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Ejemplos de la cultura musical búlgara:

Marín Goleminov: “Nestinarka”

Foto: operasz.bg

“Quizás no haya ningún otro compositor búlgaro cuyo nombre esté tan estrechamente asociado a una sola obra, como ocurre con el nombre de Marín Goleminov”, así comienza el artículo del destacado musicólogo búlgaro, Venelín Krastev, dedicado al más longevo de los creadores musicales búlgaros de la segunda generación. Y, aunque Goleminov es reconocido universalmente como una de las figuras más importantes de la cultura búlgara, hoy en la conciencia de los búlgaros su nombre sigue siendo sinónimo de una obra maestra concreta: el drama danzado “Nestinarka”. Esta es la obra musical y escénica búlgara más popular y más representada en el mundo. La obra “Nestinarka” ha sido representada en la República Checa, Alemania y Rusia, y ha sido escenificada por la compañía de ballet de la Ópera de Sofía en Barcelona, Venecia y Fráncfort. La versión que Margarita Arnaudova creó en 1978 para el ballet “Arabesque” ha sido representada en más de 50 países, hasta convertirse en el emblema de esta famosa compañía búlgara de ballet moderno.


La formación profesional de Marín Goleminov ha estado relacionada con varios artistas importantes, como Dobri Hristov y Nikola Atanasov en la Academia de Música de Sofía, Vincent d'Indy y Paul Le Flem en la Scola Cantorum, Paul Dukas en la École Normale de Musique de París, Joseph Haas y Carl Ehrenberg en la Academia de Música de Múnich. En 1938, en pleno centro de la provincia alemana de Baviera, comenzó la historia de la legendaria obra “Nestinarka”.

En 1939, el compositor emprendió un viaje a la región de la tradición nestinar. Ya en aquel entonces, el antiguo rito de los nestinari estaba empezando a desaparecer pero aún seguía manteniéndose en el recóndito pueblo de Vugari, en el monte Strandzha. Aquel no era un viaje fácil: había que salir desde Burgas en barco para llegar hasta Vasiliko (Tsarevo), y desde allí había que subir en coche montaña arriba, hasta llegar al lugar donde se encontraba el pequeño pueblo. Una vez ahí, Goleminov quedó impresionado. El pasado parecía haber esquivado al paso del tiempo.


La procesión con las iconos, los bailes al son del tambor, el llanto de las gaitas, las pisadas alrededor del fuego y la danza sobre las brasas: todo aquello se convirtió en parte del drama danzado que conservaría en su plenitud la teatralidad de este antiguo rito, así como lo hizo la propia melodía, grabada en el pueblo de Vugari. En las espectaculares escenas de los nestinari, Goleminov conservó la emoción primaria del ritmo, reforzando la expresividad y llevando la música al límite. La enorme paleta y la potencia sonora de la orquesta no le tentaron, sino que optó por dejar sonar sólo la vertiginosa melodía y el ritmo inquietante del tambor.

El baile del Nestinarsko horó es el momento más emocionante, el más atractivo -y también el más agresivo- de esta danza dramática. Un referente de éxtasis en la música mundial en general.

El drama de la joven nestinar Demna es poético y sublime. Según la antigua costumbre, los nestinari eran elegidos por San Constantino, quien los bendecía con el don de la profecía, y la prueba de este don era su capacidad para bailar descalzos sobre las brasas ardientes. 


El amor y el matrimonio de Demna con el forastero Náyden parecen cambiar su vida. Pero en el pueblo de su marido, la joven es recibida con hostilidad: las malas lenguas dicen que está poseída por un espíritu maligno. La vida junto a su marido tampoco es feliz. Demna es diferente, se siente rechazada y muy sola. En medio de su pesar, despierta en ella la llamada de la sangre, el anhelo de algo que la atrae irresistiblemente, prometiéndole la salvación. Ella agarra el icono de San Constantino y se lanza a las llamas de la chimenea de su casa, para morir quemada en ellas junto con sus penas terrenales.

Marín Goleminov define a su Demna como “una heroína trágicamente condenada”. Lo que le gustaba especialmente es la dualidad del relato, una amalgama de antiguas creencias y rituales cristianos más recientes. Pero la mayor ventaja de “Nestinarka” es el hecho de tener una trama basada en la danza, e inspirada en un antiguo ritual de danza.


La obra fue terminada en 1940, y se estrenó el 4 de enero de 1942 en la Ópera de Sofía, bajo la dirección de Asen Naydenov. El libretista y director era Hristan Tsankov, la coreografía fue obra de la extraordinariamente talentosa María Dimova, alumna de la escuela de danza moderna de Marie Wigman en Dresde; los decorados y el vestuario fueron obra de Neva y Nikola Tuzsuzovi; y la primera Demna descalza que causaría sensación en la escena mundial fue Nina Kíradzhieva, quien más tarde sería conocida como ‘la primera dama del ballet búlgaro’. La innovación y el original lenguaje musical de “Nestinarka” triunfaron, y el joven Marín Goleminov se convirtió en una celebridad de la noche a la mañana.

El éxito indiscutible de la partitura de la pieza Nestinarsko horo, interpretada como pieza independiente, es una inspiradora miniatura que no deja de entusiasmar al público de los escenarios búlgaros y de los mundiales.


Autor: Tsvetana Toncheva

Traducido y publicado por Alena Markova

Fotos: Ayuntamiento de Ruse, archivo personal, operasz.bg



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