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Los habitantes de un barrio de Jisarya guardan canciones y tradiciones únicas en su género

Foto: archivo personal

Jisarya (o Hisarya, según la transcripción del nombre en inglés) es una ciudad turística con una historia dilatada de muchos siglos y de veintidós manantiales de los cuales brota agua de demostradas propiedades curativas. En todas las épocas del año acuden a esta localidad turistas nacionales y extranjeros, atraídos por las curiosidades y riquezas naturales de la pequeña ciudad meridional. La proximidad a la serranía de los Antebalcanes y los pinares que rodean la ciudad favorecen su clima benigno durante todo el año.


En el barrio de Mómina Baña (en español, Los baños de la doncella) se percibe el olor a pino y es en esa zona en la que manan las aguas más curativas. Fue justamente esa combinación de factores naturales la que hizo que se asentaran en esa zona sus gentes, ya en la más remota Antigüedad, y así, en las inmediaciones de las fuentes termales hubo un asentamiento prehistórico anterior al V y VI milenios antes de Cristo. Se pueden ver en sus proximidades las ruinas de imponentes termas romanas, descubiertas en 1935. Los arqueólogos han considerado que las obras de construcción se habrían hecho en el siglo IV. Esta variada y larga historia de la villa ha tenido su repercusión en el día a día y la cultura de los habitantes modernos de este balneario.


Hoy en día la Casa de Cultura local es el guardián de las canciones, las danzas y los oficios artesanales en el barrio de Mómina Baña. Lleva muchos años presidiéndola Mariana Nikólova–Válkova. No es natural de Jisarya, pero confiesa que nada más llegar a esa ciudad se quedó embelesada y cautivada por las voces de las cantantes y su pericia en hacer encajes y elaborar pequeñas y finas cestas de paja. Se planteó ofrecer una tribuna al talento de la gente aficionada a las tradiciones e ir promocionando sus manifestaciones.

En los períodos en que no viajan para actuar en certámenes folclóricos nacionales, las cantantes de Jisarya amenizan con su canto la estancia en la localidad de los turistas llegados para ver las antiguas termas romanas. 


Estas cantantes son asimismo protagonistas de la tradicional reunión anual de los naturales de ese barrio, organizada cada año el 15 de agosto, día de la celebración eclesiástica de la Dormición de la Virgen. Este año la festividad se organizará exclusivamente en el templo local, a causa de las medidas decretadas contra la pandemia. No obstante, las cantantes siguen reuniéndose en la casa de la cultura y no suspenden sus manifestaciones durante el verano, tal como señala Mariana Nikólova–Válkova, y precisa:


“Tenemos un montón de actuaciones y manifestaciones. El grupo de canto tiene sus grabaciones en Radio Nacional y estos registros son importantísimos, ya que así perdurarán para las generaciones venideras. Estos cantos son nuestra mayor riqueza. Somos diferentes incluso de las canciones de localidades cercanas a la nuestra, tenemos nuestra marcada individualidad. Además, las máscaras de kúker que confeccionamos son únicas por su factura en todo el municipio. No meten miedo, antes son muy hermosas y se suelen coser de tela y abalorios. Solemos adornarlo todo con abalorios y lentejuelas: los trajes, el encaje de las tocas, los brazaletes... El resultado son unas prendas muy vistosas y hermosas. En nuestra casa de la cultura tenemos guardados trajes tradicionales antiguos bien conservados. Nuestro conjunto de canciones fue creado en 1955 y actualmente en él hay mujeres, que en aquella época eran unas chiquillas de 12 a 13 años, y siguen cantando en la actualidad. Organizamos también pequeños talleres infantiles”.


La Casa de la Cultura del barrio se cobija actualmente en un pabellón de metal, con dos salas y una biblioteca, que dispone de cinco mil volúmenes destinados, básicamente, a niños lectores.

“Acuden a nuestra casa de cultura también niños de la escuela básica de Jisarya −dice Mariana Nikólova–Válkova−. Con su ayuda elaboramos los hermosos adornos característicos para nuestro barrio. Empleamos la llamada “técnica búlgara” para ensartar los abalorios. En la factura de un cinturón se emplean de diez mil a doce mil abalorios, la elaboración es muy trabajosa y no hay dos cinturones iguales. Incorporar abalorios y lentejuelas a nuestros trajes típicos es una rancia tradición que perdurará”.

Versión en español por Mijail Mijáilov

Fotos: archivo personal, Guergana Máncheva, BGNES, Facebook/Guardianoftraditions


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