Pocas son las personas que al visitar un museo o examinando crónicas históricas se fijan en lo que solían calzar los ancestros. Y es que es el modo de vida, antes y en la actualidad, el que fija también el tipo del calzado. En la actualidad forma éste parte de la moda, pero hace siglos el calzado se manufacturaba con el fin de llevar una comodidad al día a día. Así lo dice Yordán Sivkov, de la ciudad de Dobrich, reconstructor de acontecimientos históricos, que dedica su tiempo de ocio a estudiar y confeccionar calzado de los diferentes períodos de la Bulgaria de la Antigüedad. Es, asimismo, uno de los participantes más activos en los festivales de la Edad Media organizados en Veliko Tárnovo.
”Voy en pos de fuentes y busco muestras de museo para ver cómo son, porque el procesamiento de la piel y el cuero en el siglo XII, por ejemplo, nada tiene que ver con las formas de tratamiento modernas. Al proceder a una reconstrucción de un período del pasado hace falta aproximarse al máximo a lo de aquella remota época. Muy frecuentemente le aplicamos un procesamiento complementario a la piel. Trabajamos con piel genuina, con materiales naturales. Por razones explicables, es importante el problema en conseguir materiales naturales. La piel que ahora estoy procesando es de caballo”, explica en Radio Nacional Yordán Sivkov y enseña sus botas con bordados de color rojo de la época del Segundo Imperio búlgaro (1185−1396).
En cada período histórico los zapatos y las botas son distintos, siendo lo decisivo para estas diferencias el modo de vida de la gente: ”Durante el Primer Imperio Búlgaro, de laño 681 al 1018, la costura de las botas iba por debajo, cruzaba por el talón y así abarcaba todo el pie. Aquel modo de vida en el que la gente pasaba más tiempo yendo a lomo de caballo y moviéndose menos, era lo que determinaba la forma del calzado. Cuando la bota le quedaba algo holgada al usuario se le ponía dentro hierba, a guisa de plantilla, para compensar la holgura. Los estribos eran anchos, lo que condicionaba la falta de suela, a la piel simplemente se le cosía como si fuera un calcetín, pasando la costura por debajo. Posteriormente, cuando los estribos se fueron haciendo más angostos, surgió la suela gruesa para evitar lesiones en el pie”.
Yordán Sivkov lleva 15 años dedicado a reconstrucciones históricas. Confiesa que el calzado de nuestros ancestros es precisamente su pasión y explica que el paso de las tribus ecuestres a un modo de vida más sedentario había provocado inexorablemente un cambio en las botas que calzaban: ”Se trata de una transformación radical. El calzado de periodos más tempranos se confeccionaba con trozos de mayor tamaño, luego, evidentemente, se habría producido una escasez de piel y cuero y se empezó a aprovechar en cualquier cosa, hasta el menor trozo, nada se tiraba. Fueron apareciendo los talones, esos pedacitos de piel en la parte trasera de la planta, porque el calzado se iba desgastando al andar. Y acabaron surgiendo las suelas de mayor espesor”.
Los zapatos de tacón no eran privilegio exclusivo de las mujeres, pues se introdujeron primero destinados a los caballeros, precisa Yordán Sivkov y agrega:” Es una curiosidad el que los zapatos, marcadamente fijados para el pie derecho y para el izquierdo comenzaran a ser confeccionados en el siglo XIX. En los períodos anteriores su usaban los llamados zapatos simétricos, eran idénticos vistos por uno de los lados y por el otro. Los tacones surgieron asimismo como accesorios de calzado masculino y fue después cuando pasaron a ser parte de los zapatos femeninos. Salió de Inglaterra la moda de los zapatos de punta más alargada. La punta más alargada simbolizaba mayor prosperidad del usuario. El alargamiento excesivo generó casos de lo más curiosos, pues las puntas estaban atadas y dobladas porque con unos zapatos así no se podía caminar pero, en fin, tal era la moda”.
La moda es cambiante y voluble, y lo que importa es que el calzado esté hecho con materiales de calidad y sea cómodo.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Zdravka Maslánkova
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