Los trastornos del espectro autista están creciendo exponencialmente en todo el mundo, y Bulgaria no hace una excepción en este sentido. Mientras que hace más de una década había 1 de cada 10.000 niños en todo el mundo, diagnosticado con autismo, hoy en día la media son de 1 de cada 70 niños, los que sufren un trastorno del espectro autista. Este fenómeno, que hasta el momento nadie es capaz de explicar, es un hecho y es un motivo de preocupación tanto para los médicos como para los padres y educadores.
“En Bulgaria, sin embargo, todavía no existe un registro que pueda abarcar todos los casos con este trastorno”, afirma en una entrevista con BNR "Hristo Botev", la doctora Atanaska Avramova, jefa de la Unidad diurna de la clínica de psiquiatría infantil del Hospital Universitario "Alexandrovska".
"Ser diagnosticado e inscrito en un registro es algo que estigmatiza enormemente a las personas y esto distorsiona los datos. Porque muchos padres, cuando se trata de sus propios hijos, intentan desviar este diagnóstico casi a cualquier precio para que el niño no sea estigmatizado. Por desgracia, los pediatras parecen estar más bien dispuestos a postergar la consulta con un psiquiatra infantil. Una de las razones es que los psiquiatras infantiles son escasos en Bulgaria. Aquí, la edad a la que se diagnostica el autismo varía mucho de un caso a otro. Los casos en que se solicita ayuda con más frecuencia es para niños de 2,5 a 4 años, y las dificultades de adaptación del niño en la guardería suelen ser la primera señal que alerta a los padres para que busquen ayuda profesional", dice la Dra. Avramova.
El retrato clásico del niño autista incluye el aislamiento, importantes dificultades en el habla y el aprendizaje, una fijación por lo igual o la repetitividad. La ciencia define a los autistas como neuroatípicos porque en ellos las conexiones neuronales son diferentes. Sin embargo, diagnosticar estos casos es muy complicado.
"Lo que se echa de menos en Bulgaria es el apoyo a los padres", afirma rotunda Ani Andonova, miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Autismo, y añade:
"Porque cuando los padres reciben un diagnóstico así, ese es un momento muy difícil. Ahora existen más de servicios sociales o lugares donde admiten a estos niños y trabajan con ellos. La integración en guarderías y escuelas está realmente a un nivel más alto que antes. Hoy estos niños son mejor aceptados que antaño, hay una perspectiva positiva al respecto, se les incluye en escuelas, en centros que apoyan la educación especializada, dependiendo del nivel de funcionamiento de cada uno de ellos. Pero cuando el niño llega a la mayoría de edad, no hay ninguna perspectiva para él. Hay muy pocos lugares en Bulgaria donde se ofrezca trabajo a jóvenes con autismo".
Los padres luchan y deambulan entre las limitadas posibilidades del sistema social de Bulgaria. Por eso Ani Andonova se centra en la falta de intervención a una etapa temprana, que es algo de lo que se lleva hablando desde hace 20 años.
"Si un niño estuviera cubierto por el sistema de Seguridad Social desde una edad temprana, inmediatamente después del diagnóstico, las cosas evolucionarían de forma mucho más positiva. Actualmente, en el Centro de Rehabilitación e Integración Social trabajamos con un programa que implica a los padres, y estamos viendo los resultados", dice Andonova.
Según ella, no todos los niños con autismo se pueden adaptar al entorno escolar. Y luego, debemos encontrar un lugar propicio para cada caso individual dentro del sistema educativo búlgaro. Pero para ello, hay que formar previamente un equipo multidisciplinar que familiarice a los profesores con las necesidades específicas de cada niño autista. “Por lo general, se suele recurrir demasiado tarde a esta medida, y esto acaba dando lugar a situaciones conflictivas en el entorno escolar”, concluye Ani Andonova.
Autor: Veneta Nikolova, con materiales de Aleksander Peychev de BNR-Hristo Botev
Versión en español: Alena Markova
Fotos: Pixabay, Asociación Autismo, archivo personal
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