“Me da rabia cuando veo que los ojos de nuestros compatriotas en todos los continentes se llenan de lágrimas cuando canto Mi país, mi Bulgaria. Ellos hablan y cantan de su patria llorando, mientras que nuestros políticos se desvelan muy poco por el país”, decía en vida Emil Dimitrov, compositor e intérprete de uno de los himnos no oficiales de Bulgaria. En los decenios de su triunfo escénico y artístico él era un ídolo absoluto, tal vez el único artista búlgaro que vivió como una estrella en el sentido hollywoodiense de la palabra. Disponía de un equipo de varias personas que cuidaban de su casa y necesidades diarias y su única ocupación era ocuparse de la música y alegrar al público.
A juicio del destacado compositor búlgaro Mitko Shterev, Emil Dimitrov era absolutamente genial ya que creó e interpretó las primeras canciones búlgaras que todos comenzaron a entonar.
Emil Dimitrov no tenía educación musical oficial. Cantaba magníficamente, tocaba el acordeón y fue dotado de un excepcional talento para sentir la melodía y un carisma descomunal. Sus cualidades fueron valoradas por Vasil Andreev, actor del elenco del Teatro de la Juventud quien, además, se desempeñaba como poeta. Andreev se daba cuenta de la necesidad de un repertorio en búlgaro en los géneros populares musicales y valoró cuáles eran las oportunidades de Emil Dimitrov quien se sentía tentado por componer canciones propias de carácter sentimental y melancólico, aparte del acordeón. En la temporada de 1959 a 1960 en el Teatro de la Juventud fue presentada una pieza de Vasil Andreev quien propuso a Emil que compusiera la música para el espectáculo. Así comenzó la brillante carrera de Emil Dimitrov como compositor y cantante.
En 1960 cuando Emil Dimitrov tenía 19 años de edad fue admitido en la Academia de Arte Teatral y Fílmico en la especialidad de arte artístico, pero pronto renunció a la educación superior. El primer concierto en que tomó parte tuvo lugar en noviembre del mismo año. El 24 de diciembre de 1960 Emil Dimitrov por primera vez presentó ante el público su canción de autor Arlekino, que en verano de 1962 ganó el tercer premio en el Festival Internacional de Canciones en Sopot en Polonia. Este era el primer premio internacional para una canción búlgara. En 1968 ofreció un legendario concierto en el estadio Dinamo en Moscú ante 80 000 personas. En 1969 comenzó a cantar en Francia.
1970 fue el año en que fue realizado su tercer álbum de estudio que comienza con el homónimo éxito Mi país, con letra de Vasil Andreev, arreglo de Mitko Shterev y en la voz de Emil Dimitrov con la orquesta Los Azules y Blancos. La pieza fue grabada en francés, después en alemán, italiano y español con el título Mónica. La canción se convirtió en un éxito europeo.
Según dice el autor de la letra búlgara Vasil Andreev, a un gerente francés le gustó mucho la obra y preguntó qué dice la letra de la canción. Cundo vio la traducción dijo que la canción no puede ser cantada con su letra original en Francia. Entonces Andreev le propuso otra variante y la letra de la canción fue cambiada convirtiéndose en un reconocimiento amoroso a la moza Mónica, en vez de una pieza nostálgica dedicada a la patria. Existen incluso variantes suyos en letonio y japonés, incluso una en inglés titulada Quiero regresar a California.
Emil Dimitrov no obtuvo reconocimiento oficial por la Unión de Compositores Búlgaros, pero fue admitido como miembro de una sociedad profesional similar en Francia. Sus canciones ocuparon los primeros lugares en clasificaciones del mundo entero.
En los cuatro decenios de su carrera artística editó 30 álbumes, vendió 65 millones de copias de sus álbumes, compuso 350 canciones, ofreció 700 conciertos en tres continentes. Durante la época socialista no se le concedió el título honorífico de “artista del pueblo”, pero en 2000 Mi país, mi Bulgaria fue declarada cancón del siglo en Bulgaria junto con Una rosa búlgara de Dimitar Radev y en 2010 el himno de Dimitrov encabezó la nueva clasificación de BG Radio Los Grandes 1000. Hoy la obra de Emil Dimitrov, llamado el Fank Sinantra del este, es símbolo del espíritu búlgaro, el amor a la patria y la nostalgia que sienten los búlgaros que viven fuera de su patria.
Redactora: Tsvetana Tóncheva
Traducido y publicado por Hristia Táseva
Fotos: Archivo, archivo personal, BGNES
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