Una semana atrás, una sucesión de acontecimientos desencadenaron el multitudinario descontento de los búlgaros. Casualmente o no, el intento de Jristo Ivanov, líder del partido Sí, Bulgaria, por llegar a la playa del puerto petrolero de Rósenets y la disputa en que se enzarzara con representantes del Servicio Nacional de Seguridad que protegen los llamados “palacios” de Ahmed Dogán, presidente honorifico del Movimiento por Derechos y Libertades, de la minoría turca, han planteado problemas de candente actualidad.
No se hizo esperar la reacción del jefe de Estado Rumen Radev en relación con quién y cómo determina si Dogán y el diputado *Delyán Péevski tienen derecho a protección personal a expensas de los contribuyentes. Un día después, tras la declaración oficial del Presidente, la Fiscalía Especializada y la Fiscalía Militar Regional entraban en la Presidencia de la nación en el marco de dos diferentes procedimientos previos al juicio. Las actuaciones coordinadas de las fiscalías y la posterior detención de un consejero y de un secretario del presidente Radev provocaron en el seno de la sociedad asociaciones de un putsch institucional.
Ya mientras en la sede de la Presidencia se iba desarrollando la acción de los fiscales, se fueron congregando delante de su edificio, en espontánea protesta, grupos de ciudadanos. Una serie de expertos, entre ellos el abogado defensor de derechos humanos, Mijaíl Ekimdzhíev, calificaron lo que ocurría de “un atentado contra la Constitución y un golpe de fiscales contra la Institución Presidencial”. El descontento cívico desembocó en protestas antigubernamentales diarias exigiendo la dimisión del Gabinete y del fiscal general Iván Gueshev. Paulatinamente, las acciones de protesta se fueron expandiendo a todo el país, llegando incluso a algunas comunidades búlgaras en el extranjero.
Numerosos analistas han llegado a comparar lo que está ocurriendo ahora con las protestas de los años 2013 a 2014 y se han mostrado preocupados de que sin un líder, las reivindicaciones de un cambio del modelo político no lograrán el resultado pretendido. Han señalado como motivo para estos temores el sistema oligárquico, que está frustrando cualquier intento por promover una alternativa política.
El cuadro de las protestas se ve un tanto distinto según las fotos y los comentarios en las redes sociales. En éstas resalta de manera nítida y contundente el afán de poner fin de una vez por todas a la corrupción y la ilegalidad que, según los participantes en las protestas, se encuentran fundidos en el gobierno del país durante 30 años seguidos. Quizás es por ello que algunos están atisbando una similitud con los acontecimientos de los años 90 del siglo pasado, cuando los búlgaros confiaban en los acaecidos cambios democráticos e insistían en un cambio democrático del modelo.
”Ahora se han volcado a la calle nuestros hijos, que por su fogosidad y vigor son tan intransigentes como lo fuimos nosotros en los años 1989 y 1990”, ha destacado en las redes sociales la editora Zhana Ivanova, recordando cómo en aquellas protestas la gente salía a las plazas con sus hijos que, hoy ya crecidos, están haciendo lo mismo.
¿Conseguirán las protestas actuales el tan ansiado cambio del modelo? Los pronósticos de los analistas resultan más bien escépticos. La crisis económica que se avecina, generada por la pandemia de Covid−19, así como los intentos de determinadas figuras de valerse en provecho propio de la energía de las protestas, no hacen sino robustecer el escepticismo también de una buena parte de los ciudadanos que no vislumbran una alternativa real al Gobierno actual. Sin embargo, todos coinciden en opinar, contundentes, de que el cambio es indispensable.
*Delyán Péevski es un empresario, magnate de medios informativos y político búlgaro, diputado afiliado al Movimiento por Derechos y Libertades, de la minoría turca. En el verano de 2013, la elección de Péevski como jefe de la Agencia Estatal de Seguridad Nacional provocó protestas cívicas a gran escala por ser involucrado supuestamente en prácticas corruptas.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES
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