"¡El 13 de febrero de este año, los consumidores búlgaros no deberían comprar en ninguna tienda de alimentación, cadena comercial ni supermercado! Ese día, las tiendas de alimentación deben permanecer vacías y no debe haber ni un solo comprador en ellas". Esto es lo que piden en las redes sociales los organizadores del boicot nacional a las grandes cadenas de tiendas de alimentación: el Movimiento "El sistema nos está matando", la Federación de Consumidores de Bulgaria y los Sindicatos de Pensionistas Unidos.
El descontento de los búlgaros no se debe solo a la subida de los precios de los productos de primera necesidad, sino que también es una protesta contra los bajos niveles salariales en Bulgaria.
"Los consumidores búlgaros son los más perjudicados de toda la UE, y deseo que ahora, por fin, con este llamamiento al boicot, se entienda que no somos consumidores de segunda o tercera categoría", afirma Emil Georgiev, de la Federación de Consumidores, quien espera que el 60 % de los consumidores del país se sumen a la protesta.
Todos los ciudadanos han notado las constantes subidas de precios registradas desde principios de año en las grandes cadenas de venta al por menor y en los mercados. Los más afectados son los 800 000 pensionistas que viven por debajo del umbral de pobreza, así como los trabajadores pobres, que representan una parte significativa de la sociedad.
Los sindicatos y la organización de consumidores citan datos de la Estadística Nacional y afirman que Bulgaria sigue siendo el país más pobre de la UE y que los precios de productos básicos como la leche, el queso, los huevos y la carne están entre los más altos de Europa.
Algunos diputados se apresuraron a proponer medidas legales para limitar los sobreprecios, pero solo en las grandes cadenas comerciales con una facturación anual superior a 10 millones de levas y la idea generó opiniones divergentes en la sesión plenaria.
Al descontento general por la subida de precios se sumó la institución presidencial: la vicepresidenta Iliana Yotova calificó de justificada la indignación de la gente. "Evidentemente, hay que hacer algo pronto, porque los precios son al menos un 30 % más altos que antes de Año Nuevo", declaró, añadiendo que espera un amplio debate público sobre el tema y medidas urgentes por parte del Estado.
¿Qué piensan los ciudadanos de Sofía sobre la idea de boicotear las tiendas el 13 de febrero? "Los precios no corresponden a los ingresos de la gente, son demasiado altos", dice Rosa Stoyanova, una pensionista de Sofía. "Espero que el boicot sirva de algo; si no, habrá otro boicot".
La percepción de que el presupuesto familiar se ve reducido motiva a la gente a unirse a los llamamientos a no comprar en un día concreto.
"Creo que el boicot tendrá su efecto, ya que cada vez más gente se manifiesta en contra de las subidas de precios ilegales. Los minoristas se preguntarán si no habrá consecuencias legales por los precios abusivos", afirma Pavlina Economova, una trabajadora de la capital. "Yo sí, personalmente participaré en el boicot. No apoyo exactamente la introducción de un techo a los sobreprecios, pero quiero que haya precios justos. No puede ser que los productos se compren a bajo precio y luego los revendedores y comerciantes se lleven el gran beneficio".
Los bajos ingresos, en un contexto de precios inflados, obligan al ciudadano a buscar opciones para ahorrar, incluso a costa de la calidad de los productos que compra.
"Sin duda hay un aumento de los precios, se nota", dice Eleonora Ivanova, una madre de Sofía. "Estoy en mi segundo año de maternidad, pero no creo que con la cantidad que recibo -780 levas (360 euros)- pueda criar a mi hijo con seguridad y mantenerme a mí misma. Si solo dependen del dinero de la maternidad, todas las madres pasan a la categoría de 'socialmente pobres' en Bulgaria.
Los ingresos tienen que crecer. Antes de la maternidad, siempre trabajé con contrato, pero muchas veces me aseguraban solo el salario mínimo, independientemente de mi formación, mi experiencia laboral y el tiempo que permaneciera en el puesto. Quiero decir que todavía hay muchos empresarios en Bulgaria que no valoran adecuadamente el trabajo de sus empleados. Esto es lo primero que hay que solucionar", concluye tajante la joven.
También hay personas escépticas ante las medidas "de arriba abajo" para las cadenas alimentarias. Sin embargo, regular las cadenas de suministro es una necesidad.
Muchos productores búlgaros de hortalizas, por ejemplo, tienen dificultades para vender directamente a la gran distribución porque no pueden garantizar los volúmenes que esta requiere. Por ello, una o dos empresas intermediarias entran en el sistema y aplican sus propios márgenes a los productos. Esto alarga la cadena de suministro, encarece los precios y, en última instancia, afecta directamente al bolsillo del consumidor final.
"Ahora vengo de la tienda y veo que muchos de los precios son altos", dice Ánguel Stefanov, residente en Sofía, y continúa con sus reflexiones: "Cuando uno mira estos precios, no puede evitar pensar que existe algún tipo de acuerdo de cártel entre las cadenas. Por otra parte, cuando oímos que compran la leche a los productores por 40 céntimos el litro y que es difícil encontrar buen queso por menos de 15 euros, significa que en algún punto de la cadena algunos participantes no están jugando según las reglas del mercado.
Las medidas impuestas directamente por el Estado no resolverán el problema de los precios; al contrario, podrían llevar a la quiebra a algunos comerciantes que se ven obligados a operar con estos precios sin que dependan de ellos", señala el ciudadano.
Mientras la gente se pregunta si unirse al boicot, los expertos debaten hasta qué punto una acción de este tipo tendría un impacto real en el mercado. En primer plano está la cuestión de si la restricción de las compras y la regulación de los precios provocarían la quiebra de los pequeños comercios, beneficiando aún más a las grandes cadenas, que actualmente controlan alrededor del 35 % del mercado en Bulgaria.
Autora: Guergana Máncheva
Traducido y publicado: Borislav Todorov
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