El Levantamiento de Abril de 1876 atrajo la atención internacional hacia la causa búlgara: la liberación de los cinco siglos de yugo otomano. La crueldad con la que aquella insurrección fue aplastada hizo que las Grandes Potencias plantearan la cuestión de reformas en el Imperio Otomano.
El Levantamiento de Abril en Bulgaria, la sucesión de rebeliones de los cristianos en Bosnia–Herzegovina entre 1875 y 1878 y la Guerra Serbo–Turca de 1876 confluyeron para motivar la convocatoria de la Conferencia de Embajadores de Constantinopla. Entre diciembre de 1876 y enero de 1877, los diplomáticos estuvieron debatiendo variantes para “remodelar” el Imperio Otomano en los Balcanes. Rusia propuso la creación de una Gran Bulgaria, única y vasalla, conforme un mapa confeccionado por el príncipe Vladimir Cherkaski. Incorporaba todas las diócesis del Exarcado búlgaro,que comenzó a funcionar efectivamente dentro de sus fronteras tras el Concilio Eclesiástico Popular de 1871 en Constantinopla, abarcaba el valle del Danubio, las zonas al sur de la Cordillera de los Balcanes, el valle del Alto Tracia, una porción de la montaña de Ródope del Norte y territorios extensos de la Macedonia de la época, así como la ciudad de Nis con el curso superior del río Morava. El mapa incorporaba además todos los territorios en los que al menos dos tercios de la población se autodefinía como búlgara.
La idea británica era que aquel territorio se dividiera en una porción oriental y otra occidental. La división de norte al sur partiría del río Danubio bajando por el cauce del río Ískar, luego cruzaría por la Cordillera de los Balcanes en el puerto de montaña de Trayánovi Vratá (Puertas de Trajano) y seguiría la línea divisoria entre las montañas de Rila y Ródope. En el plan definitivo de la Conferencia de Constantinopla se impuso la propuesta británica que, no obstante, no sería aplicada más tarde con la firma del Tratado de Paz de San Stefano, que pondría el fin de la guerra entre Rusia y el Imperio Otomano.
“Si se hubiera sancionado el territorio basado en el proyecto británico –en su integridad o dividido– ello hubiese significado el cumplimiento de una idea nacional mucho más moderada, que habría mitigado más tarde la tensión* surgida entre los búlgaros y demás pueblos de los Balcanes”, dice en una entrevista para Radio Bulgaria el historiador Alexándar Stoyanov.
El proyecto propuesto por el príncipe Cherkaski contradice una serie de compromisos asumidos por Rusia ante las Grandes Potencias en la primavera de 1877, en la víspera de la Guerra Ruso–Turca, libertadora para Bulgaria. Por esto, pese a estar satisfaciendo una buena parte de los planes de Rusia para el futuro de una Bulgaria única, el Plan Cherkaski no sería llevado a la práctica.
“Hasta aquel momento, Rusia iba librando guerras con el Imperio Otomano con el fin de arrebatarle territorios que incorporar a los suyos –explica el historiador– . A comienzos del siglo XIX, durante la guerra de 1806 a 1812, los rusos no disimulaban sus ambiciones de anexionar incluso Valaquia y Moldavia. En el transcurso de la siguiente gran Guerra Ruso–Turca (1828–1829), Rusia fue orientando sus esfuerzos en la anexión de Besarabia y la expansión en el Cáucaso. Tras la derrota en la Guerra de Crimea (1853–1856), se llegaría a la inhabitual, y libertadora para los búlgaros, Guerra Ruso–Turca, en la que Rusia por primera vez no pelearía por conquistar un territorio en los Balcanes. En el año 1876, en reuniones con embajadores y durante negociaciones con Gran Bretaña y Austria–Hungría, Rusia se comprometía a que la guerra fuera una forma de presión para reformas en el Imperio Otomano, pero no que condujera a la expansión territorial o la creación de un extenso estado eslavo al sur del Danubio”.
En lo que se refiere a los beneficios que a Bulgaria le habría reportado la materialización del plan del príncipe Cherkaski, cabe decir que hubieran sido significativos, ya que desde el punto de vista territorial, este plan era el más generoso posible para los búlgaros. El proyecto de Cherkaski preveía para Bulgaria una extensión territorial de casi 220.000 kilómetros cuadrados frente a la de casi 180.000 kilómetros cuadrados que se fijarían previamente para Bulgaria en el Tratado de Paz de San Stefano.
También fue sustancial la razón por la que Rusia promoviera e impusiera su proyecto de la Bulgaria de San Stefano, pese a la índole provisional del documento.
”Rusia tenía reclamos territoriales sobre determinadas porciones del Imperio Otomano en el Cáucaso. También abrigaba el afán de recuperar Besarabia, que desde 1856 era parte de Rumanía –prosigue Alexándar Stoyanov– . Rusia se valía de la Bulgaria de San Stefano como moneda de cambio, era propensa a hacer todo tipo de concesiones relacionadas con la incautación de partes de territorio búlgaro –Dóbrudzha septentrional, Macedonia, territorios aledaños a Pirot y Nis, hoy en Serbia– y a cambio de ello reclamaría a la Grandes Potencias reconocer todos sus reclamos territoriales”.
De este modo, a juicio de Alexándar Stoyanov, la idea nacional justa de que Bulgaria fuera un Estado libre, autónomo y unido, acabaría siendo transformada en un envite político.
*Por “tensión surgida entre los búlgaros y demás pueblos de los Balcanes” se entiende la lucha por la liberación de Macedonia y el contencioso entre Bulgaria y Rumanía en torno a Dóbrudzha.
Versión en español por Mijail Mijailov
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