Desde hace muchos años, Gunul Ali se gana la vida cosiendo y arreglando ropa en la ciudad de Razgrad, en el noreste de Bulgaria. En una época en que los costureros, igual que otros artesanos, están camino de desaparecer, ella sigue aferrada a la aguja y la máquina de coser. Ha convertido una habitación de su casa en un taller de trabajo. Un asistente indispensable en su labor es el ordenador portátil, ya que las redes sociales son útiles para conectarse con los clientes. A lo largo de los años, la costurera ha participado en múltiples iniciativas benéficas, pero nunca anuncia dónde y a quién ayuda. “Lo hago de corazón y por el bien de los necesitados. No hace falta exponerlo”, dice sonriendo Gunul Ali.
Su pasión por la costura y el tejido nació ya en su infancia: “Era alumna de sexto o séptimo grado cuando mis abuelos me regalaron una máquina de coser. Entonces tomé las tijeras y las telas y así me apasioné por algo que quedó para toda la vida”.
A pesar de que se graduó en la especialidad de zootecnia, Gunul Ali hizo un curso de costura y confección y poco después se dedicó a esta labor. Al principio elaboraba faldas y vestidos para su hija y rehacía la ropa de sus vecinos. Con los años fue acumulando experiencia y conocimientos, y así iba creciendo el número de sus clientes satisfechos. Su marido y su hija también pasaron a formar parte del maravilloso mundo de la costura la confección como sus asistentes. Todos juntos, logran cumplir a tiempo los numerosos encargos que recibe Gunul: coser cortinas, ropa de cama, fundas para muebles, entre muchos otros. A pesar de ayudar a su madre, la hija de Gunul no siguió su camino, sino queoptó por dedicarse al arte. Sin embargo, tal vez en el futuro habrá quien la reemplace, ya que su nieta de siete años muestra un interés creciente en el oficio de la costura.
Hoy en día las costureras y los sastres no son muy demandados, comenta Gunul. La gente no suele coserse ropa sino que prefiere comprarla confeccionada. Buscan los servicios de Gunul sobre todo para reparaciones pequeñas, como cambiar cremalleras, acortar o estrechar una prenda. A su juicio, el interés por la profesión entre los jóvenes es muy pequeño, pero a pesar de ello está convencida de que se deben conservar las escuelas profesionales y las clases especializadas de sastrería.
A Gunul Alí le quedan pocos años para jubilarse, después de lo cual se propone dedicarse a sus nietos. También le gusta viajar y sueña con recorrer los bellos rincones de Bulgaria. Sin embargo, Gunul no renunciaría a la costura y la tejeduría por nada en el mundo. “Son como una manía: una vez que te dedicas a estas ocupaciones, se convierten en adicción”, concluye diciendo la maestra costurera de Razgrad.
Versión en español de Hristina Táseva
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