La Anunciación, que la Iglesia Ortodoxa Búlgara celebra cada año el 25 de marzo, es una de las 12 festividades del Señor y de la Virgen María. En este día se celebra la buena nueva que recibió María: que se convertiría en la madre del Hijo de Dios hecho hombre. Y si eso fue una gran sorpresa para ella, para todo el mundo, tal como cantamos en la adoración, ese día es "el comienzo de nuestra salvación", dice el teólogo Prof. Ivan Zhelev.
No habría habido Resurrección sin la Anunciación. No puede haber el resultado de un acontecimiento si el mismo no comienza. En este día celebramos el comienzo de la salvación de la Humanidad. Con el anuncio por parte del Ángel de Dios de la buena nueva, la Santísima Virgen concibe forma sobrenatural al Salvador del mundo: nuestro Señor Jesucristo, es el Hijo encarnado de Dios. Como Él mismo diría más tarde, "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16). Es por eso que todos tenemos esperanza de salvación, solo necesitamos aprovechar la oportunidad que se nos ha dado. Todos estamos ante las puertas abiertas del amor paternal de Dios y de su gran misericordia, simplemente debemos que cruzar el umbral y entrar con el Salvador.
A pesar de que más de 2000 años nos separan del evento de Anunciación evangélica, todos podemos ser portadores de buenas nuevas para las personas que han cerrado sus ojos y oídos. A veces nosotros mismos somos nuestros mayores enemigos, señala el teólogo, y agrega: Por lo tanto, siempre es necesario difundir las buenas nuevas. Así, los ojos, los oídos y los corazones de las personas pueden abrirse para aceptar al Salvador. Porque la salvación no es un concepto filosófico, es una realidad personal para todos.
En el pasado, la Anunciación también se celebraba como el Día de la Madre. Desafortunadamente, hoy la fecha ha perdido ese sentido en la vida secular.
La Humanidad ha sobrevivido en su historia milenaria y continúa experimentando no solo momentos maravillosos, sino también muchos engaños y fraudes, explica el profesor Zhelev. Uno de ellos es el del ateísmo. Con el fin de alejar a la gente de la Fe de sus madres, les abruma muchas ideas diferentes. Parte de este reemplazo fue también el cambio de contenido, y a menudo también de fechas, de los días festivos. ¿Qué mejor que la Anunciación para celebrar el Día de la Madre? La Iglesia intenta hacerlo, pero sin el entendimiento y cooperación del Estado, es difícil devolver las cosas al antiguo cauce de sanas tradiciones populares.
¿Es posible hoy mirar a los ojos a la esposa, a la madre, y reconocer que la verdadera vocación de una mujer es ser madre?
Realmente debemos mirar a la mujer como cristianos, considerarla una igual absoluta al hombre que merece reconocimiento y afecto por parte de todos, incluso cuando no se ha convertido en madre, explica el profesor Zhelev. Ante la madre todos debemos regocijarnos siempre, porque nos ha dado la vida, nos ha brindado atención las 24 horas del día, los 7 días de la semana, para que crezcamos, aprendamos, vivamos la vida y seamos personas dignas. Para una madre no hay mayor alegría que ver a sus hijos ocupar su lugar en la vida.
¿Podemos aprender de la Virgen María, que aceptó humildemente la voluntad de Dios para convertirse en la madre de Nuestro Señor Jesucristo?
La santísima Virgen María, a la que llamamos Madre de Dios, es un modelo de mujer y de madre. La pureza de su alma, su humildad y su dignidad la han convertido en un ejemplo eterno para todas las mujeres. Su imagen, conservada en los Evangelios, es un ejemplo de una mujer y una madre que no han puesto sus intereses personales sobre su labor de la madre ni por un momento. Ella dedicó todo corazón toda su vida a ayudar a su divino Hijo; no vivió con orgullo, sino con la responsabilidad de su divina maternidad. Pureza, humildad y dignidad son cualidades que son necesarias para cada persona. En la madre son especialmente necesarias porque su impacto educativo en los niños es más natural y efectivo. La humildad es otra forma de amor, pero debe ir acompañada de dignidad para que no se convierta en cobardía y soberbia, porque la dignidad sin humildad conduce al orgullo y a la soberbia. El mejor ejemplo de pureza espiritual, humildad y dignidad nos lo ha dado a la santa Virgen María. Solo tenemos que hacer esfuerzos para imitarlo, concluye el teólogo Prof. Zhelev.
Versión en español por Marta Ros
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