Bulgaria ocupa uno de los últimos puestos en la clasificación del Índice de Cultura Mediática para 2021. Este país se sitúa en el puesto 30 entre 35 países europeos y forma parte del mismo grupo en que están Grecia (27), Rumanía (28), Serbia (29), Turquía (31) y Montenegro (32). El índice, confeccionado por la Iniciativa de Políticas Europeas de la filial del instituto Sociedad Abierta en Sofía, pondera la resistencia en potencia a la difusión de noticias falsas, manejándose indicadores de libertad mediática, educación y confianza ciudadana.
Según los analistas, la posición negativa de Bulgaria es consecuencia de los bajos niveles de de competencia lectora mostrados en los estudios de PISA, las malas valoraciones de la libertad de los medios en las clasificaciones internacionales de Freedom House y Reporteros sin Fronteras y el bajo nivel de confianza entre las personas. Bulgaria sale relativamente mejor parada con respecto a los indicadores sobre el porcentaje de la población con estudios universitarios y la participación electrónica de la ciudadanía en la gestión.
Los países europeos de potencial más elevado para resistir los efectos negativos de las noticias falsas y la desinformación son Finlandia, Dinamarca, Estonia, Suecia e Irlanda. Este hecho tiene su explicación lógica que reside en la alta calidad de la educación y la libertad de los medios.
“Al índice que hemos confeccionado hemos incorporado algunas recomendaciones, incluida la de enfatizar en la educación antes de proceder a adoptar determinadas regulaciones o restricciones –comenta Marín Lesenski, autor del estudio, en una entrevista con Radio Nacional de Bulgaria– . La educación no puede resolver la totalidad de los problemas, pero sí puede ayudar en la mayoría de los casos. Finlandia, que vuelve a ocupar el primer puesto en el Índice de Alfabetización Mediática, cuenta con un programa para contrarrestar las noticias falsas, al que están incorporados hasta los niños de las guarderías“.
La cultura mediática, al igual que la política, es una habilidad que se cultiva durante años. ”Cuando se cuente con gente capaz de mantener una postura crítica frente a las noticias, que aprenda y que pueda comunicarse de forma civilizada, entonces las cosas irán mejor”, explica el investigador y resalta que el perfeccionamiento de la cultura mediática y política en Bulgaria sigue siendo ”más bien un esfuerzo desplegado por organismos y entusiastas aislados antes que por todo el sistema”.
Uno de los requisitos esenciales para poder decir que una sociedad es inmune a la difusión de bulos es confiar en las personas con las que uno interactúa.
”Comprobamos que en Bulgaria hay resultados bajos también en este terreno −señala Marín Lesenski− . Desconfiamos de las personas que conocemos directamente. La inexistencia de una confianza básica es un problema de peso para el funcionamiento diario de la sociedad”.
El momento en que ve la luz este estudio es sin duda el más peculiar del mundo desde inicios del siglo XXI. Consigue analizar dos factores aparentemente independientes pero profundamente entrelazados que determinan lo que está ocurriendo en el seno de sociedad. Una de las caras de la moneda es la pandemia de Covid–19, y la otra es la infodemia, que ha arrancado con la creación de la Red Global pero que llegó a ahondarse en los últimos doce meses.
”Las noticias falsas y la desinformación han convertido la crisis sanitaria en una crisis social y política. Hace algún tiempo efectuamos un análisis que ha arrojado que cuanto más bajo es el resultado de un país, más desconfía la gente de los científicos y los periodistas”, prosigue Marín Lesenski.
También ha señalado otra tendencia: desde comienzos de la crisis de Covid–19 la presión sobre la independencia de los medios informativos se ha intensificado.
”Bastantes gobiernos autoritarios se están aprovechando de la pandemia para presionar aún más a los medios independientes, y esto no hay que permitirlo”, dice, tajante, Marín Lesenski, director del Programa de Políticas Europeas del Instituto Sociedad Abierta.
Adaptado por Yoán Kolev a base de una entrevista de Mijaylina Pavlova, de Radio Nacional de Bulgaria
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: archivo
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