crisis en el sector. Fue grande el número de los habitantes de la capital que apoyaron a los ganaderos y exigieron la renuncia del Ejecutivo. En las filas de los manifestantes destacaban las camisetas amarillas de un centenar de trabajadores del crematorio de Shumen, en el noreste de Bulgaria.
Apoyamos a los ganaderos y protestamos contra el cierre de nuestro crematorio. En vez de incinerar los cadáveres de los animales sacrificados en nuestro crematorio, los entierran; luego todo se va al suelo, al agua, y después de un tiempo la contaminación vuelve a surgir.
Por su parte, los veterinarios insisten en que enterrar los cadáveres significaría la reaparición del mismo virus dentro de unos pocos años. Entonces, la ganadería, que se destruye lenta e irremediablemente, seguro que sufrirá de nuevo.
El Prof. Iván Stankov, de la Asociación Nacional de Ovinos y Caprinos, también expresa sus preocupaciones sobre el futuro del sector y ofrece cifras concretas que dan lugar a algunas reflexiones.
Las pérdidas sufridas por estas personas son enormes, se liquidan sus medios de subsistencia. La mayoría de ellos son personas mayores que no van a criar animales de nuevo. Comenzando con 11 millones de pequeños rumiantes, durante los años de la democracia su número se ha reducido a un millón y medio. Para los búlgaros el pan y el queso son el alimento básico.
Esta pasada noche, después de una reunión del Centro de Coordinación Interdepartamental, ha sido tomada la decisión de suspender la eutanasia de pequeños rumiantes en Shárkovo hasta obtener los resultados oficiales del análisis de sangre de los animales. Sin embargo, la desinfección y el control de las instalaciones continuarán. Se espera que el comisario europeo de Sanidad y Seguridad Alimentaria, Vytenis Andriukaitis, se reúna hoy con periodistas búlgaros en Bruselas con respecto a la actual situación.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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