En este día la Iglesia exhorta a los creyentes a recordar el sacrificio voluntario del Redentor y Su amor que perdona todos los pecados. Están llamados a sentir los sufrimientos del prójimo, ya que cualquier dolor nos recuerda los suplicios sufridos por Cristo en la cruz. Y, a semejanza de un ser humano sumido en el más duro dolor, que se olvida de comer y hasta de beber agua, el Viernes Santo, los creyentes no ingieren comida ni beben agua, expresando de esta forma su actitud ante los horribles acontecimientos que fueran la flagelación y la crucifixión del Redentor.
En la mañana del Viernes Santo, antes de oficiarse las misas, en el centro de las iglesias y sobre una alta mesa, se recrea simbólicamente el sepulcro de Jesucristo, cubierto del Sudario (la tela en que fuera envuelto el cuerpo de Jesús cuando fue bajado de la cruz). Sobre él se colocan el Evangelio, la Cruz y flores blancas. El canon de la Iglesia manda que, al término de la misa, los cristianos ortodoxos se acerquen al sepulcro de Dios para inclinarse ante la efigie del Redentor bordada en la Sábana Santa, besarla y, después, hacer otro tanto con el Evangelio y la Cruz. Colocan flores, se agachan y pasan por debajo de aquel simbólico sepulcro. Después hacen reverencias ante la Cruz grande y las efigies de la Santísima Virgen y de San Juan Teólogo y, tras besarlas, abandonan con humildad el templo.
Este año, el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Búlgara ha instado a que “la adoración del Santo Sudario por parte de los creyentes se haga sin besarlo, sin tocarlo, sin pasar por debajo del mismo, sin repartir flores ni geranios, sino sólo con santiguarse devotamente e inclinarse hasta la cintura”.
Foto: Darina Grigorova
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