A principios del siglo pasado, cuando Bulgaria asumió su propio desarrollo, un joven búlgaro, Marko Bliznakoff, fue enviado por el rey Fernando a especializarse en Italia. En aquella época era una práctica que los gobernantes mandaran a jóvenes talentosos búlgaros a estudiar en el extranjero para contribuir con la experiencia allí adquirida a la edificación de la Bulgaria moderna. Según la historiadora de arte Raina Damiani, aquellos búlgaros instruidos y eruditos desarrollaban una verdadera actividad diplomática cultural.
En Italia, Bliznakoff fue conquistado por el encanto de la joven noble Petronila Veneziani a la que desposó. El matrimonio joven llegó a Bulgaria y se estableció en la ciudad marítima de Burgás, en el sureste del país, donde Bliznakoff participó en la construcción del puerto. Al cabo de cierto tiempo, regresaron a Italia, donde Marko dirigió el astillero de los Veneziani, en Trieste, junto con el esposo de la hermana de Petronila. En Trieste, Marko Bliznakoff conoció al escritor irlandés James Joyce, quien empezó a enseñar el inglés a los hijos del matrimonio. Es una historia de la vida, que traza el camino a la diplomacia, porque con el tiempo Bliznakoff se iría convirtiendo en el progenitor de una familia que le dio a Italia una pléyade de diplomáticos, comenta Raina Damiani.
En Italia, Marko Bliznakoff desempeñó las funciones de cónsul honorario búlgaro. Dio conferencias sobre Bulgaria ilustrándolas con placas de vidrio especiales que presentaban varios fragmentos etnográficos, culturales y geográficos de la historia del país a principios de los años veinte.
Proyectaba estas placas al público, a diplomáticos, intelectuales y políticos. Así, presentaba a Bulgaria bajo esta luz bastante romántica pero no inventada, señala Raina Damiani.
En 1999, casi un siglo después de haber sido creadas, las 37 placas regresaron a Bulgaria gracias a la nieta de Bliznakoff, Nadezhda, quien decidió donarlas a un museo búlgaro. El hijo de ésta, Silvio de Michieli Vitturi, habló de las intenciones de su madre con la búlgara Irina Dílkova con la que trabajaba desde hacía muchos años. Ella le sugirió donar las reliquias familiares a la Fundación Tsénnosti (en español, valores).
Veinte años más tarde, las imágenes documentales que recogen fragmentos del pasado nacional serán mostradas al público búlgaro en el espacio de artes Cuadrado 500 de la Galería Nacional de Artes de Sofía. La curadora de la muestra es Raina Damiani, y la coordinadora del proyecto integral es la periodista Magdalena Guigova. En esta exposición singular, titulada Bulgaria a través del cristal del tiempo, participa también la donante Nadezhda Bliznakoff. Debido a su muy avanzada edad de 95 años, a Italia viajaron la periodista, cinematógrafa y viajera Milena Káneva e Irina Dílkova, e hicieron un documental sobre Nadezhda.
Un fragmento del mismo en el que ella cuenta la historia de su abuelo, será proyectado durante el tiempo que dure la exhibición. Las diapositivas han sido digitalizadas por el distinguido fotógrafo búlgaro Ivo Jadzhímishev. Las placas de vidrio originales están reunidas en un escaparate especial donde los visitantes podrán rastrear su historia en paralelo con la narrativa de la nieta de Marko Bliznakoff. El proyecto concebido por la Fundación Tsénnosti, tiene continuación.
Nosotros presentamos fragmentos de la memoria búlgara –recalca Raina Damiani– . La idea es transformar esta exposición en un proyecto itinerante que pueda encontrar su lugar en el calendario de los centros e instituciones culturales búlgaros en el extranjero. Se puede exhibir en museos europeos y en bibliotecas nacionales, y cada vez se verá de manera diferente.
La exposición Bulgaria a través del cristal del tiempo será inaugurada el 8 de febrero y durará hasta el 7 de abril del año en curso.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo personal
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