El artista siempre encuentra en lo que le gusta posibilidades y soluciones inesperadas, y la pintura es tan versátil que ofrece libertad infinita para experimentar e imaginar. Hace dos años la pintora Maya Petrova aprendió una antigua tradición mediterránea con raíces italianas, la grisalla, y comenzó a utilizarla. Esta técnica de pintar con vino es compleja y no demasiado popular, ya que requiere gran habilidad y precisión, y las obras se pintan con mucha lentitud.

Esta técnica es realmente muy antigua, pero desafortunadamente, en la actualidad cuesta mucho encontrar a gente que la utilice, dice Maya Petrova. Se trata de una técnica de acuarela y es difícil de realizar porque no te puedes permitir cometer errores, como sí es el caso de la pintura al óleo, la acrílica y otras técnicas. En la técnica de grisalla con vino hay que concentrarse mucho y conocer exactamente cada paso para elaborar la imagen completa: dónde colocar el color, cómo depositar el vino correctamente...

Al no encontrar suficiente información en Internet sobre este tipo de pintura única, Maya Petrova comenzó a experimentar. Encontró por su cuenta la forma de elegir el vino, tanto para hervirlo como para usarlo directamente. La técnica para hervirlo la tomó prestada del artista español Alfonso Aguirre, que hierve el vino hasta obtener una suerte de pasta espesa con la que dibujar, diluyéndola con vino o agua.

La artista búlgara enriquece los colores mezclando distintos tipos de vino y obteniendo así diversas tonalidades. ¿De qué dependen éstas? Los colores dependen de la variedad de vino y de uva, responde Maya Petrova, y explica: Cuanto más tiempo permanezca la uva en el procesamiento del vino, más saturado estará el color. Los vinos italianos tienen tonos más vivos, mientras que los españoles tiran más a marrón rojizo. No puedo usar constantemente vinos extranjeros porque son muy caros y a veces se necesitan 8 o 9 vinos diferentes para un dibujo, pero en Bulgaria también tenemos vinos muy buenos que ya me sirven.

Lo que más cuesta aceptar en la técnica de la grisalla con vino es la escasez de colores.

Aquí no hay azul, verde ni rojo, sino tonalidades de marrón y púrpura, porque al depender del vino, al mezclarlo con otros vinos y diluyéndolo con agua, solo podemos obtener matices de esa gama. Fue un gran desafío para mí pasar de una pintura muy emocional y colorida a la estrecha gama de colores de la grisalla con vino, explica Maya Petrova.

La artista opina que el arte de pintar el vino está más bien olvidado, y por ello trata de revivirlo de cualquier forma, incluso mediante cursos.

En estos tiempos dinámicos estamos acostumbrados al color y al brillo, y la gente viene más bien por curiosidad, porque es interesante, ¿cómo se puede pintar con vino, usarlo como material y no solo consumirlo? Y es difícil que esta técnica se haga popular, opina la artista. El arte y el vino siempre han ido de la mano. El vino siempre ha sido una inspiración para los artistas, y tal vez así surgió esta técnica: bebiendo vino, quizá algún artista derramó accidentalmente el vaso sobre el papel y decidió tratar de pintar con vino. Al menos, eso me gusta imaginar, termina Maya Petrova con una sonrisa.

Versión en español por Marta Ros