El libro “La historia de los búlgaros en Targovishte” tiene como objetivo reafirmar la identidad de la comunidad búlgara en la ciudad rumana de Targovishte y narrar su desarrollo socioeconómico y cultural. Así lo declaraba Lucia Costache, una de las autoras del libro, escrito en colaboración con su marido, Marian Costache, y el sacerdote Ioan Ștefănescu. En una entrevista para Radio Bulgaria, Lucia Costache destacó la misión principal de su investigación: que todo el mundo sepa que los habitantes del barrio “Matei Voivoda” de Targovishte, Rumanía, son búlgaros.
Origen, población e identidad comunitaria

Los búlgaros de Targovishte suman más de 2000 personas y se establecieron en esta zona en 1851. Ellos son originarios de la finca de Beleni, cerca de Targovishte, donde habían estado viviendo desde 1821. Lucia Costache explica que el motivo inicial de su relocalización era el deseo de “tener una vida mejor, y también el miedo a los turcos”. A través de investigaciones hechas en Bulgaria y de comparaciones de trajes tradicionales, se ha determinado que su origen es de la zona de Pleven.
Costache, cofundadora de la asociación “Zaedno” (Juntos), señala que la comunidad se creó con el objetivo de preservar “las tradiciones y costumbres que tanto apreciamos y que son tan importantes para nosotros”. Esta comunidad es conocida principalmente por sus productores de hortalizas, quienes lograron adquirir tierras e integrarse en la ciudad allá por 1851. Pese a vivir en un entorno urbano, Lucia Costache describe el estilo de vida de esta comunidad como muy cercana a la vida rural:

“En el libro también escribí que vivimos en la ciudad, pero como si fuera un pueblo, porque todo el barrio está formado por casas y cada casa tiene su patio y su jardín”.
Uno de los principales problemas de identidad que el libro trata de resolver es la denominación errónea del barrio como “serbio”. Por eso, el título ha sido elegido deliberadamente. Durante las oleadas de emigración de búlgaros a tierras rumanas, estos declararon ser serbios, ya que los gobernantes valacos tenían un acuerdo con el Imperio Otomano para devolver a sus ciudadanos a su territorio. A principios del siglo XIX ya existía un Estado serbio. Los inmigrantes búlgaros tenían un idioma similar al de los serbios, lo que les permitía ocultar su origen étnico para poder establecerse allí. Por lo general, abandonaban las tierras búlgaras durante o después de alguna de las sucesivas guerras ruso-turcas.
Kostake declara:
“Por eso queríamos volver a destacar este momento y por eso el libro se titula “La historia de los búlgaros en Targovishte”, para dejar grabado en nuestro subconsciente que somos búlgaros, y dejar de repetir que somos serbios”.
Ella también expresa su fuerte sentimiento de pertenencia:
“Cada vez que hablo con alguien de Bulgaria, le digo que no tengo ni una sola gota de sangre rumana, que mi sangre es búlgara”.
Fe, iglesia y tradiciones

La fe ortodoxa es una piedra angular en la vida de la comunidad. Los búlgaros participaron activamente en la construcción y consagración de la iglesia “San Nifón” en 1854, poco después de su llegada. La iglesia está relacionada con la leyenda de San Nifón, expulsado por el príncipe Radu el Grande, que maldijo la ciudad, pero bendijo el lugar donde se estuvo escondiendo. Costache relaciona esto con la fertilidad de la tierra.

La tradición más famosa que la comunidad ha logrado convertir en una gran fiesta es la Pascua de los Caballos (Todorovden), y se celebra cada primer sábado de Gran Cuaresma.
Prosperidad económica y patriotismo
El período de entreguerras fue una época de prosperidad. Gracias a su arduo trabajo, los búlgaros lograron comprar casi todas las tierras de la región, de modo que desde 1851 hasta el inicio de la colectivización en la década de 1950, “todas las tierras eran suyas”. Para consolidar su poderío económico, fundaron su propia institución financiera, el banco “Gradina” (“Jardín”, en búlgaro), que funcionó hasta la nacionalización en 1948.

Los búlgaros de Targovishte también mostraban un fuerte patriotismo rumano, conscientes de que “su prosperidad era también la prosperidad de Rumanía, la nación en la que trataban de integrarse”. Ellos participaron con personal y con la aportación de productos en las guerras de 1877 en adelante. Hoy en día, frente al centro cultural del barrio, donde se encuentra el museo de los búlgaros de Targovishte, hay dos monumentos. Uno de ellos lleva inscritos los nombres de las familias que sentaron las bases del barrio al migrar a Targovishte desde Beleni. El otro es un monumento a las víctimas de la comunidad búlgara de la ciudad en las guerras posteriores a 1877.
Un momento crítico fue el que ocirrió durante el Acuerdo de Craiova, en 1940. A pesar de la posibilidad de repatriarse a Bulgaria, los búlgaros de Targovishte se negaron a abandonar lo que su comunidad había logrado. Para que se les permitiera quedarse y conservar sus propiedades, la comunidad declaró ser una comunidad serbia. Esto también está relacionado con la concepción errónea sobre su origen:
Socialismo y presente

La colectivización de los años 60 le arrebató las tierras a la comunidad. Esto les obligó a reorientar sus esfuerzos, lo que tuvo un efecto positivo inesperado: la educación. “La mayoría de los niños fueron enviados a la escuela porque ya no tenían la oportunidad de trabajar sus tierras”, explica Costache. Así cambió la percepción que la sociedad tenía de ellos, y la comunidad pasó a ser conocida no sólo por su laboriosidad, sino también por su nivel educativo. Durante el socialismo, ellos mismos construyeron varios edificios públicos como el centro cultural, la clínica y la guardería.
Hoy la comunidad está bien integrada y es una comunidad próspera. La mayoría de las casas han sido renovadas gracias a la devolución y la venta de parte de las tierras tras el comunismo. Sin embargo, los jardineros tradicionales se enfrentan a dificultades debido a la competencia de las grandes cadenas, lo que les obliga a cambiar de esfera.
Relación con Bulgaria y mensaje final de Lucia Costache

La comunidad mantiene una conexión espiritual con Bulgaria, pero tiene dificultades para aprender el idioma contemporáneo. Lucia Costache cuenta que durante años la profesora Darina Cherneva, de Veliko Tarnovo, viajaba a Targovishte para enseñar el idioma y el alfabeto búlgaros. Costache explica que el dialecto local es arcaico. Actualmente, la enseñanza ha sido interrumpida, pero ella espera que el libro sobre la historia de la comunidad inspire a más personas a reanudar su aprendizaje.
Para terminar, Lucia Costache manda un mensaje en su “lengua búlgara arcaica”, que se traduce a continuación según la norma literaria búlgara actual:

"Zdrăvete, az sum Lucia Costache. Jiveem v Târgoviște, România. Sum ot kvartala na bălgărite, kydeto jiveem v grad Târgoviște. Tuka sme ot 1851, govorim s horata otpredi. Iskame da uchim bugarskia po-dobre, zašto sme rumunci, no rasnem v bugarite. Kogato me popita nikoî, s kogo govorim, mu kazah, če jiveem v Romania, imam maže tuka. No nie sme bugari i ni e mnogo priatno da govorim v bugarski i da imame vryzki s bugarite."
“Hola, soy Lucia Costache. Vivo en Targoviste, Rumanía. Soy del barrio búlgaro, donde vivo en la ciudad de Targoviste. Estamos aquí desde 1851, hablamos con la gente de antes. Queremos aprender mejor el búlgaro porque somos rumanos, pero hemos crecido en el barrio búlgaro. Cuando alguien me pregunta con quién hablo, le digo que vivo en Rumanía y que mi marido está aquí. Pero somos búlgaros y nos gusta hablar búlgaro y relacionarnos con búlgaros”.
Autor: Vladimir Mitev
Traducido y publicado por Alena Markova
Fotos: archivo personal de Lucia Costache, Vladimir Mitev, Facebook/ Lucia Costache
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