Su corazón, su alma y todo su ser se asocian a las bellas artes. Por la dedicación que suele invertir en las animaciones que está creando, se ha ido granjeando la confianza y el respeto de líderes indiscutibles en el sector, entre ellos las compañías Disney y Nickelodeon. Es el búlgaro Bronislav Likomanov.
Todo empezó con una ayuda pequeña, pero significativa, ofrecida por su futura esposa Rosi, con la que cursaban estudios en la Academia de Arte Teatral y Cinematográfico, de Sofía. El consejo que recibió justo en el momento en que se proponía abandonar la animación para dedicarse a las bellas artes, Bronislav lo recuerda hasta hoy en día:
“Al incorporarme a la clase de animación, que en la Academia dirigía Donio Donev, yo no me sentía íntegramente convencido de que aquello era lo que me gustaría hacer. Siempre he considerado que las bellas artes constituyen mi vocación y al confesárselo a Rosi ella se sorprendió muchísimo -recuerda Bronislav-. Me dijo ella en aquel momento algo que frecuentemente me lo repito en mi fuero interno: ”La animación es un arte que incorpora al resto de las artes”. De modo que puedo decir que gracias a Rosi descubrí la belleza en la animación y su profundidad”.
Viajaron a los EE.UU. hace 23 años, cuando su esposa obtuvo una tarjeta verde. Pese a encontrarse trabajando ya para abrir un estudio en Sofía y a haberse dedicado a diferentes proyectos en Europa, los dos decidieron abrir en los EE.UU. una nueva página de sus vidas:
“En aquellos momentos me sentía estupendamente con mi trabajo en Hungría, y los contactos íntimos que mantenía con colegas y amigos de Bulgaria me impedían imaginarme cómo iba a vivir plenamente en los EE.UU. Por esto viajé con la idea de que íbamos a trabajar un rato allá y que. después, íbamos a regresar a Bulgaria. Sin embargo, los dos comenzamos a trabajar casi simultáneamente por un estudio de animación y así el retorno a Bulgaria, en un momento determinado, ya no formaba parte de nuestra agenda. Nos insertamos con rapidez en el nuevo entorno, fuimos trabando nuevas amistades con gente de gran calidad. Resultó que en la industria cinematográfica estadounidense estaban trabajando otros muchos búlgaros”, señala Likomanov.
Independientemente de que se mantenía fiel a la animación, trabajando en la exitosa serie de Mickey Mouse, los seriales Lilo & Stitch, entre otros, Bronislav no abandonó la predilección que sentía por la pintura y la escultura. Utiliza para sus obras básicamente el bronce y crea, sobre todo, plásticas pequeñas o medianas, que exhibe en diferentes galerías. Recientemente, sin embargo, le llegó un pedido un tanto peculiar que le hacían representantes de la comunidad búlgara en los Ángeles:
“Recibí una llamada con la pregunta de si me animaría a trabajar a base de un proyecto para la construcción de un monumento a la escritura. Abracé la idea sin pensarlo dos veces. Aquello era para mí una cuestión de honor y placer y lo hacía de manera gratuita. Mientras trabajaba en los bosquejos me fui dando cuenta de que debía enfatizar más en la escritura en sí que en tal o cual personalidad. Así pues, la variante definitiva representa una mano que sostiene un libro. La mitad del libro se trasforma en un ala y abajo aparecen las primeras cuatro letras del alfabeto cirílico А, Б, В y Г. La maqueta tiene una altura de caso 60 centímetros. Sigue aún en curso la tramitación de la coordinación con el ayuntamiento y por esto, desafortunadamente, el monumento no podrá ser desvelado este 24 de mayo. Nuestros compatriotas desean que el monumento esté montado en un parque y pase a ser uno de los símbolos de la comunidad búlgara en Los Ángeles, de la que forman parte más de 35.000 búlgaros.
A las dos décadas de haber abierto una nueva página en sus vidas, Bronislav y su esposa tienen a menudo sus pensamientos puestos en Bulgaria:
“Me gustaría poder volver a Bulgaria de modo mucho más frecuente que como lo suelo hacer, una vez cada tres o cuatro años. Me siento muy feliz de poder continuar manteniendo la relación con amigos y colegas en Bulgaria, que se desempeñan en la esfera de la industria cinematográfica búlgara. Me alegro de que también mi hija, que ahora tiene 28 años, domine estupendamente la lengua búlgara hablada.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: mfa.bg, archivo personal
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