Hoy en día, Gostilia es un lugar donde parece que el tiempo se ha detenido. Las calles tranquilas, las casas, ordenadas y modestas, y a lo alto la antigua iglesia católica del “Inmaculado Corazón de María”, el centro espiritual del pueblo. Antaño Gostilia fue el hogar de decenas de familias, había una vida bulliciosa y alegres fiestas... Hoy el pueblo se está despoblando pero sus pocos habitantes aún mantienen vivas las tradiciones, según nos cuenta la alcaldesa Milena Bancheva, descendiente de búlgaros del Banato y presidenta del Centro Cultural local:
“La particularidad de nuestro pueblo es que nosotros somos católicos. Practicamos la fe católica. Y lo que nos caracteriza son nuestras tradiciones, nuestra forma de vida. Nuestro día a día ha cambiado mucho con los años y ahora ya hay muchas cosas típicamente búlgaras que se han hecho hueco en nuestra cotidianeidad. Pero seguimos teniendo nuestra lengua de Banato -llamada palkenski- que es el antiguo dialecto búlgaro, y que se ha conservado a través de los años. Se lo podéis escuchar a la gente mayor, aunque cada vez se hable menos. Los mayores también nos van dejando poco a poco. A día de hoy Gostilia tiene unos 90-100 habitantes.”
En la casa parroquial de la iglesia, los lugareños han montado una especie de pequeño museo etnográfico de Banato. Allí se pueden ver objetos de la vida cotidiana, manteles y encajes tejidos a mano, o, por ejemplo, el típico dormitorio de Banat, y un hermoso arcón de madera en el que antiguamente las familias guardaban sus pertenencias más preciadas. Y además:
“Tenemos también nuestro traje tradicional, que es muy diferente a los trajes regionales búlgaros. Se compone de una falda especial de seda con pliegues y una prenda que llamamos “ropita”, que se pone por encima. También se puede ver nuestra sartén tradicional de hierro forjado -lupka-, que era el principal utensilio de cocina en aquellos tiempos. Mi abuela hacía unas crepes deliciosas en esa sartén”, comparte Bancheva.
Pero una de las cosas más características de los búlgaros del Banato son, sin duda, sus irresistibles platos, también diferentes a los platos tradicionales búlgaros:
“Una de las cosas que hemos conservado dentro de lo que es nuestra tradición, es nuestra cocina tradicional”, cuenta Milena Bancheva. “Como presidenta del Centro Cultural yo trato de transmitirle a la gente joven nuestras recetas, tal como me las enseñó mi abuela. Porque veo que están desapareciendo. Tenemos las mekitsi o treskícheta. A las crepes aquí le decimos “pancitos batidos”. Tenemos también otras comidas muy típicas. Por ejemplo, cuando toca sacrificar al cerdo (a eso aquí le llamamos ‘obivanie’), de la carne del cuello del cerdo preparamos el llamado ‘paprikash’: se pocha mucha cebolla, se añade agua, patatas, para que absorban la grasa, y también echamos dentro los riñones del cerdo. Es un manjar. Preparamos también embutidos, como nuestra tradicional longaniza.”
Así pues, últimamente Gostilia, junto con otros pueblos, ha empezado a conocerse como un popular destino gastronómico. Al pueblo ya llegan turistas que viajan hasta allí precisamente por las especialidades culinarias locales y para apuntar las peculiares recetas de Banato. Las anfitrionas en este caso son las mujeres del Centro Cultural “G.S.Rakovski”:
“Les recibimos con un pan tradicional (pita) acompañada de la mezcla tradicional de especias (la sal de colores, o shárena sol), y nunca falta la sopa que es como nuestra marca registrada. Los búlgaros del Banato adoran la sopa y por eso ésta siempre forma parte del menú”, explica Milena Bancheva. “En temporada de invierno, ya tenemos preparados los embutidos y recibimos a los huéspedes con la mainúshka: una sopa preparada con un ingrediente especial, que son los huesos que quedaron tras la matanza del cerdo, que se embuten en las tripas y se hierven con diferentes especias y ajo.”
Aparte de los originales platos locales, los turistas pueden descubrir también la iglesia católica del pueblo, “Inmaculado Corazón de María” (construida en 1904). En estos momentos el tejado está en obras pero desde esta última primavera vuelve a haber un sacerdote en el templo y todos los domingos hay misa. Las puertas de esta iglesia están abiertas siempre para visitantes y turistas. Y cada año a finales del mes de junio el pueblo celebra su fiesta: un día en el que se reúnen los lugareños y aquellos que llegan de lejos, para seguir manteniendo vivas las tradiciones de esta pequeña comunidad católica.
Autor: Veneta Nikolova
Traducción en español y publicación: Alena Markova
Fotos: Centro Cultural “Gueorgui Sava Rakovski-1927”
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