Él dice que hace ya mucho que no se siente extranjero en Bulgaria. Este es su hogar, ha aprendido el búlgaro y, al igual que la mayoría de los búlgaros, se preocupa por la situación política en el país. Eso sí, su gran pasión - aquello que llena sus días de luz y de sentido - son las antiguas alfombras búlgaras. El neerlandés Jacob van Beelen (conocido en las redes sociales como Jaap van Beelen), vive desde hace casi 16 años en Bulgaria, es coleccionista de alfombras tradicionales búlgaras, y es el orgulloso propietario de más de 900 alfombras auténticas, procedentes de toda Bulgaria. Hace poco, parte de ellas fueron presentadas en una exposición muy especial en París, organizada por el Instituto Cultural Búlgaro de la ciudad.
“Estaba muy contento de que por primera vez mis alfombras participaran en una exposición fuera de Bulgaria. En París fueron expuestas 60 alfombras de mi colección pero los organizadores me pidieron que les contará también acerca de las alfombras de regiones menos conocidas de Bulgaria. Así que incluimos en la exposición mi libro, donde presento 87 alfombras describiendo en detalle sus diseños, tradiciones, etc. El libro está publicado en inglés y en francés. Si no me equivoco, esta es la primera publicación escrita en un idioma extranjero, que trata sobre este tema”, cuenta el coleccionista.
Pero, ¿cómo surge este interés hacia el arte de las alfombras búlgaras? En su tierra natal, Jacob era editor de literatura sobre derecho, pero su alma tenía otras inquietudes. Jacob dice que llevaba mucho tiempo siendo admirador del folclore búlgaro. Por eso mismo trabajaba también como coreógrafo en grupos de baile tradicional búlgaros, rumanos y húngaros. Él fue el fundador del coro “Chubritsa” en Ámsterdam, uno de los coros búlgaros más antiguos fundados fuera de Bulgaria.
Jacob admite que uno de los motivos por los cuales decidió mudarse a Bulgaria fue que aquí el legado cultural convive con unas tradiciones que siguen vivas. “El pasado no esta sólamente expuesto en los museos, sino que forma parte de la vida diaria de los búlgaros”, dice nuestro interlocutor. En 2017, el neerlandés se asienta en la ciudad de Kotel donde adquiere una gran casa de madera, situada muy cerca del Museo Etnográfico de la ciudad en el que se conserva una muestra extraordinaria de alfombras típicas de la región de Kotel.
“Decidí decorar todas mis ocho habitaciones y los pasillos con bellas alfombras, tal como dicta la tradición. La gente local, al ver que yo estaba dispuesto a comprar sus alfombras, empezó a ofrecérmelas. Con el tiempo, en cada una de las habitaciones había juntado unas tres, cuatro y hasta cinco alfombras, una encima de otra. Así fue como empecé a interesarme por la tradición búlgara en la elaboración de alfombras, empecé a leer literatura científica sobre el tema, y a rastrear antiguas alfombras, ya no sólo de Kotel, sino de Chiprovtsi y otras partes de Bulgaria. En uno de mis viajes a Turquía, cerca de la ciudad de Konya, descubrí una cantidad enorme de alfombras de Chiprovtsi. Y tuve la suerte de poder hacerme con unos ejemplares únicos, y devolverlos a su país de origen. Así empezó todo”, recuerda el coleccionista.
Aparte de las alfombras y el folclore, Jacob se siente fascinado por la naturaleza de Bulgaria. Ha cruzado la mayoría de las montañas búlgaras e incluso se estuvo dedicando durante un tiempo al sector turístico:
“En los primero años tenía mi propia empresa de turismo cultural y ecológico. Llevaba grupos, sobre todo de extranjeros, pero a veces también de búlgaros, a las montañas de los alrededores de Kotel, puesto que las conocía como la palma de mi mano. Les enseñaba Kotel, Zheravna y lugares de interés en la naturaleza de la zona. También organizaba los llamados “encuentros étnicos”. Un día mis invitados visitaban las casas de los búlgaros, otro día iban a visitar a los karakachan, luego hacían visita a los turcos, a los romaníes, etc. Esta era una manera de familiarizarse con los oficios locales, la cocina tradicional o con la música”, explica Jacob.
Pero los inviernos en Kotel son duros y, con la edad, el neerlandés sintió la necesidad de tener un acceso más fácil a los servicios de sanidad. Por eso acabó trasladándose a Veliko Tarnovo donde participa activamente en la vida social.
Autor: Veneta Nikolova
Versión en español: Alena Markova
Fotos: archivo personal, Facebook/Jacob van Beelen
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