“Vengo hoy para felicitarlos por la llegada del Año Nuevo y comunicarles que he recibido su amable imagen. Les deseo tales encuentros durante el nuevo año!“, reza un mensaje del 30 de diciembre de 1905. En la tarjeta que lo porta están representados jóvenes ataviados a la usanza tradicional búlgara. La tarjeta integra la rica colección del Museo de Historia de Gorna Oriájovitsa, que cuenta 4,000 ejemplares de postales soldadescas, pascuales y, desde luego, navideñas.
Las tarjetas llevan el mensaje de su remitente en ruso, búlgaro, francés, alemán. Hoy podemos conocer sus inquietudes, esperanzas y sueños −dice Temenuga Yordanova, del Museo de Historia de Gorna Oriájovitsa− . A la par de los tradicionales temas religiosos, las imágenes festivas de comienzos del siglo XX suelen ser de bellas jóvenes, deshollinadores sonrientes, paisajes invernales, familias reunidas alrededor del árbol de Navidad, personajes míticos que traen regalos.
Algunas de las imágenes son muy ilustrativas de su época: por ejemplo la que representa a niños rezando delante del árbol de Navidad, debajo del cual en vez de regalos hay un sable. La fecha es el 24 de diciembre de 1907, el año de la Guerra Balcánica.
Una de mis tarjetas favoritas es la que representa a un grupo de niños vestidos de prendas multicolores que juegan en la nievedando migas a los pajaritos.
Mandar tarjetas de Navidad se puso en boga en Bulgaria casi simultáneamente con esta moda en el resto de Europa: a finales del siglo XIX y comienzos del XX. No obstante, las tarjetas eran algo conocido ya en la época del Imperio Otomano en las ciudades de Ruse, Vidin y Lom, ribereñas del Danubio, adonde llegaban con el correo procedente de Viena. Las primeras eran en blanco y negro; posteriormente fueron apareciendo las de colores.
La familia de Fernando I de Sajonia−Coburgo−Gotha, príncipe y más tarde zar de Bulgaria, se asocia a la aparición de la primera tarjeta ilustrada en el Principado de Bulgaria. Ocurrió esto en 1896 con motivo del bautismo del heredero del trono en la fe cristiana ortodoxa. Lo que daba a entender que se trataba de una tarjera de Navidad era únicamente el mensaje escrito en su reverso.
Ostentaba la imagen del pequeño Borís. Esta tarjeta no se guarda en el Museo de Gorna Oriájovitsa pero es valiosa para Bulgaria −expone Temenuga Yordanova−. Después de 1898 la tarjeta con la efigie de Borís se comenzó a editar casi todos los años y la gente la asumía como una tarjeta de Navidad.Fernando I de Bulgaria sentó el inicio de la colección de tarjetas de Navidad de la familia real. Después de su abdicación, se encargó de completarla el zar Borís III, obra que prosiguió su hijo, Simeón de Sajonia, Coburgo y Gotha. Esta colección es fruto de tres generaciones y es una de las más ricas del mundo. Ha sido distinguida con múltiples premios internacionales y sigue siendo completada por el último heredero del trono búlgaro antes de que Bulgaria fuera proclamada República, quien posteriormente ejerció de primer ministro de este país: Simeón de Sajonia, Coburgo y Gotha.
Los fondos del Museo de Historia de Gorna Oriájovitsa guardan 1,589 tarjetas de Navidad. Son muy diversas y se prestan a distintas interpretaciones relativas al período en que fueron enviadas, ¿Cuáles de ellas son las más extrañas e interesantes?
Las podríamos dividir en varias categorías −explica la Sra. Yordanova− .Forman parte de la primera la más antigua con un mensaje de Navidad, fechada el 2 de enero de 1903. En ella está representado un bote en el mar. En la segunda categoría cabe una de las tarjetas más valiosas, con la imagen de Borís III en edad adolescente, vestido de uniforme militar. Es del año 1912. En la tercera categoría podríamos incluir la tarjeta más antigua, en la que están representados un grupo de niños tirando un trineo, y que lleva un mensaje de Año Nuevo de 1917.
Mandar tarjetas de fin de año se convirtió en una práctica generalizada después de la II Guerra Mundial. Entre las imágenes que ostentan las tarjetas destacan las de fábricas y cooperativas, y entre los mensajes, los votos de paz y socialismo. Hay tarjetas de fin de año del período 1906−1922, entre las que las más inusuales a primera vista son las que representan un paseo en el bosque, la estatua de una madre con varios niños, la de Napoleón con un saludo desde el cuartel. Pero sin perjuicio de cómo está formulado el saludo, las tarjetas siempre contienen sinceros votos de bienestar y prosperidad con motivo de las fiestas que se avecinan.
El régimen totalitario desplazó del mercado y de la mente de la juventud ateísta en Bulgaria la idea del Viejito Pascuero y sustituyó a este personaje por la figura de Diado Mraz (el Abuelo Frío). El espíritu evangélico se desvaneció y desapareció. Apenas en 1976 Correos de Bulgaria lanzó la primera tarjeta de felicitación por la llegada del Año Nuevo, que costaba 1 céntimo y que llevaba la imagen de Diado Mraz.
Hoy tendemos cada vez más a mandar tarjetas digitales en vez de las de papel por correo convencional. Es un ejemplo de cómo el futuro releva el pasado. Y a pesar de que el envío de las postales se ha apartado de su sentido original, es un acto que toca el corazón de las personas y les recuerda que han de ser bondadosas no solo en tiempo de fiestas. Quisiera dirigirme a los amigos de Radio Bulgaria e incitarles a que abran una página nueva en su vida, en la que los votos sean de fuerte salud, felicidad y bienestar para todos. ¡No permitamos que el ajetreado día a día del hombre moderno haga desaparecer las tradiciones, es el voto que dirige de todo corazón Temenuga Yordanova.
Versión en español de Raina Petkova
Las fotos han sido facilitadas por el Museo de Historia de Gorna Oriájovitsa
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