En nuestro día a día estamos acostumbrados a los ceños fruncidos, a la impasibilidad ante los que estén en apuros y a las reacciones de nerviosismo e intolerancia, pero los días de retos que vivimos desvelan cada vez más el bien que llevamos en el corazón.
Conmocionados por los reportajes sobre la escasez de insumos protectores contra el COVID−19, los profesores y los funcionarios del Colegio Profesional de Industria Ligera de Jáskovo, en el centro sur de Bulgaria, decidieron comprar telas y coser el mayor número posible de mascarillas. Todos ellos recaudaron el dinero necesario, los ingenieros de la escuela elaboraron el patrón y los profesores se sentaron ante las máquinas de coser. Donaron las primeras mascarillas a la Célula Operativa Municipal de lucha contra el coronavirus de Jáskovo, pero prometieron no olvidar a los maestros del resto de las escuelas, los niños con necesidades especiales y los mediadores que trabajan en terreno.
Mediante nuestro ejemplo personal logramos mostrar a nuestros alumnos compasión hacia la sociedad y no cuánto dinero hemos recaudado, y esto es lo más importante, dice Rositsa Ivanova, directora del colegio. En sus palabras, los pupilos de la escuela también desean participar pero de momento esto es imposible porque para ellos está prohibido entrar en el edificio. La directora está categórica, sin embargo, de que en el Colegio seguirán cosiendo mascarillas incluso cuando la epidemia termine porque “estos medios de protección siempre serán necesarios”.
Con alegres diseños, figurillas de estrellas, animales y flores, una empresa social de la capital, Sofía,obsequió alegría a médicos y policías. En vez de coser los habituales sacos de dormir para bebés, la empresa de Desislava Yánkova ha elaborado 3 000 mascarillas en 10 días, cancelando por completo la actividad de la que vive. Este no es el primer gesto benéfico de la pequeña empresa. Hace dos años Desislava inició la acción de sueño infantil seguro “Saco con causa” y regaló a 50 departamentos de maternidad en hospitales de todo el país artículos que previenen el peligro del llamado “síndrome de muerte súbita del lactante”.
Una empresa de la ciudad de Shumen, en el noreste del país, con la ayuda de impresoras 3D, elaboró gratuitamente protectores faciales para los médicos. Sus especialistas se sumaron a la iniciativa nacional apoyada hasta el momento por empresas y ciudadanos en todo el país que juntos lograron elaborar 1 400 de los 1 500 protectores faciales pedidos.
Mientras tanto los hospitales han pedido otros 800 protectores de este tipo, dice Mijael Varbanov, representante de la empresa de Shumen que elaborará protectores faciales también para el hospital de esa ciudad. No dejaremos de trabajar para que los medios de protección alcancen para un mayor número de médicos, agrega. En todo el país distintas personas, grandes y pequeñas empresas muestran compasión donando y haciendo gestos de apoyo. ¿Tenía que llegar este tiempo de crisis para descubrir la compasión?
Los búlgaros siempre se han mostrado como un pueblo bondadoso y de altas valores −comenta Rositsa Ivanova− . Recuerdo cómo un chico sacó a los pasajeros de un autobús en llamas y cuántas personas ayudaron después de la inundación en la aldea de Bíser. Nuestra sociedad siempre ha tenido el corazón bueno y los búlgaros se han mostrado como gente compasiva y misericordiosa. Ahora, cuando tanto necesitamos de solidaridad, vemos a búlgaros que donan y ayudan sin revelar su identidad. En realidad toda la sociedad lo hace de una u otra manera: los médicos de la llamada primera línea, las empresas que cosen mascarillas, las personas que están confinadas con sus hijos y que previenen la proliferación de la epidemia. Esto me inspira aún más para obras buenas y este será el primer tema que comentaremos con los alumnos en la clase. Cada día debe escribirse una columna “Lo bueno del día” para que todos sepan que si algún día estén en apuros ninguno se quedará solo.
Versión en español de Hristina Táseva
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