Independientemente de si creemos o no en la energía de las palabras que decimos, los humanos solemos acompañar cualquier tipo de fiestas con votos de salud, longevidad, felicidad y suerte. Son votos tradicionales o inventados según el caso, sobre todo cuando éste marca un nuevo comienzo, lo que significa nuevas esperanzas y nuevas oportunidades. Es este también el significado de las fiestas de Navidad y Año Nuevo, pletóricas de palabras y acciones simbólicas.

Si sacáramos enseñanza de la sabiduría de nuestros antepasados, seríamos más atentos en el manejo de las palabras, porque, según reza el adagio popular, “La palabra dicha es como la piedra tirada” (y su análogo español “Palabra y piedra suelta no tiene vuelta”). Aunque a menudo también usamos otro proverbio con un significado totalmente opuesto, que dice: “Las palabras no hacen agujeros” o dicho de otra manera, no es gran cosa que digas o que te digan algo ofensivo o falso, son cosas que pasan, lo que importa son las obras.

En el pasado, decir “¡Empeño mi palabra!” tenía el peso de un contrato que había que cumplir a cualquier costa, porque “uno vale lo que vale su palabra”. Y el consejo para quienes se exceden en sus promesas es: “Mejor tragar un gran bocado que decir grandes palabras”.

Según la moral tradicional, desear el mal al prójimo es un pecado grave, y la maldición lanzada injustamente vuelve sobre quien la profiriera.

A la sabiduría del pueblo búlgaro, encerrada en los proverbios, está dedicado el artículo “La buena palabra es una llave de oro” de la colección de Radio Bulgaria.