Estos días se han hecho públicos el pronóstico económico de otoño de la Comisión Europea y el marco trienal macroeconómico a mediano plazo del Ministerio de Hacienda de Bulgaria. En Bruselas esperan que este país registre un crecimiento del producto interior bruto (PIB) de un 3,8 % en 2021 y su aceleración a hasta un 4,1 % en 2022. Los financieros nacionales se muestran un tanto más optimistas y pronostican para 2021 un crecimiento efectivo del PIB del orden de un 4 %, para situarlo en 2022 a un 4,9 %.
En ambos documentos se estima que el crecimiento sea generado por las inversiones, tanto públicas como privadas, y se apuesta, sobre todo, por los fondos de la Unión Europea (UE) en el marco del Plan de Recuperación y Sostenibilidad. El pronóstico es alentador sobre el telón de fondo de la bajada económica registrada el año pasado, pero se trataría de un logro relativamente modesto en comparación con los ritmos decrecimiento bastante más rápidos, que están marcando una serie de otros países de la UE que consiguen un crecimiento anual del 6 % al 8 % de su PIB.
Durante el año en curso, tras mantenerse varios años estancados los precios, la tasa inflacionaria llegará a un 3,8 %, augura el Ministerio de Hacienda. Los analistas europeos están barajando niveles más modestos del encarecimiento en Bulgaria y las expectativas apuntan a que el año termine con una inflación del 2,4 %, augurando un 2,9 % para 2022, una vez más debido a la energía eléctrica encarecida y los efectos secundarios que ello acarrea. Hay que decir que estos pronósticos aparecen un tanto extraños en el contexto del hecho de que la tasa inflacionaria interanual para octubre de 2021 fuera de un 6 % y que ahora un 80% de las compañías búlgaras se sienten alarmadas por los precios que la energía y las materias primas tendrán en 2022, según lo recoge un sondeo europeo.
El alza de los precios de los bienes de consumo presenta dos vertientes: una positiva y otra negativa. Primero, desde el punto de vista de los consumidores este significa un descenso en su poder adquisitivo que, ya de por sí, es uno de los más bajos en Europa, siendo el salario medio mensual bruto en el país de 789 euros. De momento, empero, según los expertos del Instituto de Economía de Mercado, el alza de los precios se retrasa frente al aumento de las retribuciones salariales, y, en última instancia, el poder adquisitivo de los consumidores búlgaros sigue marcando un leve aumento.
La segunda vertiente de la inflación es que el alza en el índice de precios al consumidor se traduce en un aumento de los ingresos por IVA a las arcas del Estado. Ello está bien para las finanzas públicas, que en las condiciones de la crisis de Covid–19 se ven forzadas a asignar recursos cada vez más cuantiosos a las medidas antiepidémicas, al sistema de salud y en respaldo de los sectores económicos más duramente golpeados. No obstante, Bulgaria se encuentra en uno de los últimos puestos en Europa por el porcentaje de la población vacunada y en uno de los primeros por el número de muertes por la pandemia, mientras los gastos en la lucha contra el coronavirus están agobiando las finanzas del Estado.
No es casualidad el que el Estado recurra cada vez más a menudo a contraer deudas internas con el fin de compensar el déficit de fondos. Solamente el lunes fueron colocados nuevos títulos valores del Estado, del orden de más de 250 millones de euros. Sumada esta cuantía, la nueva deuda que se ha ido acumulando en lo que va de 2021 ya supera los 1700 millones de euros.
La economía búlgara afronta una serie de retos a los que en los últimos seis meses se ha agregado la precariedad política. Esto ineludiblemente repercutirá en el entorno empresarial en el país. De momento, Bulgaria se las está arreglando, a la espera de una seguridad y previsibilidad mayores.
Versión en español por Mijail Mijailov
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