Es un alemán de Hanover, pero reside en la aldea de Nikólovo, próxima a la ciudad danubiana de Ruse. Ha formado una familia allí y cultiva hierbas curativas y plantones de nogal. Las más de 20 especies de aceites esenciales que produce gozan de gran interés tanto en Bulgaria como en el extranjero. Yonatan Middendorf llegó a este país hace once años pero logró aprender búlgaro, un idioma difícil para los extranjeros, y ahora se siente más búlgaro que alemán.
Para Yonatan Bulgaria no ha sido un flechazo, sino un proceso lento de conocimiento y adaptación. Cuenta que cuando llegó al país por primera vez era el mes de diciembre.
Sus primeras impresiones fueron el aire sucio, los desechos esparcidos por todas partes y los problemas burocráticos. “Sin embargo, cuando llegó la primavera el país se cubrió de verdor y los cerezos y los albaricoqueros florecieron. La belleza de Bulgaria me encantó”, cuenta Yonatan. Junto con su esposa, oriunda de la aldea de Nikólovo, decidieron dedicarse a la agricultura orgánica y sus negocios tomaron buen rumbo.
“La agricultura siempre me ha gustado ya que se puede trabajar al aire libre, estando en el campo. Entonces uno siente sus raíces y se da cuenta de lo que es importante en la vida, cuenta Yonatan. Este ciclo de la vida siempre está vinculado con la tierra. Me siento una persona distinta cuando me encuentro al aire libre y estoy labrando la tierra. Me gusta el hecho de que los búlgaros cultivan tomates en sus huertos y guardan un vínculo fuerte con la tierra y la patria, algo que en Alemania no existe”.
Su empresa vende en línea. “En general los extranjeros relacionan Bulgaria con la corrupción y las crónicas criminales. Por esto al principio los clientes se mostraban escépticos ya que en el nombre de nuestra marca se menciona el de Bulgaria”, cuenta Yonatan y agrega que con el andar del tiempo los clientes extranjeros confían cada vez más en los productos en que figura la inscripción Made in BG. “Los aceites esenciales búlgaros son de muy alta calidad, tienen origen natural, son saludables y son una alternativa indiscutible de la medicina tradicional”, explica Yonatan.
No faltan problemas empero. Aparte de la burocracia, y los obstáculos administrativos, hay más: “Siendo productores agrícolas menores obtenemos pagos directos pero a pesar de esto afrontamos algunas dificultades. El sistema es injusto y caótico”, dice Yonatan Middendorf.
“Los subsidios más cuantiosos se reparten sobre la base de puntos, como se hace al postular para un visado canadiense. Si uno tiene más tierra, más trabajadores contratados y realiza más exportaciones, obtendrá más puntos”.
De esta manera los grandes productores reciben los mayores subsidios, se trata de millones de euros. Esto no es nada justo con respecto a los agricultores menores y los coloca en las condiciones de una competencia nerviosa, opina Yonatan. Agrega que en estos tiempos difíciles por la crisis generada por la Covid-19, los que más sufren son los pequeños productores, a diferencia de los grandes, que logran obtener subsidios y ayudas estatales.
A pesar de esto Yonatan no tiene la intención de abandonar Bulgaria, ya que aquí ha encontrado su vocación y sus negocios van creciendo. Manifiesta que en Bulgaria le agradan las personas ya que son directas, espontáneas y logran superar los problemas y sobrevivir”. No le cae nada bien el consabido pesimismo de los búlgaros y explica:
“No es un rasgo típico de todos los búlgaros, pero hay personas que son pesimistas y están convencidas de que Bulgaria nunca saldrá adelante y que es mejor “ir a Gran Bretaña o a Alemania, donde todo está bien”. Conozco a personas que no desean luchar por el futuro de su país o de su pueblo. Si no están contentos, deben tratar de cambiar algo. Si todos comienzan a trabajar por su comunidad, las cosas tarde o temprano mejorarán”, concluye Yonatan Middendorf.
Versión al español de Hristina Táseva
Fotos: archivo personal
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