La bella ciudad de Zlatograd, en el monte Rodope, es uno de los pocos sitios en Bulgaria donde uno puede asomarse a la cultura tradicional del búlgaro y “probarla”. A corta distancia de las playas de Grecia y a unos 300 kilómetros de la capital búlgara, Zlatograd nos ofrece un regreso al pasado romántico y casi mágico.
En Zlatograd podemos gozar de un paseo por las bellas calles pavimentadas, tomar café hecho en arena caliente, probar la cocina tradicional de los vecinos de la montaña Ródope o observar de cerca las destrezas de los hábiles artesanos en sus talleres que son parte del complejo etnográfico al aire libre. Cuchilleros, orfebres, talabarteros, alfareros… todos ellos son parte de la imagen turística actual de Zlatograd.
Goza de especial interés en el complejo etnográfico en la ciudad rodopiana el taller de tejeduría de Nina Cholákova. La tejeduría surgió hace unos 10.000 años y era la única manera de producir ropa en Europa hasta la aparición de las primeras fábricas de telas en los siglos XVIII-XIX. La destreza de tejer de la búlgara se transmitía de generación a generación en el seno de la familia y con los años se fue perfeccionando.
La tejedora Nina Cholákova recibe a los visitantes de su taller en el casco antiguo de Zlatograd con una gran sonrisa y está dispuesta a contar y mostrarlo todo. Nina es contadora de profesión. Hace unos doce años junto con su marido Nikolay, que es técnico textil, decidieron dedicarse a este antiguo oficio y mostrarlo a los turistas. A diferencia de la industria de textil actual, Nina trabaja con materiales absolutamente naturales, dice ella, y continúa:
Nuestro objetivo es mostrar el oficio como lo practicaban nuestros ancestros. Les resultaba difícil encontrar algodón y por esto trabajaban con lana. La seda tampoco estaba muy difundida. Hoy es cada vez más difícil encontrar hilos naturales. Nuestros hilos son del taller de tejeduría de la ciudad de Sliven y los hilos de algodón son de la ciudad de Kazanlak. Las telas que contienen algodón son más resistentes. Los jóvenes miran con sorpresa si uno les dice que en este taller se elaboraba tela para la ropa. Ellos creen que sus camisetas aparecieron en las tiendas por arte de magia. Este oficio no los atrae y no sé si todavía existen escuelas especializadas.
Hace tiempo teníamos una escuela y un taller de tejeduría pero hace tiempo fueron cerrados. Lamentablemente no tenemos muchos seguidores por lo cual el oficio poco a poco irá desapareciendo. En las casas ya nadie tiene telares ni teje. No hay materias primas porque las personas ya no crían ovejas por la lana. Otrora se utilizaba incluso pelo de cabra. Con él se elaboraba una manta que nuestros bisabuelos colocaban en el suelo para dormir. No se pudre en el agua y es difícil que se incendie. Nuestros ancestros dormían en el suelo cerca del hogar donde ardía el fuego. La antigua ropa de abrigo que usaban los pastores también se elaboraba del pelo de cabra para protegerlos de la lluvia.
Aparte de mostrar a los turistas qué es el telar y cómo se trabaja con él, Nina elabora distintos artículos que pueden tener uso diario, como almohadas, calcetines, toallas, alfombras, bolsos...
A los turistas les perecen interesantes y los compran, explica Nina. Últimamente las costumbres antiguas van cobrando vida nueva. Los búlgaros comenzaron a visitar reuniones populares vestidos de trajes tradicionales búlgaros y buscan algo para guardar sus cosas que encaje bien con su ropa. Otros habilitan tabernas en sus casas y necesitan almohadas o alfombras típicas. No hay algo que quede en la estantería más de una o dos semanas. Para nosotros es imposible elaborar más artículos. Por ejemplo, un metro de alfombra típica se elabora en unas cuatro horas, concluye diciendo Nina.
Versión en español de Hristina Táseva
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